La Navidad es una época de celebración, especialmente para los cristianos. El conocido himno que incluye las palabras del título de arriba (“Adeste Fideles” [Venid, fieles todos], a menudo atribuido a John Francis Wade) se canta en las iglesias de todo el mundo durante la temporada navideña. Evoca imágenes de los Reyes Magos portadores de regalos que vinieron a adorar al niño Jesús cuando nació en Belén. El himno es un llamado a adorar o venerar al Cristo, tan plenamente manifestado en Jesús. El Cristo es el ideal de Dios, el camino de salvación del pecado, la enfermedad y la mortalidad.
La Navidad se celebra de varias maneras: con fiestas, compras de coloridos regalos y luces festivas que adornan los hogares y las calles. También es una temporada para cantar villancicos alegres y pasar momentos felices con los seres queridos, así como para celebrar servicios religiosos, reflexionar en oración y expresar gratitud. En mi patria, Nigeria, si bien se hace un fuerte énfasis en las festividades, el día de Navidad se considera un día sagrado; y las iglesias tienden a ver una mayor asistencia a los servicios navideños, independientemente del día de la semana en que caiga la festividad.
Muchos de los que no asisten con regularidad hacen el esfuerzo especial para ir a la iglesia. ¿Por qué? ¿Será tal vez que el reunirnos en confraternización alude a la unidad espiritual que nos muestra a todos que somos hijos del único Progenitor divino, Dios? ¿Podría ser también que algo indefinible toca nuestros corazones, haciéndonos anhelar la verdad que Cristo Jesús dice que nos hace libres y promete consuelo y curación a los preocupados, afligidos o enfermos? Lo bueno es que podemos sentir más de esta verdad liberadora y reconfortante, la presencia sanadora y salvadora del Cristo no solo el día de Navidad, sino todos los días a través de la adoración espiritual. La Biblia describe qué es esto, y lo que significa en términos prácticos.
Jesús dijo que la verdadera adoración a Dios debe ser “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). La veneración es adoración y reverencia, e inspira alegría y alabanza a Dios. Surge del corazón. La Ciencia del Cristo, revelada a Mary Baker Eddy, enseña que adoramos a Dios a medida que aprendemos quién es Dios, quiénes somos realmente y qué hace Él por nosotros.
Dios es el Amor divino, la fuente de todo el bien, que nos ama a todos sin medida. Podemos aceptar el amor de Dios con la fe de un niño, incluso antes de sentirlo. Entonces, a medida que buscamos conocer mejor a Dios, comenzamos a experimentar —aunque sea en pequeñas formas inicialmente— las bendiciones que provienen de la comprensión y el conocimiento de Dios. Y nuestros corazones naturalmente rebosan de alabanza y adoración a Dios, la fuente de estas bendiciones. El Cristo, Su idea verdadera, hace que estas bendiciones sean prácticas en nuestra experiencia individual a través de la curación, la transformación y la reforma.
Vamos a un servicio de Navidad para celebrar, como los Reyes Magos, el nacimiento de Jesús, el Hijo amado de Dios: la prueba más elevada del amor inefable de Dios por la humanidad. El Cristo, por quien celebramos la Navidad, es el regalo más grandioso de Dios. Y a medida que nuestra adoración se vuelve más espiritual, más sincera, demostramos al Cristo en la práctica. Consuela a aquellos para quienes la temporada navideña puede estar teñida de tristeza, atempera la frivolidad que nubla el sentido común, alienta la voluntad vacilante, resuelve los problemas humanos, nos libera de los rasgos pecaminosos, transforma el carácter y sana a los enfermos.
La adoración espiritual nos hace valorar el regalo del Cristo más que a las brillantes envolturas de las festividades. Exalta a Dios al disipar los pensamientos que nos arrastran hacia el pecado, la enfermedad y la mortalidad. La Sra. Eddy describe la diferencia de esta manera: “La Navidad me recuerda el gran regalo de Dios —Su idea espiritual, el hombre y el universo— un regalo que trasciende tanto la tradición mortal, material y sensual de hacer regalos, que la diversión, la ambición desenfrenada, la rivalidad y el ritual de nuestra Navidad tradicional parecen una parodia humana remedando la verdadera adoración que conmemora el advenimiento de Cristo” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 262).
Independientemente de la temporada, los servicios en las Iglesias de Cristo, Científico, se enfocan en la adoración espiritual y tienen resultados sanadores. Los miembros con alegría lo atestiguan en publicaciones como esta y en las reuniones semanales de testimonios. La adoración espiritual no disminuye el gozo y la comunión que trae la temporada de Navidad, sino que muestra que es una época que anuncia la reaparición del Cristo siempre presente, la Verdad, a medida que alborea más claramente en el pensamiento humano.
Por supuesto, el Cristo no solo está presente en la temporada navideña. En todo momento, el mensaje divino de Dios, el Cristo, habla a cada oído atento, guía nuestros pensamientos, nos permite sentir el amor de Dios y nos bendice de manera práctica. Nos cobijamos con Dios en nuestros corazones, adorándolo “en espíritu y en verdad”; no obstante, como los Reyes Magos que vinieron a Belén para adorar al niño Jesús, podemos expresar nuestra adoración por Dios al venir a la iglesia cuando podamos y tanto como podamos, y esperar bendiciones, consuelo y curación, tal como muchos lo hacen en todo el mundo el día de Navidad.
Moji George, Redactora Adjunta
