Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Mi expectativa de bien fue explicada

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de febrero de 2022


En nuestra primera cita, la mujer que más tarde se convirtió en mi esposa, de pronto, me preguntó: “¿Qué piensas de Dios?”. Mi respuesta fue breve: “¡No mucho!”. 

Me había criado en una iglesia protestante tradicional, y durante el bachillerato me había desencantado con lo que estaba aprendiendo allí. Más tarde, en la universidad, decidí que cuando terminara la escuela pasaría algún tiempo considerando seriamente mi relación con Dios. Después de hacerlo, llegué a la conclusión de que, si bien los preceptos morales fomentados por mi religión tenían sentido, un Dios que creó y permitía todo el pecado, la enfermedad, la carencia, la infelicidad y la muerte que vemos en nuestra vida diaria, no tenía sentido y no era con quién o con qué necesitaba pasar el tiempo.

Tras mi respuesta, mi futura esposa me explicó que ella era Científica Cristiana y que su religión era muy importante para ella. Tengo que admitir que una relación con alguien que tenía dos hijos adolescentes y un perro y no se acercaba a mi edad no se ajustaba exactamente a mis planes en ese momento. Además, tenía una religión extraña que parecía contradecir mi formación en ingeniería muy orientada a la materia. Pero mientras ella me explicaba que el concepto de la existencia material es una comprensión incorrecta de la creación de un Dios bueno, me sentí lo suficientemente intrigado como para tratar de entender de qué estaba hablando.

Mi familia era tradicional respecto a la medicina. Mi padre y mi hermana habían usado varios tratamientos médicos para el asma toda su vida. Yo parecía tener una versión algo menos grave y no diagnosticada de esta enfermedad. Por lo general, tenía períodos en que me costaba respirar, particularmente por la noche, y usaba un inhalador con el medicamento recetado a mi padre para aliviar los síntomas. También usaba con frecuencia aspirina para los dolores de cabeza.

Aproximadamente un año después de enterarme acerca de la Ciencia Cristiana, pero sin haber leído aún su libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, o haber asistido a un servicio religioso de la Ciencia Cristiana, me desperté con un ataque de asma. Esta vez decidí no usar el inhalador, sino pensar en lo que había escuchado sobre la Ciencia Cristiana, particularmente la idea de que estas experiencias de sufrimiento no eran algo que Dios pudiera o quisiera crear. Me senté en una silla, tratando de aferrarme a estos pensamientos, y finalmente pude volver a la cama y dormir toda la noche. 

Eso me dio la confianza para continuar alejándome del uso de la medicina tradicional para manejar los ataques, y confiar, en cambio, en mi nueva comprensión de Dios. Los ataques ocurrían de vez en cuando, pero generalmente podía manejarlos con la misma oración simple que me había ayudado antes. Por supuesto, sabía que en cualquier momento podía tomar el inhalador y aliviar el problema temporalmente, pero también sabía que cierta cantidad de persistencia era necesaria si quería progresar espiritualmente y obtener una comprensión nueva y duradera de la creación de Dios.

Nos casamos aproximadamente un año después, y comencé a asistir a la iglesia con el resto de mi nueva familia. Me di cuenta de que, cuando ocurrían problemas de cualquier tipo, mi esposa inmediatamente se volvía a Dios, como se enseña en la Ciencia Cristiana, y los problemas se resolvían. Comencé a entender mejor el concepto de que los problemas de salud y otros problemas no eran algo que Dios había creado o incluso sabía, y que esta comprensión era lo que resolvía los problemas.

Fue en un viaje de campamento, unos tres años después de casarnos, que el asma llegó a su fin. Ya no llevaba el inhalador conmigo cuando viajaba. Hace varios años, mi esposa registró esta curación de la siguiente manera:

“Jim y yo íbamos de camino a Colorado. Una noche, Jim se despertó y no podía respirar. Parecía un ataque de asma. Estábamos en la casa rodante pero no había ningún teléfono cerca y no podíamos pedir ayuda. Le leí Ciencia y Salud toda la noche. Más tarde me dijo que era el peor ataque que había tenido. Pero no pidió ir a un médico o al hospital. Por la mañana, tan pronto como pude, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. Para entonces, él ya estaba mucho mejor. Ella oró por él. Desde entonces, nunca ha vuelto a tener un ataque, y eso fue hace cuatro años. Estoy segura de que sanó esa noche”.

Además, desde el bachillerato, había tenido frecuentes dolores de cabeza. El remedio habitual era la aspirina, un frasco grande que siempre estaba a mano. En algún momento durante el período descrito anteriormente, decidí que debía tratar de confiar en la Ciencia Cristiana en lugar de en ese medicamento. No sé cuándo sucedió, pero en algún momento noté que ya no tenía dolores de cabeza.

Han pasado cerca de cuarenta años, y no ha habido recurrencia de ninguno de estos problemas. Esperaba experimentar ambos toda mi vida, basándome en lo que había sido condicionado a creer. 

Después de estas experiencias, empecé a aplicar las reglas de la Ciencia Cristiana cuando lidiaba con cosas que no parecían encajar con el concepto de un Dios creativo y amoroso. Ciertamente resolví muchas situaciones, pero en retrospectiva, creo que todavía había incertidumbre en mi pensamiento. Dos curaciones más que ocurrieron veinte años después finalmente me convencieron de la verdad absoluta de la Ciencia Cristiana (véase “Skin conditions permanently healed,” Sentinel, August 24, 2009). 

Continuamente recurro a estas experiencias tempranas para reforzar en mi pensamiento la verdad de la Ciencia Cristiana. Al considerarlas, parecen surgir dos cosas. La primera es que, desde temprana edad, he tenido expectativa del bien. Esto es algo para lo que encontré poca justificación en la teología tradicional, pero que es fundamental en la Ciencia Cristiana: que Dios es bueno y creó solo el bien, y que la evidencia del opuesto del bien puede ser eliminada por medio de esta compresión. Este concepto apoya la expectativa perpetua del bien. Por designio de Dios, todos tenemos esa expectativa inherente del bien. 

La segunda es que, con poco conocimiento de la Ciencia Cristiana, estaba dispuesto a persistir en mis primeros intentos de sanar. Con la experiencia, la confianza crece, pero esa persistencia sigue siendo necesaria.

A pesar de mi preocupación inicial (basada en la forma de pensar material convencional) sobre los adolescentes varones, un perro, una diferencia de edad y una visión diferente de Dios, un encuentro aparentemente casual ha llevado a que haya mucho bien en numerosas vidas, incluidas las de mis hijastros, nietos y bisnietos.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.