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Alex prueba la presencia sanadora del Cristo

[De interés especial para los niños]

Del número de octubre de 1963 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Alex es un niño inglés y ha sido alumno de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde que era pequeño. Allí es donde aprende acerca de las verdades espirituales de Dios y del hombre y además aprende a usar estas verdades que le ayudan en sus estudios en la escuela y lo conservan bueno, bien y feliz.

En Inglaterra muchas son las casas que carecen de calefacción central pero que se mantienen templadas mediante fuegos a carbón o leña. A Alex le gustaba mucho ocuparse de uno de estos hogares, porque con muy poco trabajo quedaba encendido todo el día y toda la noche sin apagarse.

Una mañana, Alex se levantó temprano y bajó las escaleras silenciosamente para ocuparse del fuego. Esa mañana cometió el error de tocar un pedazo de metal de la parte delantera de la chimenea que estaba tan caliente que le quemó la mano.

La madre de Alex oyó sus gritos de angustia, y dirigiéndose donde estaba el niño le habló de la bondad y el amor de Dios. Ella también repitió las primeras líneas de “la declaración científica del ser” que nos ha dado Mrs. Eddy en Ciencia y Salud, y que dice (pág. 468): “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo.”

Empero, el dolor que Alex sentía era tan fuerte que no pudo dejar de llorar. Le pidió a su madre que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que le ayudara.

La mamá volvió del teléfono diciendo que el practicista estaba orando por él y deseaba que los dos recordaran que en el reino de Dios no ocurrían accidentes. La madre y el niño se apartaron de la sugestión de dolor y se pusieron a leer diligentemente la Biblia y Ciencia y Salud.

Leyeron el Salmo noventa y uno y el Salmo veintitrés de la Biblia. También leyeron la interpretación espiritual del Salmo veintitrés que Mrs. Eddy da y meditaron durante algún tiempo sobre las últimas palabras que tanto consuelo ofrecen (Ciencia y Salud, pág. 578): “Y en la casa [la consciencia] del [amor] moraré para siempre.”

Luego, la madre le contó a Alex acerca de varias hermosas curaciones de quemaduras que ella sabía se habían llevado a cabo mediante la Ciencia Cristiana [Christian Science]. Después hablaron de los tres jóvenes hebreos que por orden de Nabucodonosor habían sido echados al horno ardiente, y no obstante, no sufrieron daño alguno.

La madre le recordó a Alex que si los jóvenes hebreos hubieran abrigado pensamientos de enojo y odio hacia el rey no habrían sido capaces de caminar a salvo en el fuego. Por el contrario, sus pensamientos estaban tan llenos de amor y de confianza en el tierno cuidado de Dios que fueron capaces de sentir la presencia suave del Cristo sanador, la idea de Dios, de modo que estaban a salvo.

En ese mismo momento Alex se miró la mano y dijo con gozo: “Mamá, he sanado. No tengo más dolor y la mano está bien. ¡ Estoy sano!”

Así es como Alex probó la presencia sanadora del Cristo. El y su madre agradecieron a Dios por esta hermosa curación y le expresaron su gratitud por el practicista que les había ayudado. También le agradecieron por la Ciencia Cristiana [Christian Science] que nos enseña a conocer a Dios, el Amor divino que siempre está pronto para ayudarnos y sanarnos.

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