La teoría médica afirma que materialmente ciertas enfermedades son contagiosa, y elimina el factor mental en lo que se denomina contagio. Igualmente, la teoría médica excluye el hecho de que el estado de consciencia espiritual del pensamiento evita el desarrollo de tales enfermedades, aun cuando las condiciones materiales del contagio estén presentes.
La Ciencia Cristiana [Christian Science] explica el aspecto mental de todo contagio y proporciona el poder del Cristo que lo destruye. Mary Baker Eddy declara en “Miscellaneous Writings” (Escritos Misceláneos, pág. 228): “Todo aquello que el hombre ve, siente o percibe en cualquier forma debe ser captado por la mente, puesto que tanto la percepción, como la sensación y la conciencia pertenecen a la mente y no a la materia.” Más adelante ella agrega: “El consentimiento general es contagioso y hace que la enfermedad también lo sea.”
Estos preceptos científicos son de inmenso valor para el Científico Cristiano, puesto que le aseguran que puede protegerse a sí mismo físicamente, y rehusarse a dar su consentimiento mental a la posibilidad de contraer una enfermedad considerada contagiosa. No obstante, su denegación debe ser más que un mero rechazo humano de la posibilidad del contagio. Debe basarse sobre su conocimiento de que Dios, el Espíritu, es la única Mente, que el hombre refleja esta única Mente, y que nada puede contaminar la conciencia real que emana del Espíritu puro.
Si Dios pudiera contraer la infección, el hombre también correría ese riesgo. Pero tal posibilidad es absurda, porque Dios es el bien infinito y el hombre es la idea de Dios — la idea más elevada que por siempre habita a salvo en la Mente. El Salmista debe haber vislumbrado este hecho cuando dijo respecto de uno "que habita en el retiro del Altísimo” (Salmo 91:1) que no le sucedería “mal alguno”, ni plaga tocaría su morada (Véase versículo 10).
La Ciencia Cristiana [Christian Science] declara que el reino entero del pensamiento mortal en el cual se desarrolla la enfermedad es irreal. Explica que este reino es el sueño de Adán de vida en la materia, y un estado mental que no tiene existencia real. En este sueño, es evidente que todas las formas de vida material son de naturaleza depredadora; pues una forma de vida devora a otra. En el contagio, la forma de vida inferior devora a la mayor. Cristo Jesús dió prueba de su profunda perceptividad cuando describió al diablo o mente carnal, como “homicida desde el principio” (Juan 8:44), es decir, como acción mental destructiva.
Empero, este análisis no debería ni puede perturbar al Científico Cristiano que contempla la vida mortal como un sueño ilusorio. Esto dió el poder a nuestro Mostrador del camino, para darse cuenta de la naturaleza soñadora de la conciencia mortal. Este análisis da poder al Científico Cristiano para percatarse que puede permanecer despierto espiritualmente. No hay forma de vida material destructiva que pueda inmiscuirse en el estado de consciencia espiritual, o el hombre real. Siempre puede hallarse la protección en la demostración del estado de consciencia verdadero, el cual está separado del sueño mortal y es inmune a toda creencia de depredación.
Si se anuncia una epidemia en una comunidad, el Científico Cristiano no lo pasa por alto, mas ora con mayor entereza afirmando la impotencia y nulidad de la acción depredadora. Mediante la realización de que su ser único y verdadero es una entidad creada y protegida por Dios, el Científico Cristiano se inmuniza contra la enfermedad. También contribuye a la seguridad de todos, reconociendo la nulidad de la sugestión agresiva de la fuerza destructiva, que pretende desarrollarse dentro de su propio concepto individual de la comunidad.
En vez de aceptar el temor general acerca del contagio, que tiende a destruir la resistencia natural a la enfermedad que posee la gente, el Científico Cristiano se rehusa a dejarse dominar por el pánico y se aferra firmemente a la verdad de la Mente pura, su omnipresencia y su control por sobre todas las cosas. Este estado sereno del pensamiento ayuda a la comunidad entera, dado que su influencia echa fuera el temor con el cual depreda mentalmente la así llamada vida bacteriológica.
Al protegernos de la posibilidad de consentir al contagio, debemos estar seguros de que en nosotros no haya nada que atraiga el error, y que no abriguemos ni el temor, ni la falsa creencia de que la enfermedad existe en alguna forma. La definición que Mrs. Eddy ofrece de “Dan” como “el magnetismo animal” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 583) muestra el método hipotético mediante el cual actúa la mente mortal.
Otra parte de la definición dice: “Una creencia depredando a otra.” En la Biblia, Dan, el hijo de Jacob, representa la serpiente, el mal o magnetismo animal, según la Ciencia Cristiana [Christian Science] denomina al mal. La protección sencillamente radica en nuestra propia espiritualidad, en el grado que nos adherimos a la “percepción, sensación, y conciencia” que “pertenecen a la mente y no a la materia.”
En 1901, Mrs. Eddy fue entrevistada por un corresponsal del New York Herald. Durante la entrevista, le preguntaron: “Rechaza Ud. absolutamente la teoría de que la bacteria propaga la enfermedad?” De acuerdo al corresponsal, ella contestó: “ ‘Oh,’ dijo con una prolongada inflexión — ‘totalmente. Si yo abrigase esa idea acerca de la enfermedad, pienso que yo misma estaría en peligro de contraerla.’ ” (“The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany” — La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea, pág. 344) .
El evaluar la enfermedad como pensamiento falso, como algo que debe eliminarse mentalmente sobre la base de la infinitud de la Mente divina, constituye un gran progreso para la detención de cualquier enfermedad. Aunque la Ciencia Cristiana está a la vanguardia de la época, eventualmente el mundo por cierto reconocerá lo que es verdadero. Nosotros podemos hacer nuestra parte extendiendo este reconocimiento.
