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Ora por ti mismo a diario

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 11 de septiembre de 2015

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 6 de marzo de 1948.


Dios nos ha dotado a cada uno de nosotros con la habilidad de expresar Su poder divino en nuestra vida diaria. Pero para poder hacerlo, debemos tener presente la consciente unidad del hombre con Dios, la Mente eterna, pues, cuando uno toma consciencia de la presencia eterna de Dios  —que Él está más cerca que la atmósfera o la luz del sol— comienza a demostrar su unidad espiritual con el Padre. Alcanzar y mantener tal elevación y claridad mental, es el propósito de orar todos los días por uno mismo. Mary Baker Eddy escribe: “Simplemente tienes que mantener una percepción positiva, científica, de la unidad con tu fuente divina, y demostrarlo a diario” (Pulpit and Press, p. 4).

Una maestra en una ocasión les dijo a sus estudiantes que lo primero que tenían que hacer por la mañana, antes de visitar a sus amigos o reunirse con el público, era el trabajo mental. Ella insistió en que esto les daría una serenidad espiritual que no podía obtenerse de otra forma. De esa manera, su pensamiento se elevaría y obtendrían consciencia de su unidad con el Espíritu, la perfección del ser.

Uno de los primeros requisitos al orar por uno mismo, es echar el temor fuera del pensamiento. El temor es un enemigo del progreso. Comienza a desaparecer  a medida que se establece en la consciencia el hecho de que la única realidad es Dios y Su idea. Un estudiante puede contribuir a su progreso espiritual al comprender a diario la superioridad que tiene el hombre sobre la vejez, los accidentes, las enfermedades, la muerte y todo error. Junto con la negación de estos, debe venir la afirmación de la realidad espiritual de que el hombre es espiritual y vive en el Espíritu, Dios. Tiene que reconocerse que el error latente no tiene lugar alguno en la consciencia del hombre, y toda sugestión maligna y agresiva que puede que esté clamando para que se la escuche, debe ser silenciada. Una negación superficial del error no es por sí sola suficiente. La negación de las pretensiones del error deben ser específicas, y se deben usar verdades espirituales específicas para anularlas y asegurar nuestro progreso. Tal aclaración sistemática del pensamiento trae la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento humano.

La Mente de Cristo, la verdadera consciencia del hombre, está sostenida por Dios. No puede ser mesmerizada por las sugestiones mentales agresivas. En ella no hay ni el más mínimo rastro de sugestiones mentales agresivas que pudieran atemorizarnos, desviarnos, disuadirnos o impedirnos hacer el trabajo que tenemos que realizar hoy. Estar constantemente vigilantes es el precio que debemos pagar para cuidar adecuadamente nuestro hogar mental.

En el Manual de La Iglesia Madre, bajo “Alerta al deber”, Mary Baker Eddy dice: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad” (Art. VIII, Sec. 6). Nuestro deber para con Dios es no servir a otros dioses, solo al único Dios infinito, quien es infinito Principio, Vida, Verdad, Amor, Espíritu, Alma, Mente. Nuestro deber para con nuestra Guía, la Sra. Eddy, es seguir sus enseñanzas lealmente y darle el lugar que le corresponde por derecho en el movimiento de la Ciencia Cristiana. Nuestro deber para con la humanidad es amar a nuestro prójimo como la propia imagen y semejanza de Dios.

El mal es siempre irreal. No es el hombre, porque el hombre es la idea perfecta y espiritual de Dios. El mal es solo un sentido falso, el opuesto de lo que es verdad. Por lo tanto, el único lugar donde puede dominarse el error es en la consciencia, en nuestro propio pensamiento, no en el pensamiento de nuestro prójimo. Cualquiera sea la discordancia que parezca enfrentarnos, debemos ver su irrealidad en nuestro pensamiento. No tiene más realidad que la que le demos. Orar por nosotros mismos es nuestra línea de ataque. Su propósito principal es limpiar nuestro pensamiento de todos los conceptos acerca de la existencia que no deriven de Dios. En este proceso de limpieza naturalmente ayudamos a otros, puesto que los buenos pensamientos, que expresan a Dios, bendicen a todos aquellos sobre los que reposan.

Cuando nos sentimos tentados a hacer una realidad del error de otra persona, inconscientemente nos ponemos del lado del error. Alguna creencia en la realidad del mal que no hemos resuelto en nuestro pensamiento, nos puede hacer creer que el error de otra persona es realmente su individualidad.

Un hombre que había sido sanado en la Ciencia Cristiana, no había logrado obtener una clara comprensión de ella con su estudio, y como resultado había avanzado muy poco. Como se sentía insatisfecho con su falta de progreso, le pidió consejo a un practicista de la Ciencia Cristiana. Le dijo al practicista que él estudiaba la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana todos los días, leía las publicaciones periódicas, y asistía a los servicios religiosos y a las conferencias de la Ciencia Cristiana. Se le preguntó si se daba un tratamiento a sí mismo todos los días, y su respuesta fue “No”. Él suponía que su programa de estudio era suficiente, y que orar a diario por él mismo no era necesario.

El practicista le sugirió que leyera todo lo que dice la Sra. Eddy sobre el tratamiento en sus diversos escritos. Se le señaló claramente que un problema humano se resuelve, es decir, se vuelve irreal, mediante el trabajo mental diario por uno mismo, y que el trabajo incluye desenredar nuestro pensamiento de las marañas del sentido material. Lo que él necesitaba realmente era una comprensión básica, fundamental, de la realidad espiritual, Dios y Su idea, con la cual él podía sanarse a sí mismo. El practicista lo ayudó cada día por un tiempo para que obtuviera más de esa comprensión mediante el estudio y trabajo mental inteligente, y a su debido tiempo él no solo pudo sanarse a sí mismo, sino también sanar a otros.

Si alguien quiere salvarse totalmente del pecado, la enfermedad y la muerte, tiene que percibir mentalmente la irrealidad de lo que el sentido material llama su experiencia mortal, y llegar a comprender que su única historia verdadera es espiritual. El hombre ya está establecido como la expresión individual de la Mente divina. Es importante negar todo error o pecado en este período humano de vida, y declarar con comprensión el hecho contrario, es decir, la existencia espiritual. La única forma correcta de vivir es mantener el pensamiento unido a Dios, caminar y hablar con Él. Entonces el Espíritu, la Mente, eclipsará las discordancias de la materia y traerá curación. La obstinación, la justificación propia y el amor propio deben superarse, porque son obstáculos para la curación. Ocultan la unidad del hombre con Dios.

Cristo Jesús es nuestro ejemplo para la curación por el poder del Espíritu. La base sobre la cual se realizaba su obra de curación era la unidad del hombre con el Padre. En una ocasión Jesús dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30), y en otra dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). La Sra. Eddy escribe: “Así como una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 361).

Se requiere de gran humildad para demostrar la unidad del hombre con Dios. El orgullo humano y la obstinación no forman parte de esta demostración. La unidad con el Padre solo se alcanza a medida que los mortales dejan de lado la naturaleza carnal y expresan la naturaleza divina. Orar a diario por uno mismo con comprensión, es esencial para el logro de los objetivos más elevados y dignos de alcanzar.

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