Hace un tiempo, un amigo y yo estábamos en una cancha de fútbol para ver un partido del equipo de nuestro pueblo. Durante el juego, recibí un mensaje de WhatsApp de un conocido pidiendo que orara por él.
Me hice a un lado para responder y dejé de prestar atención a lo que estaba sucediendo en el juego. Escribí que el error, lo opuesto a la Verdad, Dios, nos torpedearía, pero debemos aferrarnos a la verdad.
Justo cuando envié el mensaje, la pelota de fútbol me golpeó con toda su fuerza en el ojo derecho. Me quedé momentáneamente atónito, pero afirmé que en el universo ordenado y armonioso de Dios —el reino de los cielos a nuestro alrededor— no hay accidentes. Esto me ayudó a concentrarme en la verdad espiritual de la situación y a asegurarles a los jugadores, así como a algunos espectadores cercanos, que todo estaba bien.