Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

¿Por qué la mansedumbre?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 20 de enero de 2022


“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). Las conocidas palabras de Cristo Jesús fueron pronunciadas hace siglos. ¿Por qué habremos de prestarles atención ahora? 

Hoy en día a veces pensamos que ser manso es una debilidad, como ser sumiso y permitir que se impongan cosas fácilmente. No obstante, la mansedumbre es una poderosa cualidad espiritual que Cristo Jesús expresó a lo largo de su misión terrenal. Mary Baker Eddy señala que Jesús era “tan manso como poderoso” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 597). Jesús mismo dijo: “Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma” (Mateo 11:29, NTV). El hombre más grandioso que jamás haya vivido fue también el más gentil y manso.

¿Qué es exactamente la mansedumbre? Los significados modernos no siempre transmiten el sentido completo de la palabra. El diccionario de Noah Webster de 1828 define la palabra manso de esta manera: “De temperamento benévolo; amable; dulce; que no es provocado o irritado fácilmente; complaciente; dado a la tolerancia cuando es lastimado” (American Dictionary of the English Language). Claramente, las cualidades de la mansedumbre son las cualidades propias del Cristo.

Hace varios años sentí el poder sanador de la mansedumbre en una situación difícil. Era maestra sustituta a largo plazo de una clase de tercer grado. Todas las mañanas saludaba a los estudiantes en la puerta del aula. Un niño pequeño (lo llamaré Jake) casi siempre llegaba tarde a la escuela. Muchos días ni siquiera venía. La madre de Jake generalmente lo traía, pero nunca sonreía y parecía no confiar en los demás. 

Debido a que Jake a menudo perdía lecciones importantes, necesitaba repasar ese tema con él individualmente y administrar las pruebas requeridas. Sin embargo, al tener otros 25 estudiantes en el aula, era difícil encontrar tiempo extra. Así que una tarde, cuando llevaron a los estudiantes a aprender en el jardín de la escuela, decidí que Jake se quedara para que hiciera una prueba importante.  

Cuando Jake llegó a la escuela al día siguiente, su madre vino con él y me acusó airadamente de privarlo deliberadamente de una actividad divertida con sus compañeros de clase. Aunque me sorprendieron sus acusaciones, vi la tristeza en sus ojos y sentí compasión por ella. Pensé: “¡Aquí hay una oportunidad para expresar el amor de Dios!”. No discutí ni traté de defenderme. Incluso mientras me regañaba, la escuché con mansedumbre.

Después de que terminó de hablar, le expliqué en voz baja que Jake necesitaba dar una prueba que se había perdido. Y le aseguré que jamás querría privarlo de divertirse con sus amigos. Cuando le hice saber que me preocupaba por Jake y que a todos los niños le caía bien, su actitud se suavizó y su ira se disolvió. La mansedumbre había cambiado todo el tono del intercambio de la dureza a un callado sentimiento de bondad y respeto mutuo. Sentí la verdad de un proverbio bíblico, “Una respuesta amable disipa la ira” (Proverbios 15:1, Eugene Peterson, The Message), y de la declaración de la Sra. Eddy, “La mansedumbre y la caridad poseen autoridad divina” (Ciencia y Salud, pág. 270).

No mucho después de esto, me notificaron que Jake pronto dejaría nuestra escuela. Planeé una pequeña fiesta de despedida para él en su último día y estuve feliz de invitar a su madre. Cada estudiante compartió un cumplido acerca de Jake y le deseó lo mejor en su nueva escuela. Jake se sentó en el frente del aula con una dulce sonrisa en su rostro. Pude ver que su madre apreciaba nuestro amor por su hijo, y yo estaba profundamente agradecida de que nuestro intercambio anterior hubiera traído esta dulce conclusión.

Todos los días interactuamos con los demás, en nuestras familias, nuestros lugares de trabajo, nuestras iglesias, con nuestros amigos, vecinos, incluso con gente totalmente extraña. Estos intercambios diarios son campos de prueba donde podemos practicar la mansedumbre, la gentileza y el amor, es decir, nuestro verdadero cristianismo. Cada vez que expresamos estas cualidades divinas, crecemos en gracia. Bendecimos y somos bendecidos.  

Para mí, la promesa de Jesús de que los mansos heredan la tierra —una cita de Salmos 37:11— significa que hallaremos que tenemos dominio sobre el sentido material de nosotros mismos, el cual es falso, y que poseemos o heredamos el verdadero sentido espiritual de nosotros mismos como hijos de Dios. Pero ¿qué pasa si fracasamos en el primer intento de ser mansos? ¿O varios intentos? ¿Qué pasa si todavía nos sentimos enojados, usando palabras duras o reaccionando negativamente hacia alguien? 

Aunque algunos pasos quizá parezcan insignificantes, cada victoria —incluso una pequeña— importa. A medida que profundicemos nuestro compromiso de practicar la mansedumbre, nos volveremos naturalmente más semejantes al Cristo. La Sra. Eddy afirma: “La mansedumbre es la armadura de un cristiano, su escudo y su adarga” (Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, pág. 19). Y ella nos anima: “Tened buen ánimo; la lucha con uno mismo es grandiosa; nos da bastante empleo, y el Principio divino obra con nosotros —y la obediencia corona el esfuerzo persistente con la victoria eterna” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 118).

La mansedumbre es más que una forma alternativa de pensar y actuar. Es fundamental para la curación cristiana, y trae su propia recompensa: la hermosa promesa: “Los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz” (Salmos 37:11).

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.