Aunque se trata de un libro bastante antiguo, ¡para mí la Biblia continúa siendo un manantial de agua fresca! Una y otra vez, me encuentro con pasajes que —aunque los haya leído muchas veces— de repente parecen nuevos, y me dan mucha inspiración.
Este es un ejemplo: En Primero de Reyes leemos cómo Dios le dijo al profeta Elías que fuera a la ciudad de Sarepta, donde una mujer viuda lo sustentaría durante la hambruna que se avecinaba. Elías hizo lo que Dios le dijo. Durante el tiempo que él vivió ahí, el hijo de su anfitriona se enfermó y murió. Por supuesto, la madre, estaba fuera de sí por la pena que sentía, y le reprochó al hombre de Dios, pensando que él había matado a su hijo como castigo por los pecados de ella. Elías simplemente dijo: “Dame acá tu hijo”. Cargó al niño en sus brazos “y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama… Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Dios” (véase 1° Reyes 17:17-24). Y el niño fue devuelto a la vida.
Sentí que las palabras “Dame acá tu hijo” me hablaban directamente a mí, queriendo decir: ¡Pon la situación en manos de Dios!
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!