Como una forma de superación personal, últimamente he estado haciendo un ejercicio innovador: A lo largo del día, simplemente tomo nota de cada ocasión en que pienso o digo erróneamente algo que sugeriría que el mal es un poder real y activo. Me sentí impulsado a comenzar este ejercicio cuando leí acerca de la respuesta de Cristo Jesús a Pilato después de que este declaró que tenía el poder para provocar su muerte. El Maestro dijo: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Juan 19:11).
¿Por qué diría Jesús tal cosa? ¿No son reales los poderes del mal? Después de todo, vemos evidencia clara de ellos en acción todos los días. ¿Estaba Jesús simplemente ignorando tímidamente lo que existe y es peligroso?
Podríamos considerar que Jesús quizás comprendía algo acerca del universo que no era tan obvio para la persona que lo amenazaba. ¿Estaba Jesús consciente de una presencia —una omnipresencia— que excluye total y completamente la existencia del mal?
Jesús dio a entender que conocía la omnipotencia del bien cuando dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Dios, como Jesús a menudo demostró, es el único poder que existe. La bondad absoluta e indiscutible de Dios fue el fundamento de la mentalidad de Jesús y, por lo tanto, de toda su obra sanadora. Dios es uno, un solo poder, que no es el bien atenuado, sino siempre entera y completamente bueno.
Este es un ejemplo del modo en que Jesús percibía el poder de Dios y Su creación: Una vez, Jesús y algunos de sus estudiantes se encontraron con una persona que había nacido ciega (véase Juan 9:1–7), y los discípulos asumieron de inmediato que el mal, la ceguera, era legítimo, incluso justificable.
No obstante, Jesús vio el caso de manera muy diferente, como lo evidenció la forma en que comenzó a decir que en el hombre no se vería el mal, sino las obras de Dios. Si Dios fuera una combinación de bien y mal, entonces la ceguera podía ser un elemento esperado de Su creación. Pero Jesús, al estar consciente de la naturaleza puramente buena de Dios, excluyó la posibilidad de admitir la presencia del mal en cualquier persona o en cualquier lugar.
Esta perspectiva espiritual tuvo un efecto profundo. Muy pronto, el hombre pudo ver perfectamente. Además de asombrar al individuo que fue sanado, esta experiencia debe de haber tenido un impacto inmenso en esos estudiantes. Por más tremendamente injusta que pareció ser la ceguera congénita, los estudiantes observaron que Jesús no reconoció, ni siquiera levemente, lo que aparentaba ser una acción del maligno. Para Jesús, no había necesidad de pedirle a Dios que luchara contra el mal injusto; solo era necesario reconocer en oración que el único poder y presencia que alguna vez pudieron prevalecer en la vida del hombre siempre había sido la bondad total de Dios; en otras palabras, las “obras de Dios”. A través de esta oración, no se corrigió el mal real, sino la mentira de que el mal es real.
¿Reconocer claramente la irrealidad del mal —y la absoluta realidad de Dios, el bien— es algo reservado solo para unos pocos elegidos? No, este conocimiento es para todos. En su libro sobre la curación cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice: “Nuestro Maestro echaba fuera los demonios (males) y sanaba a los enfermos. También se debiera poder decir de sus seguidores que ellos echan fuera el temor y todo el mal de sí mismos y de otros y sanan a los enfermos. Dios sanará a los enfermos por medio del hombre, siempre que el hombre esté gobernado por Dios. La Verdad echa fuera el error ahora tan ciertamente como lo hacía hace diecinueve siglos” (págs. 494-495).
Esta perspectiva alentadora es la razón por la que me impongo el desafío de ser más constante al identificar en mis pensamientos y observaciones toda instancia en la que asumo erróneamente la legitimidad del mal. Siento que tengo que permanecer consciente de adónde permito que vayan mis pensamientos. Pero saber que Dios, el bien, es el único poder y presencia hace que comprenda claramente que las impresiones de que el mal supuestamente actúa y es real son ilusiones no hechos.
Las sugestiones de la realidad del mal a veces son sutiles. Aunque uno reconoce con firmeza que solo Dios es real, no obstante, a veces las suposiciones inexactas acerca de Dios y el mal pueden resultar en pensamientos como estos: “El mal ciertamente me grita hoy”; “El mal se está saliendo con la suya”; “El mal me está haciendo esto y aquello a mí o a mis seres queridos”; “El mal quiere frustrar el bien en mi vida y lo está haciendo”.
Estas son cosas que uno nunca escucharía decir a Jesús. Si el mal fuera un poder o una personalidad, Jesús nos lo habría dicho. Habría explicado que el Primer Mandamiento es incorrecto y que existen poderes perversos para amenazar y dañar tanto a Dios como a Su creación. Ciertamente, tales nociones pueden parecer verdaderas desde una perspectiva mortal limitada, pero siguen siendo eternamente falsas y una desviación del cristianismo.
¿Cuáles son algunos pasos útiles para liberarnos de las creencias arraigadas, erróneas y habituales en el mal? He aquí un enfoque único basado en la oración: Cuando una creencia en el mal parece afianzada, simplemente trata de observar cada vez que pienses o expreses algo que implique la validez del mal. En mi propia práctica, he descubierto que este enfoque me ayuda a no identificarme personal y directamente con la mentira, ya que las mentiras se ven con más claridad como sugestiones impotentes que no tienen una fuente real. Esto hace que sea más fácil reemplazar los pensamientos erróneos por pensamientos verdaderos, lo que motiva a tener consciencia de la omnipotencia de Dios. ¡Pronto, tus pensamientos mejorarán espontáneamente!
Mary Baker Eddy escribe: “El error que ha sido descubierto ya tiene las dos terceras partes destruidas y la última tercera parte se destruye a sí misma, pues el resto sólo estimula y da lugar a demostraciones superiores” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 355). Al entender que los pensamientos malvados no tienen origen ni fundamento, comprendemos mejor cómo es que solo Dios es poder.
Siguiendo el ejemplo de Jesús, todos podemos reconocer claramente que el mal solo podría tener poder sobre nosotros si Dios se lo otorgara, algo que es imposible para Dios, quien es solo bueno. Afortunadamente, dentro de toda la creación divina, y en cada caso y momento, solo “las obras de Dios”, las obras del bien realmente existen y tienen autoridad siempre.