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Educar sin castigo

Del número de octubre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Recientemente se anunció la llegada a Colombia de la entidad The Humanity Global Service, que fomenta la educación sin castigo. Con sede en Europa, esta entidad está integrada por profesionales de la educación y del trato con la infancia. El periódico El Tiempo, de mayor circulación en nuestro país, al unirse en una campaña de divulgación de esta actividad y para alentar a que la gente participara, publicó en sus páginas la siguiente pregunta: “¿Se puede educar sin castigo?”

A través de una carta yo me uní a la campaña porque entiendo que sí se puede educar sin castigo. Y como principal argumento tengo la evidencia en mi propia casa. En mi hogar, mi esposa y yo nunca tuvimos que darle un azote a nuestro hijo (hoy de 18 años) para corregir sus pataletas, malacrianzas y equivocaciones tan naturales en los niños.

Hace poco, no sabemos la razón pero nuestro hijo David comenzó a mostrarse sin ánimo, perezoso y un tanto descuidado. Esto me llevó a que una mañana le pidiera que buscara en el libro “Índice–Concordancia de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, declaraciones que tuvieran que ver con diligencia, acción y dedicación. Yo también hice una búsqueda de palabras en ese índice. Una de las declaraciones que encontré dice: “Si los hombres dedicaran al estudio de la Ciencia de la Mente siquiera la mitad de la fe que conceden a los supuestos dolores y placeres de los sentidos materiales, no irían de mal en peor, hasta ser castigados por el presidio y el patíbulo; sino que toda la familia humana sería redimida por los méritos Cristo — por la percepción y aceptación de la Verdad”.1 Esto pronto me hizo ver que no era el castigo sino la percepción espiritual lo que nos hace rectos y diligentes. Y las ideas que obtuve en esta lectura me trajeron inspiración para orar.

Muy pronto pudimos ver los frutos de esta inspiración. Los cielorrasos de los baños de nuestra casa son de acrílico, ellos cubren los focos de la luz y a su vez permiten el paso de la luz natural. Cuando llegué por la tarde a casa me sorprendió que los baños estaban impecables y con mucha más luz de la acostumbrada. Cuando pregunté la razón de esa transparencia, David me contestó: “Papá, de momento se me ocurrió mover las láminas de acrílico y noté que eran corredizas, las quité y las lavé muy bien, y cambié unos focos que estaban muy opacos. Todo quedó como si fuera nuevo”.

En el programa “Temas” de entrevistas, del canal 11 de TV, me impactó que un psicólogo colombiano le preguntara a uno de sus colegas comprometidos con el propósito de Educar sin Castigo: “¿Cómo piensan ustedes tener éxito con este propósito en una cultura tan imbuida, desde tiempos inmemoriales, por creencias, mitos y religiones cuyas deidades hacen del castigo un elemento tan natural en la conducta humana como la vida misma?”

Y la respuesta fue: “Paralelamente a los avances tecnológicos, cuya fuente es la inteligencia, nosotros los educadores vamos encontrando otros valores como la bondad, la ternura, la justicia y la razón que nos permiten pensar que así como el holocausto y la flagelación ya son hechos del pasado, así mismo la inteligencia y la razón reemplazarán el castigo para educar y corregir. Y un nuevo orden mundial con base en la tolerancia, la integración y la convivencia tendrá lugar. Nuestros hijos, educados y corregidos sin castigo, harán posible esta nueva era”.

Si el estudio de Ciencia y Salud puede mejorar el comportamiento de individuos a nivel familiar, ¿por qué no ha de mejorar conductas en niveles más generales? En una parte, este libro afirma: “La Verdad eterna está cambiando el universo”.Ciencia y Salud, pág.202. También en otra de sus obras, la Sra. Eddy dice: “¿Es demasiado decir que este libro está leudando toda la masa del pensamiento humano? Se pueden encontrar sus enseñanzas en cada paso de progreso mental y espiritual, en el púlpito y la prensa, en la religión y la ética, y encontrar estos pasos progresivos o bien escritos o bien indicados en el libro”. Ibid., pág. 255.

Mi hijo David percibió que su actitud natural era la diligencia, el cuidado y la disposición positiva. Y esto lo hizo gracias a su propio progreso espiritual, sin que fuera necesario ningún tipo de presión o de castigo. Esto me hace pensar que la percepción espiritual irá guiando toda conducta humana a un comportamiento que no requiere del castigo, porque el hombre irá encontrando en sí mismo que no es malo ni negligente, sino que es bondadoso y capaz, porque está gobernado por Dios, el origen de todos los valores verdaderos.

Hoy, David es un estudiante exitoso de Derecho en la Universidad en Bogotá, es conocedor de sus derechos así como de sus deberes y responsabilidades, pero lo mejor de todo para nosotros como padres es que ama la Christian Science, cuyo estudio nos prueba que sí se puede educar sin castigo.

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