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Curación en la Ciencia Cristiana: ¿Mito o realidad?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 31 de octubre de 2016

Original en francés


Desde 2005, Radio Kinshasa ha estado produciendo y transmitiendo un programa llamado “La curación espiritual hoy” en la República Democrática del Congo y en otros países de habla francesa en África. A continuación se presentan extractos de uno de estos programas. La presentadora, Consolata Rosa Nzeeb-Benedict, entrevista a James Pascal Bikaï, CSB, un practicista y maestro de la Ciencia Cristiana en Camerún.

“La curación solamente mediante la oración, ¿es un mito o una realidad?” Nuestro invitado nos dice que la curación es una realidad demostrable. Su nombre es James Pascal Bikaï, y es conferenciante, practicista y maestro de la Ciencia Cristiana, en Yaoundé, Camerún.

¿De qué manera tiene lugar la curación en la Ciencia Cristiana?

La curación tiene lugar cuando oramos sobre la base de que Dios es el creador y el hombre es Su reflejo. Ocurre cuando renunciamos a la creencia de que podemos ser algo más que la imagen de Dios. Y cualquiera sea la situación, este proceso de curación no es un mito, es una realidad. Puede suceder en nuestras vidas diarias.

Si la curación en la Ciencia Cristiana es un mito o una realidad, creo que es una pregunta que vale la pena hacerse, porque podemos tener la impresión de que la curación espiritual es un milagro, algo imposible que se convierte en posible. Así es como un milagro es visto generalmente. Pero la Ciencia Cristiana nos enseña que un milagro es normal y naturalmente posible.

Sí, ¿pero es fácil? Hay personas que piensan que están orando todos los días, y que piden a Dios una respuesta a sus problemas, pero la respuesta no llega. ¿Estas personas no están orando en realidad? ¿Cómo deberían orar? Están en casa... ¿dónde empiezan?

La Ciencia Cristiana explica que la oración no es pedirle a Dios que nos haga bien, sino que se trata de reconocer que Dios es Amor y está siempre presente. Jesús nos pidió que entráramos en un aposento y cerráramos la puerta para orar en secreto, “y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).

Nuestro aposento, en este caso, es nuestro pensamiento, nuestra consciencia. Es allí donde todo sucede. En su libro, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Para orar correctamente, debemos entrar en el aposento y cerrar la puerta. Debemos cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales. En el santuario callado de las aspiraciones sinceras, debemos negar el pecado y declarar la totalidad de Dios” (pág. 15). Me gusta ese pasaje porque nos muestra exactamente qué hacer: negar el pecado y declarar la totalidad de Dios. “En el santuario callado de aspiraciones sinceras”, la oración no es pedirle a Dios que haga algo, sino que es volverse conscientes de la presencia de Dios, y en consecuencia, lo que parece ser una dificultad no tiene más realidad para nosotros si comprendemos que Dios llena todo el espacio. No necesito pedirle a Dios que venga. Yo sé que Él ya está aquí. Esta convicción es la oración. Comprendo que Él está aquí. Y cada uno de nosotros puede hacer esto.

Podría parecer que nuestros pecados nos alejan de la presencia de Dios…

Me gusta la parábola del hijo pródigo, ya que muestra claramente que es posible regresar a la comprensión de que en realidad nunca estamos separados de Dios. Dios es Amor. Él está siempre ahí para darnos la bienvenida. El hijo pródigo sufrió por su comportamiento y volvió en sí. Decidió volver al Padre. Primero, reconoció que había cometido un error; segundo, tomó la decisión de regresar al Padre. Por lo tanto, tenemos confesión, en el reconocimiento del error, pero también tenemos el arrepentimiento, en el deseo de cambiar. Este joven ha tomado una decisión radical y definitiva. Ha vuelto al Padre. Y eso es arrepentimiento, ha cambiado. (Véase Lucas 15:11-32).

¿Queremos cambiar? ¿O queremos que Dios nos perdone y luego empezamos de nuevo otra vez con el pecado? Esta es una pregunta fundamental. Parecería como si nuestros pecados nos alejaran de las presencia de Dios. Por lo tanto, tenemos que deshacernos del pecado. Por eso Mary Baker Eddy nos dice: “… debemos negar el pecado y declarar la totalidad de Dios”. Pienso que nosotros podemos y debemos hacer esto todo el tiempo. Cada vez que negamos el pecado y declaramos la totalidad de Dios, comprendiendo la necesidad de volver sobre nuestros pasos y emprender el camino de la obediencia a Dios, estamos orando.

Por medio de la Ciencia Cristiana, uno puede ser sanado del pecado, deshacerse de él, pero también ser sanado de una enfermedad. Ahora bien, ¿cuándo debemos “negar” la enfermedad?, ¿cómo hacemos esto? ¿Tenemos que cerrar nuestros ojos y decir en voz alta: “¡Caso de malaria, yo te niego!” ¿Cómo funciona esto?

Cuando afirmamos la verdad acerca de Dios y el hombre tan claramente, que nuestra creencia en la enfermedad es reemplazada por el entendimiento de nuestra verdadera armonía, nos encontramos a nosotros mismos curados. La enfermedad es el resultado de la creencia de que la vida está en la materia, en la carne. Como sabes, Jesús dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (Juan 6:63).

Hace mucho tiempo, un fin de semana, me vino un dolor de estómago muy fuerte. La situación era muy difícil de manejar físicamente. Pero como estoy acostumbrado a orar para reconocer que, en realidad, nunca estoy separado de Dios, oré para ver que lo que estaba sintiendo no venía de Dios. Pasé el viernes y el sábado orando de esa manera. No fue fácil, pero yo sabía que esto no me pertenecía, puesto que yo era la imagen de Dios. No tenía nada que temer porque estaba seguro de que Dios me había creado a Su imagen, y Él mantiene la perfección de Su imagen.

El sábado a la mañana, estaba estudiando la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana para poder establecer mejor esta comprensión y retuve solo una idea, mencionada anteriormente: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. El Espíritu es Dios, y yo soy espiritual, porque tengo mi fuente en Dios. Comprendí esa verdad, y ese día dormí como un bebé. Prácticamente no había dormido en los últimos dos días ya que iba y venía entre el dormitorio y el baño. El problema se detuvo de golpe. Fue maravilloso.

No fue un milagro en el sentido de que lo que parecía ser imposible se hizo posible, pero fue una maravilla ver que uno puede confiar en Dios por completo. Siempre podemos ser conscientes del hecho de que nunca estamos separados de Dios y que nuestra verdadera naturaleza nunca ha sido tocada en la realidad. Fui curado al orar de esta manera, y he tenido muchas otras curaciones.

¿Oramos de la misma manera para los problemas de relaciones?

Sí, podemos proceder de la misma manera. El Padre nuestro, la oración que Cristo Jesús nos dejó, satisface todas nuestras necesidades, ya que nos lleva de regreso a la fuente. Comienza con “Padre nuestro que estás en los cielos”. Y cuando decimos “nuestro”, debemos estar plenamente conscientes de que se trata no sólo de nuestro propio Padre, sino del Padre de todos.

Cualquiera que sea la naturaleza del conflicto, podemos superarlo y demostrar que todos tenemos el mismo Padre. “Nuestro” es incluyente, no excluyente. La comprensión de que tenemos un Padre nos une a todos en el mismo origen, y nos muestra que todos somos la imagen de Dios; esta es la identidad de todos nosotros.

Volviendo al tema de la curación en la Ciencia Cristiana, mito o realidad ¿cuál es el mensaje?

Es importante desmitificar la curación en la Ciencia Cristiana, lo que significa que debemos demostrar que es un proceso normal. No es un mito, no es algo oculto. No es mágico. Es accesible. La curación cristiana es una realidad, y todo el mundo puede beneficiarse de ella.

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