Vivo en Buffalo, Nueva York, y he estado orando activamente por mi comunidad a raíz de los tiroteos masivos que recientemente tuvieron lugar aquí y en otras partes de los Estados Unidos; incluso, más recientemente, en una escuela primaria en Uvalde, Texas. Mis oraciones estuvieron dirigidas a amigos, vecinos, padres, niños, personas que conozco y no conozco a miles de kilómetros de distancia. Y de repente, me sentí transportada a una caminata que hice una tarde y a un momento de discernimiento espiritual que me brinda esperanza.
Ocurrió poco después de que un adolescente recibiera un disparo en la ciudad donde yo vivía en ese momento. Había decidido tomar el día para orar, mientras caminaba por un sendero cerca de mi casa frecuentado por mucha gente, especialmente niños.
Al hacerlo, un pasaje del libro del Apocalipsis en la Biblia elevó mis pensamientos. Se refiere a una visión de una ciudad que “se halla establecida en cuadro”: una visión de paz, bondad, justicia, unidad, perfectas. Habla de una sola comunidad donde cada lugar dentro de ella es santo, donde todas las naciones son bienvenidas y los gobernantes renuncian a su poder, donde las puertas nunca se cierran y donde no hay noche porque todo el lugar siempre está lleno de luz. El último versículo dice: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).
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