Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Para jóvenes

Aprendí qué me motiva realmente

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 31 de marzo de 2025


Fue la semana más intensa de mi vida. Entre los exámenes de Nivel Avanzado, los finales, el comienzo de mi mandato como Presidente de Locución y la noche de estreno de nuestra obra musical de la escuela —en la que tenía un papel protagónico— estaba abrumada. Entonces, para colmo, empecé a sentirme mal. Mientras descansaba en casa, traté de evitar concentrarme demasiado en lo que podría salir mal si no me sentía mejor pronto. 

Decidí llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí, algo que no había hecho en mucho tiempo. Había sido criada en la Ciencia Cristiana, por lo que sabía que un practicista es una gran persona a la que acudir en busca de ayuda espiritual y curación. Cuando hablamos, ella me remitió a esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy: “Los motivos rectos dan alas al pensamiento, y fuerza y soltura a la palabra y a la acción” (pág. 454). 

“Es gracioso”, pensé. “Siempre les digo a los demás que piensen en su motivación. ¿Cómo me ayuda esto?”. 

Como pensaba que ya conocía mis motivos, inicialmente descarté esta idea. Pero a lo largo del día, me encontré volviendo a ella. Me pregunté: “¿Por qué hago teatro? ¿Por qué tomo clases intensivas?”. Mi respuesta instintiva fue: “¡Para amar!”. Si bien esto era cierto, comencé a preguntarme si había algo más que no hubiera considerado antes. Así que decidí pensar más profundamente en ello y me pregunté: “¿Amar qué?”. 

Al buscar una respuesta, abrí mi diario de citas bíblicas y me encontré con este versículo: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10:24). 

Me di cuenta de que no es suficiente amar lo que estoy haciendo para mi propio beneficio; también tengo que amar el impacto positivo que lo que estoy haciendo tiene en los demás: la alegría que le da al público y el bien que hace al resto de los miembros del elenco, al equipo de locución o a cualquier otra persona. Hago teatro para que otros puedan inspirarse o entretenerse, no para que yo personalmente pueda inspirarlos o entretenerlos.

También estaba empezando a ver que mi motivación para amar proviene de Dios, que es Amor, y que amar se trata realmente de Dios, no de mí. Porque fui creada por el Amor, soy una expresión del Amor. Sabía que, dado que mi motivación provenía de Dios, nada —ni siquiera la enfermedad— podía interponerse entre Dios y la expresión de Su amor.  

Ese día progresé rápidamente, pero no a tiempo para actuar en el espectáculo. No tenía suplente, así que las cosas se veían sombrías. No obstante, sabía que había una respuesta. 

En la obra musical, yo siempre estaba en el escenario con otra actriz que sí tenía un suplente. Después de haber trabajado conmigo durante tanto tiempo, mi compañera de escenario conocía la mayoría de mis líneas, marcas, canciones y coreografías. Ella se ofreció a asumir mi papel por la noche, mientras su suplente hacía su parte. Pronto me sentí muchísimo mejor. Y estaba agradecida de que, a pesar de que no pude actuar, el espectáculo continuó. Reconocí esto como una evidencia del amor de Dios y el cumplimiento de ese amor, por mí y por todos.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.