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Atentados suicidas en Rusia: ¿Puede la paz comenzar en mí?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 4 de febrero de 2014

Publicado originalmente el 7 de enero de 2014, en la edición online del Christian Science Monitor.


Yo vivo la mitad del año en Rusia, y si bien mi apartamento se encuentra en una ciudad muy alejada de Volgograd, el hecho de que no esté cerca de esta ciudad no disminuye de ninguna manera mi preocupación por la gente que vive allí, así como por los miles de visitantes que llegarán en estos días. Los Juegos Olímpicos se realizarán muy pronto, y quienes viven en este país, así como la comunidad de atletas de alrededor del mundo, están preocupados y tienen su pensamiento centrado en esta región del sur de Rusia.

Después de los ataques terroristas de la semana pasada en Volgograd, los cuales mataron e hirieron a mucha gente inocente, numerosos medios de comunicación empezaron a explorar las posibles razones detrás de esos ataques. Entre algunas de las posibilidades que planteaban se encontraba la necesidad de buscar represalia por las atrocidades cometidas en el pasado contra los grupos étnicos y religiosos de los atacantes, la sensación de que son privados de sus derechos civiles dentro de su nación, así como un sentimiento de desesperación y falta de esperanza ante los problemas políticos y religiosos que han sufrido por tanto tiempo.

Muchas personas, incluso yo misma, se preguntan si pueden hacer algo para ayudar a cambiar una situación tan preocupante. La historia está llena de este tipo de desafíos, sin embargo, ceder a la desesperanza ante situaciones como esa, nunca es la respuesta. La falta de esperanza lleva a que surjan emociones destructivas como son la impotencia, la envidia, el fariseísmo, el odio, la malicia y el deseo de revancha. Pero ese tipo de emociones no pueden mejorar nuestra vida actual, mucho menos construir un mundo mejor.

Es fácil creer que las acciones de una sola persona no pueden cambiar el mundo, y tal vez pensemos que lo único que podemos hacer es aceptar la situación. Aun así, la historia está llena de maravillosos ejemplos de personas que se negaron a ceder a la desesperación o a la impotencia. Al referirse al tema de la desesperación, Nelson Mandela dijo: “Yo soy un optimista... Parte de ser optimista es mantener la cabeza apuntando hacia el sol, y nuestros pies moviéndose hacia adelante. Hubo muchos momentos sombríos cuando mi fe en la humanidad fue puesta a prueba al extremo, pero yo no aceptaba ni podía rendirme ante la desesperación. Ese camino llevaba a la derrota y a la muerte” (“Time Life Books: Commemorative Life – Nelson Mandela,” p. 7).

La fundadora del Christian Science Monitor, Mary Baker Eddy, comprendía que con la desesperación y la violencia no se construyen la paz y la unidad. Ella también comprendió el poder que tiene cada individuo, cuando es guiado por la bondad de Dios, de contribuir a transformar nuestro mundo en un lugar donde la libertad y la igualdad no excluyen a nadie, sino que abrazan a cada persona con la esperanza de un futuro más brillante.

La Sra. Eddy manifestó: “Tu influencia a favor del bien depende del peso que eches en el platillo correcto de la balanza. El bien que haces e incorporas te da el único poder obtenible. El mal no es poder. Es un escarnio a la fuerza, que muy pronto delata su debilidad y cae, para jamás levantarse” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 192). Más adelante en el mismo libro, ella escribió: “La historia de los Estados Unidos, como toda historia, ilustra el poder de la Mente, y muestra que el poder humano es proporcional al modo correcto de pensar que incorpora. Unas pocas frases inmortales, exhalando la omnipotencia de la justicia divina, han sido potentes como para romper cadenas despóticas y abolir el poste de azotar y el mercado de esclavos; pero la opresión no terminó a causa del derramamiento de sangre, ni salió el soplo de la libertad de la boca del cañón. El Amor es el libertador” (pág. 225).

Cada uno de nosotros tiene un papel importante que desempeñar en cambiar nuestro mundo para mejor.

“El Amor es el libertador”. Esas inspiradas palabras nos recuerdan que cada uno de nosotros tiene un papel importante que desempeñar en cambiar nuestro mundo para mejor. A medida que individual y colectivamente optamos por seguir el ejemplo de Cristo Jesús y permitimos que el amor y todo lo que el mismo incluye —benevolencia, respeto, compasión, misericordia, perdón y moderación— llenen nuestros corazones, comenzaremos a expresar a cada hora y día, más de esos sanadores atributos en nuestra vida. Los pensamientos y acciones que proceden de estos móviles totalmente buenos, disolverán la obstinación y el temor que provoca la destructiva violencia del terrorismo.

La última estrofa de esta inspirada canción de paz, reitera el pensar de la Sra. Eddy, y nos recuerda que cada uno de nosotros puede ayudar a vencer el terrorismo:

Comience en mí la paz, prometo solemne hoy.
Y que por siempre así mantenga este voto fiel:
En todo sitio y para siempre en paz y amor vivir.
Sea en la tierra paz. Comience la misma en mí.
(Jill Jackson y Sy Miller, “Let’s there be peace on earth” [“Sea en la tierra paz”])

A medida que cada uno de nosotros decide hacer esta “promesa solemne”, juntos comenzaremos a ver el fin del terrorismo, y a vivir en un mundo lleno de paz.

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