Mencionar los bancos y Wall Street, y las conversaciones sobre la economía a menudo tienden hacia sus aspectos codiciosos, inmorales e inescrupulosos. O bien pueden sacar a relucir temores de imprevisibilidad, incluso volatilidad, junto con una sombría perspectiva de escasez. No obstante, la definición más antigua de la palabra economía tiene que ver con la responsabilidad, la estabilidad y la legalidad. La palabra proviene del griego oikonomia, que significa “administración del hogar”. Las Escrituras asocian la administración de una casa u hogar con la sabiduría: “Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará” (Proverbios 24:3). Esto nos asegura que la sabiduría nos da la visión y la inspiración para manejar todos nuestros asuntos y actividades con eficacia.
Jesús lleva esto un paso más allá, al indicar que la comprensión espiritual de sus enseñanzas es la sabiduría que construye y mantiene esta “casa” de una manera estable y armoniosa: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). Jesús dijo esto al finalizar su Sermón del Monte, sus esclarecedoras enseñanzas acerca del amor. De manera que el individuo que se adhiere a estas enseñanzas es un hombre sabio que administra su casa o economía sobre la base de las enseñanzas de Cristo, sobre las leyes del Amor divino.
Mary Baker Eddy reconoció que toda obra eficaz de la iglesia comienza desde esta base. Ella incluyó el siguiente Estatuto en el Manual de La Iglesia Madre: “Dios exige que la sabiduría, la economía y el amor fraternal caractericen todos los actos de los miembros de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico” (pág. 77). Esto coincide bellamente con las enseñanzas de Jesús sobre el tema. Y afirma que “Dios exige” esto de nosotros; en otras palabras, la demanda es divina, no humana.
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