
Relatos de curación
Fue reconfortante reconocer que, dado que solo hay una Mente divina, Dios, que gobierna todo, nadie puede ser inducido a albergar o actuar de acuerdo con pensamientos “impíos”, como la creencia en la falta de bien o el deseo de tomar lo que pertenece a otra persona.
No creo que habría podido tener este cambio si no me hubiera comunicado con la enfermera de la Ciencia Cristiana. Me hizo tomar conciencia del tierno cuidado de Dios por mí.
Cuando cocino varios platos, reflejo el amor de Dios al expresar cualidades como alegría y disciplina, que evocan sentimientos de gratitud y satisfacción en mí y en las personas para las que cocino.
En ese momento abracé la idea de que soy verdaderamente espiritual y que la perfección nunca flaquea.
Sabía que nunca podría ser nada menos que Su reflejo; por lo tanto, jamás podría perder el cuidado o el amor de Dios o tener menos que completa libertad en todos los aspectos de mi vida.
En un momento de desesperación, recuerdo que la practicista me habló con autoridad divina, diciendo que mi lugar estaba establecido en el reino de los cielos y que era cuidada, protegida y amada.
A medida que ambos continuamos poniendo nuestra fe y confianza en Dios, la Verdad y el Amor divinos, para que nos guiaran, fuimos llevados, paso a paso, a saber, dónde y cómo comenzar nuestras vidas de nuevo.
Había estado leyendo un artículo en una publicación periódica de la Ciencia Cristiana sobre una mujer en un campo de prisioneros, y me vino a la mente la palabra víctima. Me di cuenta de que necesitaba refutar la falsa creencia de que un hijo de Dios podía ser una víctima o un victimario.
Estaba muy feliz y agradecido, y le doy mucho crédito a la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Fue el lugar donde encontré inspiración y curación.
Estaba muy agradecida por el trabajo eficaz y rápido del practicista. Y estaba muy agradecida por nuestra querida iglesia y por la compasión y el amor expresados.