“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). Las conocidas palabras de Cristo Jesús fueron pronunciadas hace siglos. ¿Por qué habremos de prestarles atención ahora?
Hoy en día a veces pensamos que ser manso es una debilidad, como ser sumiso y permitir que se impongan cosas fácilmente. No obstante, la mansedumbre es una poderosa cualidad espiritual que Cristo Jesús expresó a lo largo de su misión terrenal. Mary Baker Eddy señala que Jesús era “tan manso como poderoso” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 597). Jesús mismo dijo: “Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma” (Mateo 11:29, NTV). El hombre más grandioso que jamás haya vivido fue también el más gentil y manso.
¿Qué es exactamente la mansedumbre? Los significados modernos no siempre transmiten el sentido completo de la palabra. El diccionario de Noah Webster de 1828 define la palabra manso de esta manera: “De temperamento benévolo; amable; dulce; que no es provocado o irritado fácilmente; complaciente; dado a la tolerancia cuando es lastimado” (American Dictionary of the English Language). Claramente, las cualidades de la mansedumbre son las cualidades propias del Cristo.
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