Un día la que esto escribe, caminaba a lo largo de una playa del océano Pacífico a la hora del crepúsculo. Mientras se regocijaba contemplando el magnífico resplandor que se reflejaba en el mar y el cielo, de pronto quedó impresionada por la estela dorada que sobre la superficie del agua se extendía directamente hacia el sol, que se ocultaba más allá del lejano horizonte. A medida que siguió caminando notó que esta estela no se quedaba atrás, mas continuaba extendiéndose directamente desde donde estaba ella hacia el sol. Se dió cuenta también que lo mismo le ocurriría a todas las personas que desde la playa contemplaran el mar. Esta estela sería para todos la senda dorada, puesto que era la luz del sol reflejada.
No obstante, algunas personas que caminaban a lo largo de la playa se hallaban tan absortas en la conversación y la risa con sus compañeros, que parecían completamente inconscientes de tanta gloria dorada. Otros daban la espalda al mar o se hallaban tan abstraídos en sus propios pensamientos tristes, que ni siquiera levantaban la vista. Para esos ojos que miraban hacia abajo, naturalmente, el camino radiante que llevaba al sol no era visible.
En las riberas del tiempo, se extiende del mismo modo ante cada individuo la senda dorada de la Vida, el camino que guía directamente al cielo de la armonía. La luz radiante de la Verdad le acompaña, esperando revelársele a la comprensión como la unidad eterna de Dios y el hombre, el Amor divino y el reflejo del Amor. La persona sólo tiene que abrir los ojos, es decir, percibir y ver espiritualmente la belleza y el gozo que pertenecen al hombre por ser la imagen y semejanza de Dios, el Alma.
No obstante, muchas personas no ven esta senda, pues a pesar de que están buscando ansiosamente la salud y la felicidad se hallan muy absortas en el propio ser material, persiguiendo fines y compañeros materiales, ciegas a la gloria que se halla ante ellas, o al camino de la salvación de los pesares que resultan del sentido material de la vida. Las conmovedoras palabras de Cristo Jesús, el gran Mostrador del camino, lo dicen (Marcos 8:18): “¿Teniendo ojos, no veis?”
Con la claridad de la visión espiritual Jesús contempló la senda de la vida, el camino de la unidad con el Padre como Su expresión. Anhelaba señalar esta senda a otros, pero sabía que el trabajo de la salvación es individual, y que sólo se manifiesta al ojo que ve, es decir, al sentido espiritual. Luego con paciencia infinita se dispuso a abrir los ojos cegados por el sentido material.
Mediante las parábolas y la sencilla enseñanza del Sermón de la Montaña y sobre todo por las obras de curación, Jesús despertó en los mortales la necesidad de purificar el pensamiento, hasta el punto en que la visión espiritual podía ser revelada. Un ejemplo de esta purificación ocurrió cuando él dijo al hombre ciego de nacimiento (Juan 9:7): “Vé, lávate en el estanque de Siloé,” y él obediente al mandato de su Maestro, “se fue, pues, y lavóse, y volvió viendo.”
Mrs. Eddy, que descubrió la senda de la Vida señalada por Cristo Jesús y que la llamó Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., ha indicado claramente en el libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” y en sus otras obras el camino de la salvación del pecado, la enfermedad y la muerte. Ella también vió claramente la senda, la siguió fielmente y probó que esta era la Verdad al sanar instantáneamente las tal llamadas enfermedades incurables. Este camino se halla disponible para todos.
En su mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902 Mrs. Eddy asegura tiernamente esto a la humanidad: “Nuestro Padre celestial nunca predestinó a los mortales que anhelan una tierra más deseable, a que vagaran sobre las riberas del tiempo, cual viajeros desilusionados, arrojados de un lado a otro por circunstancias adversas, e inevitablemente sujetos al pecado, la enfermedad y la muerte. El Amor divino anhela y aboga por salvar a la humanidad — y aguarda con seguridad y bienvenida, gracia y gloria, a los agobiados y cansados de lo terrenal, que encuentran y señalan el camino que conduce al cielo.”
Un joven cuya religión no lo había satisfecho en su niñez perdió todo interés en lo que se refería a religión. Se consideraba un pensador libre que por sus propios esfuerzos podría solucionar todos sus problemas. No obstante, después de vagar por el laberinto de los empeños materiales en busca de la felicidad y el éxito, halló que los problemas se tornaban cada vez más difíciles. Entonces se despertó en él un profundo deseo de hallar ayuda fuera de sí mismo. Un amigo le suministró un ejemplar de Ciencia y Salud. Lo leyó con dificultad en razón de que este libro de texto no había sido aun traducido a su lengua nativa.
Anteriormente, la vista le había causado ya cierta dificultad. Al empeorar consultó a un oculista y este le informó que posiblemente tendría que enfrentarse con la ceguera. En su desesperación pensó que la única solución sería el suicidio. Sin embargo, como último recurso fue a ver a un practicista de la Christian Science, que le ayudó a adquirir una vislumbre de su verdadero estado espiritual como la imagen y semejanza de Dios. Todo el concepto material cambió completamente. La vista comenzó a mejorar progresivamente. Su escepticismo se desvaneció. Sabía que se hallaba sobre la senda correcta, de modo que se puso a estudiar sinceramente la Biblia y las obras de Mrs. Eddy para poder adquirir una comprensión más clara de Dios. Al poco tiempo quedó completamente restaurado de la vista.
Más tarde cuando pudo percibir, mediante la ayuda de un practicista, que la voluntad propia debía ser reemplazada con la humildad, fue sanado de una úlcera al estómago que le había causado mucho dolor. Este joven se dió cuenta por cierto, que mediante la curación había hallado la senda verdadera. Durante muchos años la ha seguido y ha avanzado constantemente. Ha tomado instrucción en una clase autorizada de la Christian Science, se ha unido a una iglesia Científica de Cristo, y ha tomado parte en sus múltiples actividades. Continúa probando al sanarse a sí mismo y a otros que la idea correcta de Dios y de la unidad del hombre con El tal como lo ha aprendido en la Christian Science, trae la solución para todos los problemas humanos.
Ante cada individuo yace la senda dorada, el camino de la Vida, que guía del sentido al Alma, de la pena al gozo, de la tierra al cielo, de la enfermedad a salud y la santidad. A medida que el sentido material ciego cede al sentido espiritual, la gloria de la senda se ilumina con la luz del Amor divino. Más y más brillará esa senda a medida que el espíritu del Cristo ejemplificado en la vida humana descubra la visión.
Mrs. Eddy escribe en su obra “The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany” — La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea — (pág. 187): “Quiera la luz divina de la Christian Science que ilumina cada pensamiento esclarecido, iluminar vuestra fe y comprensión, excluir toda oscuridad o duda, y señalar la senda perfecta por donde caminar, el Principio perfecto por el cual demostrar el hombre perfecto y la ley perfecta de Dios.”
