Una amiga nos acaba de prestar un colorido libro titulado “Ésta es Colombia”. De escueto texto y abundantes fotos, esta obra nos lleva a admirar las edificaciones precolombinas, como la Ciudad Perdida en la Sierra Nevada de Santa Marta, las casas coloniales en Cartagena de Indias y los modernos edificios del Centro Internacional en Santafé de Bogotá.
Cuando consideramos la historia del país, su gente destacada en las artes, las ciencias y las letras, e incluso los que no son famosos pero siguen bregando con ideales de paz y progreso, salta a la vista que la violencia no es parte de la vida auténtica colombiana. La violencia parece haberse adosado a la vida diaria como un hongo a la corteza de un árbol: son de diferente naturaleza entre sí.
Este Heraldo plantea una solución espiritual; una solución que nos lleva a recurrir a leyes divinas, no humanas. Las ideas que nuestro número presenta nos confirman algo que tal vez siempre habíamos sentido: la paz es lo normal en la vida.
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