Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Para jóvenes

Cuando sientes que eres una víctima

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de febrero de 2021


Debido a que sufrí de abuso cuando era niña, me sentí una víctima durante la mayor parte de mi juventud. Para ser sincera, casi me deleitaba ser una víctima, porque esa etiqueta venía acompañada de un sentido de identidad. Me brindaba un sentimiento de “pobre de mí”, que en mi cabeza se traducía como “soy especial”.

A finales de mi adolescencia, mi identidad pasó de “víctima” a “sobreviviente”. Eso parecía mejor, pero todavía me sentía vulnerable, emocionalmente golpeada e irreparablemente dañada por las acciones de personas en mi vida que deberían haber comprendido mejor lo que pasaba.

De verdad parece como si fuéramos el producto de nuestro medio ambiente, ¿no? Una combinación de genética, crianza y nuestras experiencias pasadas. Es fácil sentirnos victimizados, e incluso definidos, por todas las cosas que nos sucedieron y que no pudimos controlar.

Pero cuando empecé a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy a los veinte años, comencé a aprender que nuestra verdadera identidad no proviene de circunstancias humanas: se origina en Dios. Y encontré una manera totalmente diferente de definirme a mí misma, una manera centrada en Dios, derivada de Dios. Esto finalmente llevó a una vida libre de las limitantes etiquetas a las que me había aferrado.

Al leer Ciencia y Salud, comencé a entender más profundamente que Dios nos creó espiritualmente como Sus hijos e hijas, y que nuestro Progenitor divino nos ama a cada momento. Eso significa que quienes somos no puede cambiar, no importa cuáles sean nuestras experiencias. Estamos intactos. Estamos enteros. Somos completos. Cuando aceptamos esto como la verdad de quiénes somos, podemos empezar a revisar cómo nos vemos a nosotros mismos.

Esto es completamente diferente de pensar que nuestras experiencias nos dan forma. La realidad espiritual es que no podemos ser victimizados, lastimados o heridos, porque la manera en que Dios nos creó es permanente, es indiscutible.

Se nos ha dicho que es importante reconocer que somos víctimas y sobrevivientes de cosas terribles. Pero, aunque indudablemente no ignoramos las cosas malas que nos han pasado a nosotros o a los demás, desafortunadamente, identificarnos con un problema no puede liberarnos. Incluso los escasos sentimientos de valoración, que pueden provenir de pensar en nosotros mismos en relación con las cosas malas, al final no dan resultado, porque nos dejan atrapados en el concepto de que nuestra identidad está dañada, en lugar de hacernos avanzar.

Otro aspecto de pensar en nosotros mismos como víctimas —ya sea de algún tipo de trauma, o incluso de algo como una relación que no funcionó— es que hemos renunciado a nuestro poder. Esto significa que no podemos hacer nada para ayudarnos a nosotros mismos. Estamos a merced de las circunstancias, de lo que otros hacen o no hacen, por ejemplo.

Pero nadie realmente quiere estar indefenso, y nosotros no tenemos que estarlo. La Sra. Eddy nos dio una salida cuando escribió: “Sepan, entonces, que poseen poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada puede desposeerlos de su herencia e infringir el Amor” (Pulpit and Press, p. 3). Para mí, esto significa que podemos decidir si vamos a estar del lado de la víctima o poner nuestros pensamientos del lado que está fundado en Dios y basado en Dios.

Cuando, a través de la oración, decidimos ver las cosas como Dios las ve —sostenidas y protegidas por el Amor divino, que es otro nombre para Dios— encontramos que nuestra forma de pensar cambia. Pasamos de creer que estamos indefensos a sentir el poder de Dios con nosotros. 

A medida que nuestra percepción de nosotros mismos sea transformada, nuestra experiencia reflejará ese cambio. En mi vida, cuando mi concepto de mí misma se arraigó más espiritualmente, poco a poco pasé de sentirme impotente a tener el control, de sentirme débil a saber que era fuerte. Ya no me sentí tan a merced de mis circunstancias.

Este tipo de cambio es posible para todos. Cuando elevemos nuestro punto de vista de víctima, o incluso de sobreviviente, a una mejor comprensión del cuidado siempre presente de Dios por cada uno de nosotros como Su hijo, encontraremos una identidad llena de satisfacción, esperanza y posibilidades.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.