Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

El poder sanador del perdón

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de octubre de 2013

Original en francés


El perdón sana. Nos permite ver a todos —a nuestros vecinos, familiares y amigos— como la creación perfecta de Dios, porque Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26).

Aprendí acerca de las bendiciones que trae el perdón hace muchos años, después que falleció mi esposo. Tuve que enfrentar grandes problemas. No era fácil estar sola con cuatro niños pequeños; el más chico tenía tan solo tres años. Mis suegros pensaban que yo era demasiado joven para cuidar de los niños por mi cuenta, aunque tenía 29 años. Así que decidieron casarme con mi cuñado. Cuando me negué a hacerlo, vinieron a mi casa y me dijeron que me fuera y dejara todas mis cosas. Fue entonces cuando me interesé mucho en la Ciencia Cristiana.

Mi padre había estado estudiando la Ciencia Cristiana durante algunos años, y me alentó a que tuviera esperanza en la infinita bondad de Dios. Él me había hablado antes de la Ciencia Cristiana y me había dado ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana en francés, que yo leía con sumo interés. Pero ahora, al ver el momento tan difícil que enfrentaba, me invitó a asistir a los servicios religiosos dominicales de la Ciencia Cristiana y a las reuniones de testimonios de los miércoles en su iglesia, y yo acepté la invitación.

El practicista con mucha paciencia me explicó la importancia del perdón para sanar y progresar en la vida.

Como mi situación familiar empeoraba, me pidió que visitara a un practicista de la Ciencia Cristiana, y así lo hice. El practicista me recibió con mucho afecto y escuchó todas mis quejas. Entonces me instó a que perdonara y amara a mis suegros. Le dije que eso sería imposible porque yo sentía que esa gente no me quería para nada, y merecían que se los tratara como ellos me trataban a mí. Pero el practicista, con mucha paciencia, me explicó la importancia del perdón para sanar y progresar en la vida. Así que le prometí que lo intentaría.

Mientras tanto, mi suegra y mi suegro dieron los pasos legales para obtener la custodia de los niños, y su pedido había sido otorgado, a pesar de mi oposición.

Algunos amigos me sugirieron que obtuviera asesoría legal para defender mis derechos, y eso fue lo que hice. Quiero destacar el hecho de que dar ese paso requería de mucho valor de parte de una joven viuda en mi país, donde las mujeres a veces son consideradas incapaces de manejar situaciones difíciles, y se las considerada inferiores a los hombres. Durante aquel tiempo, me apoyé en Dios con todas mis fuerzas para no sentirme abrumada por el desaliento. No lograba entender totalmente las promesas que hace Dios en la Biblia, pero pensaba mucho en el Salmo 37: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará” (véase versículo 5).

El abogado me aconsejó que solicitara formalmente la custodia legal de mis hijos, y la corte me la concedió. ¡Me sentí tan feliz! Siguiendo una vez más el consejo del abogado, también solicité que se me otorgara una sucesión estatutaria para que fueran reconocidos los derechos de mis hijos sobre los bienes de mi esposo. Un tribunal local examinó mi caso, y me dieron custodia de todas las posesiones de mi esposo en nombre de mis hijos.

Mis suegros apelaron el veredicto, así que fuimos a un tribunal superior, donde el veredicto fue sustentado. Mis suegros no quisieron aceptar la derrota, y apelaron a la corte más alta de mi país. En cierto momento durante la apelación, finalmente desistieron de su prosecución. Toda la situación duró unos tres años.

Gracias a mi estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido a mirar más allá de las apariencias y a ver a todos como el hijo amado de Dios. 

La Biblia me apoyó tremendamente durante esta prueba tan dura. Con frecuencia meditaba sobre la liberación de los hijos de Israel, en el libro de Éxodo (véanse capítulos 14 y 15). Los hijos de Israel eran oprimidos por los egipcios, pero cuando Dios los liberó de su esclavitud en Egipto, tuvieron todo tipo de dudas. Especialmente cuando llegaron al Mar Rojo, se preguntaron cómo podría Moisés salvarlos, puesto que los egipcios los seguían muy de cerca para destruirlos. No fue Moisés, sino Dios, el Amor divino, quien los liberó, abriendo el Mar Rojo para que pudieran cruzar sobre tierra seca y eliminando la amenaza de los egipcios. Y yo también fui liberada. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribió: “Dios es el legislador, pero Él no es el autor de códigos bárbaros” (pág. 381). Comprendí totalmente el significado de esto durante y después de los sucesos que he relatado.

Quiero mencionar que aunque el tribunal me dio la custodia de las posesiones de mi esposo como tutora de mis hijos, mis oraciones me guiaron a darles voluntariamente a mis suegros algunas de esas pertenencias. Sentía una gran compasión por ellos por haber perdido a su hijo, y los perdoné de todo corazón. Mantener una relación armoniosa con ellos era más importante para mí que tener todas las cosas de mi esposo. Desde entonces, mis suegros y yo hemos tenido una muy buena relación. El perdón sanó el resentimiento y el odio en ambas partes.

Gracias a mi estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido a mirar más allá de las apariencias y a ver a todos como los hijos amados de Dios. También he aprendido a ver la hermandad que une a todos los hijos de Dios. No puede haber opresión ni injusticia porque todos vivimos en la armonía divina.

Perdonar y avanzar en el camino nos libera de la esclavitud de los sentidos materiales que incitan el resentimiento y el deseo de buscar venganza contra aquellos que han obrado mal con nosotros. Este perdón nos ha permitido vivir en obediencia al mandato de Cristo Jesús: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44). A medida que amamos a aquellos que parecen ser nuestros enemigos, nos liberamos de la creencia en la realidad del mal y abrimos nuestros ojos a la omnipresencia del bien.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.