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El Rincón Postal

Del número de octubre de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Querido Heraldo:

Gracias por su hermoso programa. Ha sido de gran ayuda para mí. Desde la edad de trece años he leído todos los Heraldos y he estudiado Ciencia y Salud. Hoy tengo 26 años y en todo momento recurro a Dios en oración.

Voy a relatarles un testimonio muy valioso de algo que ocurrió cuando yo tenía 15 años.

Éramos tres personas en mi casa y, una noche alrededor de la una de la madrugada, escuché a mi madre quejarse durante largo rato. Algo inquieta me levanté para despertarla pensando que tal vez tuviera una pesadilla. Me levanté y le hablé y me dijo que le dolía una muela, entonces le ofrecí un vaso de agua. Pero ella siguió empeorando, y me dijo que le dolía el corazón. Pero así como quien se resigna a morir; empezó a temblar, cambió de color y después ya no podía hablar. Yo estaba desesperada. Todo parecía estar en mi contra. Era medianoche, vivimos en una zona poco accesible, no tenemos teléfono ni carro, y el hospital está lejos.

Fue entonces cuando tomé valor y le pregunté si quería que le leyera de Ciencia y Salud, y ella asintió con la cabeza. Yo no sabía qué leer, así que recordé, o mejor dicho los pensamientos angelicales me iluminaron, y leí el Padre Nuestro con su interpretación espiritual, unas doce veces. Hubo momentos de temor, pero también tenía una fe muy grande, una confianza absoluta en Dios, y todo transcurrió en calma. Mi madre se fue quedando más tranquila y se acomodó para dormir, yo seguí repitiendo el Padre Nuestro. Después también me dormí. Cuando me desperté fui a ver a mamá y vi que ya no estaba acostada. Salí a buscarla y la encontré, para mi sorpresa, perfectamente bien preparando el desayuno. Sentí un alivio enorme. Cuando le pregunté sobre lo sucedido ella no recordaba nada. Mi hermano que es 8 años mayor que yo, es testigo de lo ocurrido esa noche. Y hasta el día de hoy mi madre no ha vuelto a padecer del corazón, enfermedad que la molestaba constantemente.

Esta curación está muy viva en mí, y cada vez que tengo un contratiempo me acuerdo de ella y mi fe en Dios se afirma más.

Hoy, con un poco más de entendimiento que cuando era niña, he sido bendecida con grandes curaciones físicas, morales, espirituales, y he sentido vivamente y, por sobre todo, el amor de Dios por mí y por todos sus hijos. Esto es algo que me llena de alegría y me hace muy feliz. No tengo más que darle las gracias a mi Padre-Madre Dios.

Gracias por su programa, es una bendición maravillosa para todos los radioescuchas y para los que trabajan en él. Como dice Ciencia y Salud: "Lo que bendice a uno, bendice a todos".

Hasta luego,


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