Estaba yo casi inválida cuando oí hablar por primera vez acerca de la Christian Science. Un día nos visitó una señora y cuando le contaron cuánto sufría yo, dijo: “No es necesario que usted tenga esta apariencia ni que sufra tanto.” Pensé que si ella hubiera estado al tanto de cuánto había hecho por sanarme, cuántos médicos había consultado, cuántos baños había tomado y cuántos cambios de clima había probado, ella no habría dicho esto. Pero me esforcé por aparecer calma y le pregunté qué quería decir. Me respondió así: “La Christian Science puede sanarle. En esta misma calle vive un practicista de esta Ciencia.” Esa noche fuí llevada a consultarle.
Cuando el practicista me habló acerca de Dios me dí cuenta que me estaba hablando acerca de la verdad que tanto había deseado oir. Pensé que nunca más sentiría dolor o enfermaría. No obstante percibí que debía adquirir una comprensión más profunda de Dios y de mi ser verdadero como Su reflejo. El practicista me habló del libro de texto de la Christian Science, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, y me informé que podía comprar un ejemplar por tres dólares. En aquel entonces esa era para mí una suma de dinero bastante grande. Hoy en día no me separaría de mi ejemplar por todo el oro del mundo si supiera que no podría obtener otro. Se me enseñó cómo debía estudiar la Lección-Sermón que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science, y más tarde me hice miembro y serví en una Sociedad de la Christian Science.
Algo muy maravilloso ocurrió por cierto para mí cuando hallé la Christian Science. La actividad me ha sido restaurada y he gozado de una vida de salud, felicidad y utilidad muy por encima de lo que jamás me hubiera podido imaginar.
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