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Cuando alguien hace algo malo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 26 de febrero de 2024


¿Quién de nosotros no ha cometido un error? Yo he cometido muchos. Cuán agradecida he estado por las personas que tuvieron paciencia conmigo y me permitieron aprender de esos errores. La Biblia enseña que la tolerancia, o la paciente moderación ante la falla moral de otro, es un medio de darle el espacio mental para aprender alguna lección necesaria. 

Algunos de los líderes bíblicos más eficaces tuvieron que vencer tentaciones y superar delitos a fin de aprender las lecciones espirituales necesarias para cumplir sus misiones sanadoras. Por ejemplo, Moisés mató a un hombre; Pedro abandonó a Jesús en la crucifixión; y Pablo persiguió a los cristianos antes de su conversión. ¿Qué habría ocurrido si nunca se les hubiera dado la oportunidad de aprender y crecer?

Practicar la tolerancia no solo beneficia a los demás, sino que también es clave para nuestra propia libertad. Jesús compartió una parábola sobre un deudor despiadado que no está dispuesto a mostrar a los demás una paciencia igual a la que él mismo ha recibido. Con el tiempo, la hipocresía de este hombre lo lleva a la cárcel con un montón de deudas (véase Mateo 18:23-35). La parábola habla de una de las líneas del Padre Nuestro: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). La Ciencia del Cristo revela que nuestras acciones hacia los demás se hacen eco en nosotros. 

La  tolerancia es necesaria para que todos demos y recibamos si queremos encontrar paz, estabilidad y bienestar individuales y colectivos. Lo bueno es que cada uno de nosotros tiene la capacidad natural de expresar paciencia y gracia como hijo de Dios, como el reflejo espiritual del ser de Dios. El Cristo, la impartición siempre activa de la Verdad divina a la consciencia humana, nos eleva para ver nuestra naturaleza espiritual como la expresión del Amor divino, o Dios. Esta naturaleza espiritual incluye la paciencia.

La parábola de Jesús enseña que debemos ser lo más generosos posible los unos con los otros al practicar la paciencia. Mary Baker Eddy, la  Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Es sabio estar dispuestos a esperar en Dios y ser más prudentes que serpientes; no odiar a nadie, amar a los enemigos y saldar cuentas con cada hora que pasa” (Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, pág. 17).

Lo opuesto a la tolerancia —impaciencia, intolerancia, agitación— a menudo implica indignación, venganza y rencor. Busca poner al descubierto el pecado, pero no con el propósito de sanarlo. Tiende a descartar a los demás como inútiles e irredimibles. Promueve el victimismo y el resentimiento, una espiral descendente para la humanidad.

Jesús puso al descubierto el pecado para sanarlo. Cuando se encontró con una mujer acusada de adulterio, nunca sugirió que la mujer fuera humanamente inocente de este acto. Pero él vio su inocencia espiritual, su verdadera naturaleza como hija amada y pura de Dios. Él sabía que el Principio divino, el Amor, jamás podría crear un pecador y que esta mujer tenía el derecho divino de deshacerse de esta fachada. Este fue el fundamento de la paciencia de Jesús, que la redimió. La multitud que rodeaba a esta mujer la condenó, tratando de destruir su vida. Jesús, en cambio, la convirtió en un ejemplo de curación y salvación (véase Juan 8:3-11). 

Jesús dijo de su ministerio: “El Hijo del Hombre no ha venido para destruir la vida de los hombres, sino para salvarlos” (Lucas 9:56, KJV). Esto ilustra la esencia del cristianismo. Y Jesús lo demostró una y otra vez. Destruyó los males de la humanidad, pero salvó la vida de muchas personas afectadas por esos males.

Enseñó que el mal nunca es personal, que es una mentira acerca de la creación de Dios. En la infinitud de Dios, el bien, el mal no tiene origen, ni acción, ni poder, ni actor, ni víctima. Al comprender esto, Jesús pudo ayudar a la multitud que acusaba a la mujer a ver que a veces todos necesitamos la tolerancia y el perdón de los demás. Y el Cristo, al hablar a la consciencia humana, elevó a la mujer a un nuevo sentido de su plena ciudadanía en el reino de Dios. Cada uno de nosotros tiene la misma oportunidad.

Los gobiernos han codificado algunos errores al elegir el encarcelamiento en una penitenciaría como parte del pago de la deuda. ¿Sabías que el significado original de penitenciaría era “un lugar de refugio para la reforma; un lugar para penitentes” (Merriam-Webster's Unabridged Dictionary)? ¿Qué pasaría si todo el mundo pensara en aquellos a quienes podríamos acusar o condenar rápidamente como “penitentes” en el mejor y más honesto sentido?

El cristianismo tiene que ver con la redención, con las segundas oportunidades, con ser pacientes y tolerantes unos con otros como lo fue Jesús. Podemos estar atentos y aprovechar las oportunidades para dejar que ese mismo espíritu del Cristo brille a través de nuestras vidas. Puesto que cada uno de nosotros es la expresión espiritual de Dios, reflejamos las cualidades propias del Cristo aquí y ahora. Podemos regocijarnos de que ya estamos equipados para seguir el ejemplo de Jesús y demostrar que “... El Amor es reflejado en el amor” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 17).

Mary Alice Rose, Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana

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