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Sana preocupaciones maternas con el Amor divino

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 3 de mayo de 2021


Desde que era una niña en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, me habían enseñado que no había nada que temer en ninguna parte, en ningún momento, porque Dios está siempre conmigo. Pensé que había aprendido bien esta lección, y realmente me sentía bastante intrépida ante los desafíos de la vida. 

Pero cuando empecé a explorar más detenidamente mi pensamiento, descubrí un clamor de declaraciones que comenzaban con “Tengo miedo”; especialmente en relación con mis hijos a medida que crecían y se volvían más independientes. Por ejemplo, “Tengo miedo de que no estará a salvo”. “Tengo miedo de que no será capaz de ganarse la vida en esa carrera”. “Tengo miedo de que nunca encontrará un trabajo que a ella le guste”. O, “Me gustaría que se estableciera y lograra algo”, lo que en realidad significaba: “Tengo miedo de que no lo hará”.

Curiosamente, no había pensado que esta ansiedad por la vida de mis hijos fuera temor, pero ahora podía ver que era una forma de miedo muy sutil y perniciosa. De hecho, descubrí la preocupación implícita más grande de que cuando no tenía el control personal de una situación, el mal podía hacerse cargo. 

Estaba acostumbrada a orar todos los días para sentir la presencia de Dios. Ahora estaba empezando a comprender que necesitaba confiar en que Él no sólo cuida de mí, sino también de mis seres queridos, y que ninguno de nosotros puede estar jamás fuera de Su presencia. Siempre he orado por mí y por mis familiares, pero decidí redoblar mis esfuerzos y echar fuera el temor, poniendo mi confianza en el gobierno perfecto e infalible que Dios, el Amor divino, ejerce sobre todos. Cada vez que me daba cuenta de que estaba preocupada por los detalles de la vida de otra persona, me detenía y oraba, a menudo leyendo pasajes útiles de la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy. 

El Salmo 56 me ha resultado muy útil. Es muy claro al asegurarnos que no necesitamos tener miedo. El versículo 3 nos dice que cuando tenemos temor, podemos confiar totalmente en Dios. Cuando confiamos en Dios, el Espíritu, podemos saber que la carne (todo lo que parezca oponerse al Espíritu) no tiene poder para hacernos daño, porque el versículo 4 dice: “No temeré lo que pueda hacerme la carne” según la Versión King James). En el versículo 11, también aprendemos a no tener temor de lo que los demás pueden hacernos, porque confiamos en Dios. El versículo 13 habla de la liberación total porque Dios es capaz de salvarnos por completo a todos nosotros. Dice que Dios ciertamente “[librará] … mis pies de tropiezo, para que yo pueda andar delante de Dios en la luz de la vida” (según LBLA). 

También busqué la palabra control en los escritos de la Sra. Eddy y encontré algunas ideas maravillosas que me ayudaron a confiar más en Dios como la única causa, el único poder, la única Mente. Por ejemplo: “La evidencia del poder sanador de la Mente divina y de su absoluto control es para mí tan cierta como la evidencia de mi propia existencia” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 177). Este pasaje me dio una convicción mucho más grande acerca de quién está realmente a cargo. Empecé a ver que, cuando confío en nuestro Padre-Madre Dios celestial y dejo de tratar de estar a cargo, obtengo una maravillosa sensación de dominio. De hecho, me había dado cuenta de que cuando trataba de dirigir mi propio espectáculo, por así decirlo, ¡era afortunada si podía levantar el telón en la primera escena!

Poco a poco, sustituí las ansiosas preocupaciones “maternas” por un sentido del amor de Dios —la verdadera Madre-amor— y comprendí que reflejo ese Amor. Como dice un himno:

En Tu amor estoy a salvo
     de pensamientos de temor; 
. . . . .
En Ti ni pena ni tristeza
     ni ansiedad he de tener. 

(Himnario de la Ciencia Cristiana, Frances A. Fox, Nº 154, trad. © CSBD)

Sustituí las ansiosas preocupaciones maternas por un sentido del amor de Dios: la verdadera Madre-Amor.

Un verano, hace muchos años, tuve que conducir al campamento al que asistía mi hijo adolescente, el cual estaba a varias horas de distancia, para recogerlo, traerlo a casa y llevarlo al día siguiente a un campamento de tenis. Cuando llegamos a casa, todo estaba bien. Pero esa noche tuvo fiebre y estaba bastante enfermo. Era hora de poner en práctica mis oraciones y estudio acerca de la paternidad de Dios. Y, de hecho, no tenía temor, y oré para saber cómo ayudar a mi hijo a apaciguar su miedo. Le dije que el amor de Dios por él nunca había cesado y que Dios estaba siempre a su lado. Le recordé algunas ocasiones en que había sentido la presencia y el poder de Dios. Me quedé con él un rato. Pronto me di cuenta de que se había quedado dormido normalmente, y su rostro había recuperado el color. Por la mañana, despertó renovado, completamente bien, y pudo participar en su próxima aventura con total libertad.

El amor de Dios abraza y abarca todo de tal modo que realmente no hay nada que temer. Estoy aprendiendo cada día a confiar más en Dios y a sentir la presencia del Amor, la cual disuelve el miedo. Así como sabemos esto para nosotros mismos, también podemos declararlo para nuestros seres queridos y para toda la humanidad. La luz solar del Amor divino llega a todos los rincones de nuestra consciencia. Como declara la Biblia: “El perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18).

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