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¡Sellemos las brechas!

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 11 de marzo de 2021


Hace varios años, durante lo que muchas personas llaman la “temporada de frío y gripe”, tuve síntomas de un resfriado agresivo. Esto era inusual para mí. Normalmente me mantengo saludable recurriendo a Dios, a través de una comprensión de la Ciencia Cristiana, afirmando que mi Hacedor no creó la enfermedad, por lo que las dolencias no son Su voluntad para la humanidad; por lo tanto, ni yo ni nadie más puede sufrir de ellas. Dios es Amor, y todo lo que Él da a Sus hijos debe expresar Su tierna benevolencia. Con esta comprensión, fue natural para mí confiar en que no podía tener ni contraer nada que Dios no me estuviera dando.

Una fuerte protesta en oración a este respecto normalmente hacía desaparecer casi de inmediato cualquier sugestión de enfermedad que estuviera enfrentando. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy afirma: “Erradica la imagen de la enfermedad del pensamiento perturbado antes que haya tomado forma tangible en el pensamiento consciente, alias el cuerpo, y evitas el desarrollo de la enfermedad” (pág. 400). Esto indica que es la “imagen de la enfermedad” la que debe ser expulsada del pensamiento, no una condición de enfermedad que necesita ser eliminada de un cuerpo físico. La enfermedad es un pensamiento equivocado, el cual se erradica al permitir que los pensamientos de Dios llenen nuestra consciencia con la luz de la Verdad. Sin embargo, esta vez no me sentía bien en absoluto. Parecía como si la enfermedad de alguna manera hubiera “entrado”, y ahora la estaba padeciendo. 

Como estudiante de la Ciencia Cristiana, tenía la firme convicción de que nunca había vivido, ni siquiera por un momento, fuera del “lugar secreto del Altísimo” o fuera de “la sombra del Omnipotente”. Por lo tanto, nunca había estado expuesta al contagio. Confiaba plenamente en la promesa del salmista de que “no te vendrá ningún mal, ni ninguna plaga tocará tu morada” (Salmos 91:1, 10, KJV). Sabía que no podía separarme ni siquiera temporalmente del amor y la protección de Dios, y también sabía que podía recurrir a Él en oración. 

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