Si el cristiano de hoy en día se torna a la Biblia en busca de consuelo y curación, hallará en ella muchos relatos de lo que generalmente se llaman milagros. Quizás piense con pena que estos milagros sólo pudieron ocurrir en el pasado; puede que hasta crea que el poder para llevarlos a cabo se debía a un don de gracia sobrenatural otorgado a personas excepcionales. En la pág. 591 de “Ciencia y Salud”, Mrs. Eddy define así la palabra milagro: “Aquello que es divinamente natural, pero tiene que llegarse a comprender humanamente; un fenómeno de la Ciencia.”
Considerar los numerosos eventos maravillosos que relata la Biblia como el resultado de las condiciones que prevalecían en aquellos tiempos, pero que a lo mejor jamás se repetirán, sería negar la eficacia de la Mente divina, Dios. Los tales llamados milagros fueron el resultado del esfuerzo consagrado y la obediencia abnegada de aquellos que las llevaban a cabo. Eran el resultado de la comprensión espiritual, y queda en claro que constituían los primeros frutos de la fe individual en Dios.
Estos hechos demuestran el significado verdadero de la religión, pues muestran que la adoración divina halla su mejor expresión en tales obras como el curar al enfermo, regenerar al pecador, consolar al desolado y resucitar a los muertos. La noción de que sólo individuos excepcionales poseen poder sobrenatural y son capaces de llevar a cabo tales llamados milagros fue refutada por Santiago cuando escribió lo siguiente (Sant. 5:17, 18): “Elías era hombre sujeto a las mismas debilidades que nosotros, y oró con ferviente oración que no lloviese; y no llovió sobre la tierra por espacio de tres años y seis meses. Y otra vez oró; y el cielo dió lluvia, y la tierra produjo su fruto.”
Santiago debe de haber vislumbrado la grandeza de la fe absoluta que poseía Elías, la vitalidad de su concepto espiritual como también la magnitud de su fe en Dios. Además debe de haber sentido el poder que encerraban las palabras de Elías (1° Reyes 17:1): “¡Vive Jehová, el Dios de Israel, delante de quien yo estoy en pie, cual siervo suyo, que no habrá en estos años ni rocío ni lluvia, sino conforme a mi palabra!”
Elías probó ante los profetas de Baal sobre el monte Carmelo que la coexistencia del bien y el mal, del Espíritu y la materia, de Dios y Baal es algo imposible. (Véase 1° Reyes 18:19–39) Después que los seguidores de Baal hubieron fallado de que el fuego apareciera sobre el altar mediante sus invocaciones y ceremonias, Elías rogó al Dios único y el fuego consumió la leña mojada que estaba debajo de su holocausto. El demostró la superioridad del poder divino por sobre la fuerza y el despotismo humanos. Así fue como transformó la fe de sus conciudadanos. Sería ilógico llamar milagrosos a estos fenómenos que ocurrieron y que guiaron al reconocimiento de Dios como el Dios único, o de contemplarles como algo extraño o accidental.
En vista de que Santiago hizo énfasis sobre el hecho de que Elías “era un hombre que se hallaba sujeto a las mismas debilidades que nosotros” podríamos emular el ejemplo del profeta, esforzándonos por corregir aquello que debe ser corregido en el pensamiento humano. Hoy en día podemos armarnos de la misma fortaleza y seguridad tomando como ejemplo, el valor, la energía y la determinación que poseían los profetas, los apóstoles, y Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino. Mediante la Christian Science podemos familiarizarnos con el Principio divino, Dios, por medio de quien ellos llevaron a cabo esas poderosas obras. El Cristiano de hoy en día puede percibir que aquello que para el sentido mortal parecería ser un milagro incomprensible e inexplicable, para el sentido espiritual es la operación natural del Principio.
Frecuentemente hablamos acerca del milagro de la tecnología. Aun esas tal llamadas maravillas no se basan sobre lo inexplicable o místico; pero la aplicación inteligente y cuidadosa de las leyes fundamentales que operan dentro de su propio círculo de acción, hace que la tecnología se ponga al servicio de los hombres.
Si nos adherimos fiel y obedientemente a la guía y la sabiduría que contienen las inspiradas palabras de la Biblia y los escritos de Mrs. Eddy, estas palabras del profeta Miqueas harán eco en nuestra vida y tendrán un nuevo significado para nosotros (Miqueas 7:15): “Como en los días que saliste de la tierra de Egipto, le haré yo ver maravillas.”
La siguiente curación de una niña de tres años confirma las palabras de Miqueas y deja en claro que las maravillosas obras de Dios se hallan asequibles para todos. Esta pequeña niña enfermó de pulmonía doble, pleuresía y mastoiditis a los dos oídos. Se llamó al médico, pero este dió a los padres muy pocas esperanzas de que la niña se restablecería. En lo que aparentaba ser el último momento los padres se informaron acerca de la Christian Science e inmediatamente pidieron la ayuda de una practicista.
La practicista negó que la fuerza y la inteligencia son inherentes a la materia y afirmó la legalidad y el dominio del Espíritu. Ella oró, y para gran sorpresa de los padres la condición de la niña cambió al instante. A los pocos días se hallaba completamente bien. Esta curación les pareció un milagro a los padres, pero para la practicista significaba el resultado del conocimiento de la Verdad y de la consagración y la diligencia.
Cualquier persona que tiene la oportunidad de asistir a la reunión vespertina de testimonios de los miércoles, de una iglesia filial de la Iglesia Científica de Cristo, y que lee atentamente el Journal, el Sentinel y el Heraldo de la Christian Science en sus varias ediciones, publicadas por la Sociedad Editora de la Christian Science, descubrirá que las curaciones como la relatada se repiten diariamente cada vez en mayor número. Debemos admitir que estas curaciones no son el don sobrenatural de gracia otorgado a personas excepcionales, y es así como percibiremos que estas obras se basan sobre el Principio divino demostrable que está al alcance de todos. Todo Científico Cristiano debiera esforzarse por comprender este Principio que ha sido revelado en la Biblia, especialmente en las enseñanzas y la vida de Cristo Jesús, y esto le capacitará para comprender la declaración que Mrs. Eddy hace en la página 131 de Ciencia y Salud: “La verdad central de la Biblia es la superioridad del poder espiritual sobre el poder físico.”
