Intentar Predecir el comportamiento de las bolsas de valores, aún en las épocas de mucha prosperidad, puede ser muy peligroso. Cualquier tendencia puede cambiar totalmente al día siguiente. La sensación de que los mercados financieros están fuera de nuestro control, nos puede hacer sentir inseguros respecto a nuestra situación económica.
Sin embargo, podemos controlar cualquier pensamiento de preocupación o ansiedad. Podemos romper el ciclo de temor comprendiendo esta idea de Ciencia y Salud: "La esclavitud del hombre no es lícita. Cesará cuando el hombre tome posesión de su legado de libertad, su dominio otorgado por Dios sobre los sentidos materiales".Ciencia y Salud, pág. 228.
Ganamos nuestro "legado de libertad" cuando rehusamos creer que algo malo pueda interponerse entre nosotros y el bien que Dios nos da constantemente.
El poner toda nuestra confianza en una economía de mercado como fuente de estabilidad y ganancias, puede defraudarnos mucho, porque nuestra confianza está basada en algo que puede variar. Mientras que los mercados financieros son un medio para revisar los índices económicos y para invertir en buenos negocios, no se deben ver como una fuente de estabilidad o provisión.
Hace un tiempo, despidieron a mi esposo de su trabajo. Sentimos que el mundo se nos venía abajo. Muy pronto gente a nuestro alrededor pareció enfrentar la misma situación. El perder el empleo ya no era el estigma de unos pocos, sino una norma en nuestro vecindario. Hizo que nos sintiéramos inseguros. Habíamos dado por sentado la forma de vida que llevábamos, y nunca pensamos que estaríamos enfrentando limitaciones económicas.
En ese entonces me dieron un ejemplar de Ciencia y Salud. Cuanto más leía este libro, más segura me sentía de que Dios es verdaderamente la fuente de todo el bien. El peso de preocupación y ansiedad que sentía desapareció de mis hombros. Simplemente no podía dejar de descubrir más acerca de Dios.
Hasta ese momento, mi opinión de Dios había sido muy tradicional, como la religión con la que me había criado. Me habían enseñado que hasta las cosas que no salían bien eran la voluntad de Dios. No sabía que uno puede orar para responder a las necesidades de la gente. Ahora, la bondad de Dios y Su amor por todos, incluyéndome a mí y mi familia, se estaban transformando en una realidad.
De mi estudio de la Ciencia del Cristo, aprendí que la inseguridad, la escasez y el temor no era lo que Dios quería para nosotros. Podía optar por rechazar la escasez y reclamar mi derecho de nacimiento como la hija libre y completa de Dios, a la que no le falta nada, ni extraña nada. Y el estar empleada era absolutamente mi derecho, porque me daba la oportunidad de expresar la actividad de Dios.
Como el linaje totalmente amado de Dios, era correcto que experimentáramos todo el bien. El estar arruinados económicamente no era bueno. Esta percepción de la naturaleza de Dios y de mí misma como Su imagen y semejanza, me produjo una sensación de bienestar. Me sentí rica espiritualmente con toda la bondad y el amor de Dios que me rodeaban. Sentí iluminación y comodidad y una profunda paz. Agradecí a Dios por todo.
Escuché la riqueza del amor de Dios en el canto de los pájaros. Cada don de Dios lo recibí espiritualmente con alegría y gratitud. Nunca me iba a la cama sin antes escribir todas las cosas que me habían bendecido ese día y agradecerle a Dios por ellas. Cuanto más bien veía y reconocía, más comenzó a cambiar nuestra vida.
Un día, muy pronto después de que la Ciencia del Cristianismo llegara a nuestra vida, mi esposo llegó corriendo a casa. Una compañía a la que nunca había escrito, se había contactado con él. Lo contrataron al día siguiente con un sueldo que respondía con abundancia a nuestras necesidades. Este fue el comienzo de una carrera con muchas posibilidades de progreso, y hemos ido fortaleciéndonos cada vez más, cosechando sus bendiciones.
Los dos sabemos que esa oportunidad de empleo surgió como consecuencia de escuchar a Dios y seguir Su dirección, en vez de enviar muchos curriculums o buscar anuncios de empleo, por más adecuadas que esas cosas sean a veces. Aprendimos que el cambio y el azar, la prosperidad y la declinación, no forman parte del gobierno de Dios.
El reconocer la supremacía de Dios, el Espíritu divino, relaciona nuestra estabilidad y bienestar con la ley divina, que no cambia.
