P: ¿Tengo que ser perfecto para tener una curación?
R: Si eso fuera cierto, ¡ninguno de nosotros tendría curaciones! De hecho, cuando empecé a estudiar la Ciencia Cristiana, leía la Lección Bíblica semanal (que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana) todos los días y fumaba un cigarrillo durante cada una de las seis (o más) secciones que componen la Lección. No obstante, tenía todo tipo de curaciones maravillosas; finalmente, incluso sané de fumar.
Estoy feliz de asegurarte que Dios no nos está juzgando para decidir si somos o no lo suficientemente buenos como para ser sanados. Esto se debe a que hay una cosa increíble acerca de Dios de la que he aprendido a través del estudio de la Ciencia Cristiana: se trata de este don llamado gracia. Eso significa que el amor de Dios por cada uno de nosotros no es algo que ganamos; simplemente lo es. Sin condiciones. Así que sentir el amor de Dios no se basa en si hacemos todo bien, como tampoco lo es tener una curación. Dios simplemente nos ama, por lo tanto, podemos ser sanados.
Entonces, ¿por qué tratar de ser bueno o hacer lo correcto si no es necesario para sanar?
Para responder a esa pregunta, podría ser útil revisar rápidamente qué es la curación en la Ciencia Cristiana; y lo que no es. La curación no consiste en que Dios viene a nosotros desde algún lugar “allá afuera” y manipula nuestras vidas para hacerlas mejores. La curación tampoco es aplicar un pensamiento positivo a un problema con la esperanza de que desaparezca.
La curación es realmente una cuestión de visión. Lo que quiero decir es que la curación se produce cuando vislumbramos tan claramente el amor y el cuidado de Dios por nosotros que nada puede perturbarnos. Vemos la realidad del universo perfecto de Dios: que está intacto, sano y seguro, y que nos incluye a nosotros.
Esta visión de lo que es real hace algo maravilloso: Hace que todo lo que no es parte de la creación de Dios desaparezca de nuestra experiencia. Parece que algo malo fue corregido. Pero la curación consiste en ver, reconocer, saber que no hay nada real más que la bondad de Dios. Y esta bondad lo impregna todo: las relaciones, la salud, lo académico, los deportes. El bien está en todas partes porque Dios está en todas partes. Nuestro trabajo es simplemente mirar lo que Dios es y hace, ya que Él siempre lo está manteniendo, perfectamente.
Así que, volviendo a ser buenos. Dado que la curación depende de ver con claridad lo que es realmente real, ¿qué podría interferir con nuestra capacidad de ver lo que ya es cierto acerca de nosotros?
Bueno, si nuestros lentes metafóricos están sucios, no podremos ver muy claramente. O, para decirlo de otra manera, si nuestros pensamientos y acciones están matizados de maldad, nuestra capacidad de ver espiritualmente se verá afectada. Cosas como la deshonestidad, la envidia, los chismes o el interés propio nos impedirán ver el bien. Y al no ver el bien, o Dios, tenemos menos probabilidades de sanar.
Ser bueno es natural para cada uno de nosotros. A veces nos sentimos tentados a creer —tal vez incluso estemos convencidos— de que hacer algo que sabemos que está mal puede convertirse en algo bueno. Y, es cierto, en ocasiones eso puede parecer verdad, al menos por un tiempo. Pero en última instancia, actuar de una manera que no es consistente con el bien nos impide ver lo que es verdad, es decir, nuestra identidad como la creación amada de Dios. Y eso tendería a interponerse en el camino de la curación.
La cuestión es que todos somos dignos de ser sanados, porque nuestro Dios es Amor y no podemos ser nada más que amor. Pero a veces, si parece que la curación no se está produciendo, podemos mirar para ver si nuestros lentes necesitan limpieza, en otras palabras, podemos ver si hay algo impío en nuestras vidas que nos impide ver la realidad.
Esforzarnos por vivir una buena vida nos permite ver y experimentar cada vez más de la bondad de Dios. Y muy a menudo esto incluye la curación. La promesa está ahí para todos nosotros. ¡Cosas muy buenas!
