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Cuando conocí la Christian Science...

Del número de octubre de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando conocí la Christian Science estaba estudiando medicina. A pesar de que no estaba interesado en nada que fuera diferente a mi carrera ni a la religión que entonces conocía, gradualmente empecé a sentir una gran inconformidad con todo lo que hacía; al punto que ya no le hallaba sentido a la vida, ni siquiera sentía más interés en mis estudios de medicina.

En una ocasión cuando me encontraba en una sesión de cardiología en el hospital donde practicaba, sentí que no podía continuar más con esa insatisfacción. De camino a casa me detuve a orar. Solamente que en esta ocasión le hablé a Dios desde lo más profundo de mis entrañas, como nunca antes lo había hecho. Recuerdo que dije: "Dios mío, lo único que deseo es estar cerca de ti. No importa si para encontrarte tenga que ir al desierto más remoto".

Sin haber hecho ningún plan ni preparativo, en solo unas semanas me encontraba en otro país, donde tuve la oportunidad de estudiar la Christian Science. Vislumbré el primer rayo de luz en el momento en que leí el himno N° 2 del Himnario de la Christian Science que dice: "A heridos corazones la santa luz se da, y paz y amor unidos al cielo apuntan ya". Entonces me dije a mí mismo: "Ésta es la medicina que yo había estado buscando; y no solamente para mí, sino para mi familia y para toda la humanidad. Éste es el camino, y también es la verdadera medicina". Desde ese día me consagré a leer casi toda la literatura de la Christian Science que llegaba a mis manos.

Para aquel entonces hacía ya varios meses que estaba sufriendo intensamente de un cansancio crónico. De manera que ni aun dormido sentía descanso. Lo cual hacía aún más difícil conciliar el sueño, y cuando lograba dormir, con frecuencia tenía pesadillas. Una noche, después de haber estado leyendo el libro de texto de la Christian Science por algunas horas, me era muy difícil concentrarme en lo que leía. Encontré de momento un pasaje en la página 79, que dice: "La Ciencia de la Mente enseña que los mortales no tienen por qué cansarse 'de hacer bien'. Disipa cualquier fatiga que pudiera resultar de hacer el bien. No nos empobrecemos al dar en servicio de nuestro Hacedor ni nos enriquecemos al retener. Tenemos fuerzas en la medida de nuestra comprensión de la verdad, y nuestras fuerzas no disminuyen cuando proclamamos la verdad" (Ciencia y Salud).

El efecto que este mensaje me causó, hizo que me aferrara de tal manera a la esencia espiritual de esa verdad, que en ese momento tomé la decisión de seguir leyendo el libro hasta el amanecer si fuera necesario, y no dejarlo hasta sentirme liberado de la tortura en que me encontraba. En pocos minutos sentí una paz que hasta ese día creí que nunca más volvería a sentir. Me dormí como a las dos de la mañana, pero al día siguiente me levanté descansado y tranquilo.

Pocos días después regresé a mi país con motivo del fallecimiento de un hermano. Entonces tuve la oportunidad de hablar con mi madre y con algunos de mis hermanos acerca de mi nueva relación con Dios. Ellos no comprendían cómo iba yo a dejar la carrera de medicina después de tantos años de estudio. Les contesté que estaba convencido de haber encontrado a Dios en este estudio y que nunca dejaría la Verdad que había encontrado.

Pude sentir con claridad que mi respuesta les causó un impacto, al punto que mi madre empezó a leer el libro de la Christian Science y pronto se sanó de muchas enfermedades crónicas y en particular de una migraña que la dejaba en cama por largos días. Ni aun la morfina que le inyectaban le calmaba el dolor. Mi madre tomó instrucción en clase de la Christian Science poco después que yo. Varios de mis hermanos también se interesaron en la Christian Science y comenzaron a leer el libro.

Ya han pasado casi veinticinco años desde que comencé a estudiar la Christian Science y desde entonces no he vuelto a tomar ningún medicamento. Tengo una carrera profesional que me llena de satisfacción y por medio de la cual puedo ayudar a muchas personas. No solamente estoy más saludable y feliz, sino que puedo decir con absoluta convicción que me siento más cerca de Dios y que no tengo necesidad de ir a buscarlo a ningún otro lado.



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