La humanidad ha sido víctima durante mucho tiempo de fuerzas naturales erráticas, o actos de Dios, como se los llama comúnmente. ¿Siempre será así? No si estamos dispuestos a abordar el desafío a través de la Ciencia divina, comenzando con la visión revelada a Elías acerca del Ego divino.
La Biblia relata que Elías, huyendo de la muerte a manos de la enfurecida reina Jezabel, ascendió al Monte Horeb buscando que su Dios lo consolara. Allí, un impresionante espectáculo de fuerzas físicas violentas desfiló ante él. Primero, un poderoso viento que rompía las rocas, luego, un terremoto y, finalmente, fuego. Pero Elías se dio cuenta de que “el Señor no estaba en el terremoto”, tampoco en el viento ni en el fuego. Por fin, Elías escuchó y recibió el amor ministrante de Dios por medio de “una voz callada y suave” (1 Reyes 19:11, 12, KJV).
Durante la época de Elías, la gente creía que Dios era a veces una personalidad temible, y este concepto erróneo de la naturaleza de Dios todavía es ampliamente aceptado hoy en día. Sin embargo, la experiencia de Elías reveló categóricamente que la naturaleza de Dios no se manifiesta en las fuerzas naturales destructivas.
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