Detrás de las protestas ocurridas en los últimos años en las calles de las ciudades, en los campus universitarios y en las oficinas gubernamentales se esconden muchas emociones y convicciones sumamente profundas. La gente se ha levantado contra acciones que perciben como injustas y quieren sentir que se los escucha.
Si bien los esfuerzos humanos para enfrentar la injusticia suelen ser nobles, no siempre son eficaces. Sin embargo, hay una forma de abordar los problemas, de escuchar a las personas y de corregir las injusticias, y Jesús nos mostró ese camino. Nos enseñó a apelar a una ley superior —la ley de Dios— a través de la oración. Esta oración, una apelación a la naturaleza de Dios como Amor imparcial, es más que una esperanza o un deseo; Jesús demostró que es singularmente eficaz.
Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana y fundadora de esta revista, caracterizó las oraciones de Jesús como “declaraciones profundas y concienzudas de la Verdad, de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 12). Estas protestas de oración liberaron a innumerables personas de todo tipo de enfermedades. Y cuando Jesús mismo fue condenado injustamente a ser crucificado, recurrió a la Verdad y al Amor —a Dios— y nos mostró que el perdón y el amor son poderosas protestas contra el mal. Su comprensión de que Dios es la Vida interminable del hombre anuló la muerte, permitiéndole salir vivo de la tumba.
Entonces, ¿cómo podemos orar más como Cristo Jesús? Él enseñó a sus discípulos una oración que alinea el pensamiento tan estrechamente con Dios que la paz mental, la sabiduría y la dirección son sus resultados inevitables. Las primeras palabras del Padre Nuestro, “Padre Nuestro” (Mateo 6:9), apuntan a una unidad de toda la humanidad que nos ayuda a ver que las etiquetas humanas como la raza, la denominación religiosa y el color no son las características definitorias que podríamos pensar que son. Dios es Espíritu, y el hombre —cada uno de los descendientes de Dios— es la semejanza de Dios; por lo tanto, los rasgos humanos no pueden definirnos verdaderamente.
Al orar en protesta contra todo lo que no es de Dios, descubrimos que la voluntad de hermandad y respeto mutuo de Dios para todos es la realidad de todos.
Como creación del Espíritu, el hombre es espiritual, definible por las cualidades de Dios. La paternidad y maternidad de Dios respecto a Su creación es completa: nadie queda excluido del amor de Dios. Al orar el Padre Nuestro en protesta contra todo lo que no es de Dios, el Amor, llegamos a la conclusión de que Su voluntad de hermandad, respeto mutuo y compasión por todos —es decir, las cualidades del reino de los cielos— es la realidad de todos. Vivir esta oración elimina el temor, la ira y la injusticia y brinda esperanza, orientación y respuestas sanadoras incluso a los problemas más divisivos. Lejos de ser débil o pasiva, esta oración pone en práctica la omnipotencia sanadora de Dios en cada situación, mostrando que sólo gobierna la ley del bien de Dios y que todo aquello que no es bueno no es legítimo.
La Sra. Eddy basó La Iglesia de Cristo, Científico, en las curaciones y enseñanzas de Jesús. Y demostró, como lo hacen sus seguidores hoy en día, que el Cristo que Jesús vivió tan bellamente como el Hijo de Dios es tan eficaz ahora como lo fue hace casi dos mil años.
El Cristo siempre presente es nuestro abogado. Habla la Palabra de Dios, la Verdad, a cada corazón humano, y es lo suficientemente poderosa como para desinflar la contención, anular el mal y sanar la enfermedad.
Hace unos años, se propuso una legislación en mi estado que limitaría la práctica de la Ciencia Cristiana. Mi trabajo como Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana del estado era buscar una adaptación en esta ley para aquellos que practican la curación espiritual. Vi mi necesidad de protestar en oración, como lo hizo Jesús, contra cualquier posibilidad de injusticia, sabiendo que Dios, la Mente divina, gobierna a cada individuo y cada situación.
Había preparado una redacción apropiada para proponérsela al patrocinador principal de esta legislación. Mientras esperaba para hablar con este legislador, otro cabildero se sentó a mi lado y conversamos. Le conté el propósito de estar allí, y él me dijo que representaba a la organización de salud que estaba trabajando para que se aprobara esta legislación. Lo llamaron antes que a mí. Me senté a esperar, sabiendo que la Mente nos gobernaba a todos y que desarrollaría una solución que bendeciría a todos.
Cuando el cabildero salió de su reunión, dijo: “Creo que te va a gustar lo que vas a escuchar”. Él me había allanado el camino al respaldar proactivamente la inclusión de una adaptación religiosa en la legislación. Cuando me reuní con el legislador, él tomó la redacción que yo proponía e inmediatamente la agregó al proyecto de ley, que finalmente se convirtió en ley con la adaptación incluida.
Podemos protestar mentalmente contra toda situación injusta, sabiendo que Dios es supremo y que Su voluntad debe cumplirse, permitiendo así que el poder del Amor divino abrace cada pensamiento y traiga soluciones justas. Esta es la poderosa protesta que es la oración.
Thomas Mitchinson, Redactor de Editorial Invitado
