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¿Ocurren los milagros?

[Original en alemán]

Del número de octubre de 1962 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si el cristiano de hoy en día se torna a la Biblia en busca de consuelo y curación, hallará en ella muchos relatos de lo que generalmente se llaman milagros. Quizás piense con pena que estos milagros sólo pudieron ocurrir en el pasado; puede que hasta crea que el poder para llevarlos a cabo se debía a un don de gracia sobrenatural otorgado a personas excepcionales. En la pág. 591 de “Ciencia y Salud”, Mrs. Eddy define así la palabra milagro: “Aquello que es divinamente natural, pero tiene que llegarse a comprender humanamente; un fenómeno de la Ciencia.”

Considerar los numerosos eventos maravillosos que relata la Biblia como el resultado de las condiciones que prevalecían en aquellos tiempos, pero que a lo mejor jamás se repetirán, sería negar la eficacia de la Mente divina, Dios. Los tales llamados milagros fueron el resultado del esfuerzo consagrado y la obediencia abnegada de aquellos que las llevaban a cabo. Eran el resultado de la comprensión espiritual, y queda en claro que constituían los primeros frutos de la fe individual en Dios.

Estos hechos demuestran el significado verdadero de la religión, pues muestran que la adoración divina halla su mejor expresión en tales obras como el curar al enfermo, regenerar al pecador, consolar al desolado y resucitar a los muertos. La noción de que sólo individuos excepcionales poseen poder sobrenatural y son capaces de llevar a cabo tales llamados milagros fue refutada por Santiago cuando escribió lo siguiente (Sant. 5:17, 18): “Elías era hombre sujeto a las mismas debilidades que nosotros, y oró con ferviente oración que no lloviese; y no llovió sobre la tierra por espacio de tres años y seis meses. Y otra vez oró; y el cielo dió lluvia, y la tierra produjo su fruto.”

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