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¿Qué unifica a nuestro mundo?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 18 de enero de 2024


Me pregunto cómo habría sido observar a Jesús en sus viajes, y su enfoque para interactuar con los demás. Es posible que no haya estado en sintonía con las personas que conoció. Sin embargo, por lo que leemos en la Biblia, no hay duda de que él contempló constantemente el amor de Dios por todos, en todas partes.

Hoy en día, podemos encontrarnos con personas que llevan adelante el ejemplo de Jesús —su práctica de amar a todos sin reservas— sin importar lo que se les presente. Este es un camino en el que nuestro mundo puede unificarse y experimentar un progreso global mucho más rápidamente. Pero ¿cómo podemos amar a todos como lo hizo Jesús cuando parece haber tanto odio y conflicto?

Mediante la brillantez de su ejemplo, y a través de sus obras sanadoras, Jesús probó que la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros como la creación, la descendencia, del Amor divino, Dios, no solo es espiritual y perfecta, sino también amable y amorosa. ¿Por qué, entonces, el conflicto y la división parecen ser de tal manera parte de nuestro mundo? 

Jesús llamó al mal “mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:44). Por lo tanto, se puede reconocer que la desunión es una mentira acerca de nuestra verdadera naturaleza; una mentira que debe ser corregida por medio de la oración que se basa en el poder de la omnipresencia y la completa bondad de Dios.

En todo el mundo, la gente ciertamente manifiesta una maravillosa diversidad. La unidad no es uniformidad ni consiste en reunir a todos para “hacerlo a mi manera”. El egoísmo retrasa el progreso porque produce división, y cuando una organización, institución o nación está dividida, sus efectos beneficiosos se reducen. Se podría pensar que la armonía es la unidad dentro de la diversidad —expresar el amor de Dios por nuestros semejantes, hombres y mujeres— y que esto trae progreso. Recurrir de todo corazón al poder amoroso de Dios para unificar a un grupo diverso de individuos, ya sea en una organización o en una región particular del mundo, le brinda una perspectiva más amplia y una mayor fortaleza, utilidad y potencial. El Cristo expresa la guía todopoderosa y amorosa de Dios a cada persona: la guía específica necesaria para trabajar juntos de manera eficaz.

Una buena parte del Nuevo Testamento de la Biblia consiste en cartas que Pablo, seguidor de Jesús, escribió para ofrecer consejo a las iglesias cristianas primitivas. He aquí una cita de una de ellas: “Estad firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes en una sola mente” (Filipenses 1:27, KJV). ¡Y mira lo que todos ellos lograron por el mundo!

El invaluable estímulo de Pablo continúa guiándonos hoy en día. Al apoyarnos en los hombros de Pablo y de aquellos primeros cristianos, nosotros también podemos esforzarnos juntos “en una sola mente”. Así como los filipenses, los efesios y los colosenses —personas tan diferentes entre sí— se unieron en su deseo de ser cristianos al servicio de Dios y de la humanidad, nosotros también tenemos la oportunidad de disfrutar de los beneficios pronunciados de la unidad y del amor que se comparten generosa y libremente.  

¿Qué unifica nuestro mundo? La fundadora del Sentinel, Mary Baker Eddy, observa en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido” (pág. 340).

De manera que es Dios quien unifica, y aunque la unidad es ciertamente algo que demostramos a través de nuestras acciones, como expresión de la actividad de Dios es básica para lo que somos. Es un aspecto inherente a la creación de Dios, un resultado de la propia unidad e infinitud de Dios. No estamos trabajando tanto para lograr la unidad como lo estamos para sacarla a la luz; porque es, en última instancia, un elemento permanente de nuestra verdadera identidad espiritual: un resultado natural del hecho de que todos somos creados y gobernados por ese único Dios infinito, el bien. Entonces, la unidad para nuestro mundo no es simplemente una meta por la que luchar; es verdaderamente la realidad espiritual ya presente. Ya estamos unidos como hijos de un solo Padre-Madre. 

Podemos ver esto por medio de nuestras oraciones y demostrarlo en nuestros pensamientos y acciones. Podemos comprometernos a recurrir a nuestra verdadera fuente, el único Dios infinito, y así sacar a la luz la unidad eficaz y pacífica dentro de la cual todos coexistimos verdaderamente. Todos, en realidad, caminamos hombro a hombro en esta familia mundial. Recorremos el camino como compañeros pacificadores, preparados por el hecho de que, como escribe la Sra. Eddy, “... la unidad es potestad divina, que da paz al poder humano” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 138).

En nuestra infinita diversidad como linaje de Dios, todos estamos unidos mediante el amor de Dios por nosotros y nuestro amor por Dios y por los demás. La nueva unidad  trae consigo un llamado a la acción. Y con esta unidad viene la fortaleza; una gran fortaleza que, cuando se actúa de acuerdo con ella, contribuye a la curación de nuestro mundo.

Mark Swinney, Escritor de Editorial Invitado

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