Fue la semana más intensa de mi vida. Entre los exámenes de Nivel Avanzado, los finales, el comienzo de mi mandato como Presidente de Locución y la noche de estreno de nuestra obra musical de la escuela —en la que tenía un papel protagónico— estaba abrumada. Entonces, para colmo, empecé a sentirme mal. Mientras descansaba en casa, traté de evitar concentrarme demasiado en lo que podría salir mal si no me sentía mejor pronto.
Decidí llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí, algo que no había hecho en mucho tiempo. Había sido criada en la Ciencia Cristiana, por lo que sabía que un practicista es una gran persona a la que acudir en busca de ayuda espiritual y curación. Cuando hablamos, ella me remitió a esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy: “Los motivos rectos dan alas al pensamiento, y fuerza y soltura a la palabra y a la acción” (pág. 454).
“Es gracioso”, pensé. “Siempre les digo a los demás que piensen en su motivación. ¿Cómo me ayuda esto?”.