
Relatos de curación
Amplié mis oraciones para reconocer que la verdadera visión es espiritual, otorgada por Dios, quien es el Espíritu mismo. Por lo tanto, este sentido espiritual está intacto y no está circunscrito por la materia o lo físico.
El estudio diario de las Lecciones Bíblicas semanales del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y la lectura de todos los escritos de la Sra. Eddy, así como los Heraldos mensuales, me ayudaron a comprender mejor mi relación inquebrantable y eterna con mi Padre-Madre Dios.
Dios es la Mente infinita, y esta Mente me había alimentado con todo lo que necesitaba saber y decir para responder al ataque a la política. Era como si Dios me lo hubiera dictado.
Ahora se la verdad que soy hija de Dios, soy Su imagen y semejanza, soy Su reflejo y esto es una liberación.
Solo necesitaba saber que Dios ya me había hecho perfecta. Descubrí que podía estar infinitamente agradecida por este hecho y confiar en Él con todo mi corazón.
Una vez que la base espiritual de la existencia del hombre se estableció en mi pensamiento, denunciamos y descartamos todo lo que no era espiritual, tal como el físico y la impureza, porque nada más que el bien puede ser parte de la imagen y semejanza de Dios.
Me regocijé, porque esta curación representaba el reino de los cielos, el reino de la armonía, lo que entiendo que es la perla de gran precio (véase Mateo 13:45, 46) que no se puede comprar con dinero, sino que se experimenta al estudiar y practicar la Ciencia Cristiana.
Con el apoyo amoroso y las oraciones del practicista de la Ciencia Cristiana, nuestra hija llegó sana y salva el día de Navidad. Estábamos muy agradecidos por esta evidencia del cuidado y la protección de Dios.
Todo lo que Dios hizo es perfecto, espiritual e indestructible, y Él lo hizo todo. Los dientes en realidad representan la sustancia y la única sustancia es el Espíritu, Dios. Y puesto que el Espíritu es perfecto y eterno, es imposible que el Espíritu o su expresión se deterioren o se inflamen.
Me di cuenta de que no hay sentido más elevado de amor por nuestro prójimo, cercano y lejano, que el de apreciar la verdadera identidad espiritual de cada uno como hijo amado de Dios.