En un discurso publicado en sus Escritos Misceláneos 1883-1896, Mary Baker Eddy escribe: “Amados niños, el mundo os necesita —y más como niños que como hombres y mujeres: necesita vuestra inocencia, desinterés, afecto sincero y vida sin mácula” (pág. 110).
He estado pensando mucho últimamente en la importancia de ser como un niño en el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana. Los niños son receptivos a la espiritualidad, y su inocencia y generosidad son poderosos e inspiradores.
Mientras exploraba este concepto en los escritos de la Sra. Eddy, algunas citas me llamaron la atención. Aquí hay una de Mensaje a La Iglesia Madre para 1900: “Un niño puede considerablemente comprender la Ciencia Cristiana, pues, mediante su sencilla fe y pureza, asimila el sentido espiritual de ella, el cual confunde al hombre. El niño no sólo acepta la Ciencia Cristiana más fácilmente que el adulto, sino que la practica” (pág. 6).
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!