El anhelo más profundo de la humanidad es espiritual. Puede tratarse de un anhelo de paz y seguridad, una añoranza por la libertad, una desesperación latente sobre las finanzas, o el deseo de ser sano y feliz; muchos de nosotros estamos buscando algo cuya fuente no se encuentra en el punto de vista convencional de la vida. Muchas veces sin saberlo, estamos buscando a Dios. Estamos buscando la inmensa bondad del Espíritu omnipresente, el consuelo del Amor divino inmutable.
Los sistemas materiales buscan en la materia la fuente de la salud, la felicidad y la seguridad, porque la materia parece ser la fuente y el controlador de nuestras vidas. Sin embargo, las expectativas de muchas personas no se cumplen. El libro de Jeremías en la Biblia describe con elocuencia lo que muchos encuentran: “Esperamos paz, y no hubo bien; día de curación, y he aquí turbación” (8:15).
Mary Baker Eddy habla del problema de fondo en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Una concepción mortal, corpórea o finita de Dios no puede abarcar las glorias de la Vida y del Amor ilimitados e incorpóreos. De ahí el insatisfecho anhelo humano por algo mejor, más elevado, más sagrado, de lo que proporciona una creencia material en un Dios y un hombre físicos. La insuficiencia de esta creencia para proveer la idea verdadera comprueba la falsedad de la creencia material” (pág. 258).
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