En los sitios de Internet y mensajes online abunda la gente que se niega por desconfianza a creer que está bien de salud, aunque el médico se lo haya dicho. Por ejemplo, Jimmy confesó: “No tengo razón alguna para creer que sufro de una enfermedad en particular, pero contra toda razón y lógica, simplemente creo que la tengo”.
Él sabe lo que es estar ansioso por la salud (se llama hipocondría), pero su diagnóstico médico no lo ha ayudado. Jimmy sigue acosado por ataques de pánico y por la duda de ¿pero qué tal si? Termina sus comentarios diciendo: “No tengo síntomas ni factores de riesgo, pero siento un miedo irracional que no logro controlar”.
Jimmy no es el único, hay millones de personas que se sienten abrumadas por la alarmante información sobre la salud —comerciales y programas que hablan de estar alerta a las señales de peligro y las razones por las cuales están en riesgo— que entran en pánico y piden ayuda a gritos. Aparentemente, hace siglos que la gente ha estado en peligro. ¿Te acuerdas de Job, quien en tiempos bíblicos dijo: “Me ha venido lo que tanto temía”? (3:25, según la versión King James).
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