En una ocasión, Cristo Jesús tenía hambre, por lo que él y sus discípulos se acercaron a una higuera, pero esta no tenía ninguna fruta, solo hojas. Al descubrir que el árbol estaba dando una señal falsa —las hojas eran una señal de que el árbol debía tener fruto— Jesús declaró: “Nunca jamás nazca de ti fruto”. Como resultado el árbol se secó. La Biblia continúa diciendo: “Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho” (Mateo 21:18-21).
Uno podría interpretar este incidente como una ilustración del dominio que tenía Cristo Jesús sobre la creencia o concepto que no es productivo. Mediante el sentido espiritual, podemos discernir que algo es infructuoso aun cuando haya evidencias —simbolizadas por las engañosas hojas de la higuera— que parezcan presentar un estado aparentemente normal. Necesitamos hacer este discernimiento especialmente cuando enfrentamos este tipo de situaciones porque la falta de productividad es por lo general más que un estado de estancamiento de las cosas. Puede ser el comienzo de algo que terminará por transformarse en una actividad contraproducente.
Jesús comparó el proceso en que se marchitó la higuera, con la remoción de montañas, y afirmó que se requería una fe sin sombra de dudas para lograrlo. Esta acción de Jesús puede ser muy útil para aquellos que tienen que lidiar con la falta de productividad.
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