Tal vez sientas que tu Navidad está demasiado llena de actividades o expectativas después de la tan disminuida Navidad del año pasado, o demasiado llena de cuestionamientos acerca de si es conveniente celebrarla bajo la sombra de la continua incertidumbre. O quizá tus festividades no están lo suficientemente llenas, porque estás a la espera de una invitación para reunirte con amigos o familiares. Cualquiera sea el caso, ¿no necesitamos sobre todo que la Navidad esté llena de alegría, de la “paz en la tierra, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14, KJV) que estuvieron presentes en el nacimiento de Cristo Jesús? Sin la gracia que acompaña al Cristo, realmente no estamos celebrando la Navidad, y podemos sentirnos vacíos.
Cuando era estudiante universitaria viajé al extranjero, y pasé la Navidad en una pequeña ciudad en los Andes. El día de Navidad, sin familia y sin las celebraciones tan conocidas, me sentí sola. Mientras caminaba por las calles, cantaba un himno titulado “Alba de Navidad” para hacerme compañía. Este trata del nacimiento de Jesús, y acerca del Cristo eterno que él personificó. El himno es el arreglo de un poema de Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia Cristiana. Esta sincera petición al final del mismo se convirtió en mi oración:
(Llénanos hoy
con todo lo que tú eres: sé tú nuestro santo,
nuestro apoyo, siempre.
(Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 23, según versión en inglés)
¿Cómo se sentirá estar lleno del Cristo, me pregunté? Ciertamente, estar lleno del Cristo significaría experimentar lo que Cristo Jesús, el Hijo de Dios, experimentó: alegría, por ejemplo, y afecto, y la certeza de que Dios nos ama.
La soledad me dejó cuando abrí mi corazón al obsequio que Dios dio al mundo: el Cristo. El Cristo me colmó de la cálida certeza de que todos somos los hijos amados de Dios, siempre queridos y cerca de nuestro Padre-Madre. Sentí el amor que Dios tiene por toda la creación, incluyéndome a mí y a toda la gente de esa ciudad. Caminando bajo una lluvia ligera, estaba lista para sentirme como en casa con amigos o extraños, o incluso sola.
Jesús fue único en su cumplimiento de las profecías bíblicas con respecto al Cristo. No obstante, el poder supremo de Dios, del Amor, que le dio a Jesús la victoria sobre la soledad y el rechazo, está con cada uno de nosotros. “De su plenitud tomamos todos”, dice el escritor de un Evangelio (Juan 1:16).
El espíritu del Cristo que recibimos es nuestro despertar espiritual a lo que Jesús enseñó acerca de Dios como Amor y Vida omnipresentes, nuestro creador. Entonces, estar llenos del Cristo es estar conscientes de nuestra unidad con Dios.
En un discurso público, la Sra. Eddy dijo: “La personalidad de Jesús en la carne, en la medida en que podía percibirla el sentido material, era igual a la de otros hombres; pero la Ciencia cambia este concepto humano acerca de Jesús por el ideal divino, su individualidad espiritual que reflejaba el Emanuel, o ‘Dios con nosotros’” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 103). Jesús se conocía a sí mismo como el reflejo espiritual de su Padre, Dios. Y nos mostró nuestra verdadera identidad como el hombre de Dios, como el reflejo puramente espiritual o la actividad del Amor.
Es muy fácil dejar que la temporada navideña se llene de autocrítica o de opiniones severas sobre los demás. Pero a medida que el espíritu del Cristo —la consciencia de ser los hijos e hijas amados de Dios— impregna nuestro pensamiento e impulsa nuestras acciones, somos libres de practicar el amor fraternal. La amabilidad es especialmente necesaria este año para superar la ansiedad a medida que las personas se reúnen después de estar separadas por tanto tiempo. En este sentido, se podría decir que la Navidad está llena de oportunidades de tratarnos a nosotros mismos y a los demás como los propios hijos del Amor divino, a salvo y completos. Al hacerlo, estamos creciendo en “el conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
Los sentimientos de descontento durante la época de Navidad, a menudo provienen de cosas que no son exactamente como las deseamos. Tener un enfoque empeñado en lo que queremos esconde el espíritu del Cristo dentro de nosotros. La voluntad humana es lo opuesto al Cristo. En cambio, podemos dedicarnos a demostrar nuestra verdadera naturaleza espiritual.
La naturaleza que Dios nos dio no es una mente y un cuerpo físicos, sino nuestro reflejo individual de la plenitud de Dios: nuestra semejanza al Cristo o expresión única de las cualidades divinas que reflejan y glorifican a Dios. La paciencia, por ejemplo, puede ayudar a eliminar la irritación dentro de una familia. La generosidad detiene el miedo, el resentimiento y la fatiga. La mansedumbre responde con gracia a un cambio de planes. Estas cualidades espirituales, y tantas otras, constituyen la plenitud de lo que realmente somos como el reflejo del Espíritu, Dios.
Cuando pensemos y actuemos con cualquiera de las hermosas cualidades que Jesús vivió tan plenamente, tendremos una Navidad llena del Cristo. El Cristo nos asegura continuamente que en verdad somos los amados del Amor divino y podemos sentir la presencia del Amor dondequiera que estemos. El Amor infinito no deja a nadie fuera de su abrazo tierno. Qué maravilloso saber que esto es cierto en estas fiestas, para nosotros y para todos los que conocemos.
Susan Stark
Gerente de Redacción
