¡A mí me encanta bailar! La danza es una expresión de cualidades como gracia, ritmo, disciplina, energía, alegría, agilidad, armonía y coordinación.
Una noche, hace unos años, tuve que salir antes de tiempo de un certamen de baile debido a un dolor en la espalda. Pensé que si no hacía esfuerzos por un tiempo, el problema desaparecería. Pero después de no bailar por una semana, el dolor volvió, y en pocas semanas me vi forzado a dejar la danza por completo. Con el tiempo otras actividades físicas también se vieron afectadas por esta condición.
Empecé a orar seriamente por esta situación. Comencé estudiando los testimonios de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Del estudio que había hecho anteriormente de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, yo sabía que Dios cuida perfectamente de Su creación, y cuida de todos Sus hijos sin condiciones o coacciones, sin medida o limitaciones. Sabía que percibir el amor incondicional de Dios trae curación. De modo que, en mi estudio de las Lecciones Bíblicas de la Ciencia Cristiana, busqué especialmente las declaraciones del amor de Dios por Su creación, y oré con ellas.
No obstante, a pesar de mis oraciones no parecía haber cambio alguno, entonces decidí pedirle a una practicista de la Ciencia Cristiana que me diera tratamiento por la oración. Ella me indicó que Dios, el Espíritu infinito, no conoce el tiempo ni los procesos cronológicos. Desde la perspectiva de Dios, las discordias, como son el esfuerzo excesivo, jamás tuvieron un punto de partida, no pueden desarrollarse ni ganar impulso. No tienen una fuente de origen, por lo tanto, no pueden producir un efecto. Por ser la expresión de un Dios afectuoso, yo no podía ser víctima de una serie de actividades físicas o del esfuerzo excesivo.
La practicista también me ayudó a entender que debía centrarme en sentir y experimentar el amor de Dios. Pero, ¿cómo podemos sentir el Amor divino cuando estamos siempre ocupados? Mis ocupaciones y demandas de trabajo parecían absorberme. Comencé a darme cuenta de que necesitaba tomar más tiempo para orar por mí mismo, para poder discernir el amor de Dios que estaba a todo mi alrededor. Así que cada día hacía el esfuerzo de apartar una hora para orar. A esos momentos los llamaba mis “verdes prados”, según una línea de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana que dice: “Presiento verdes prados” (Anna L. Waring, Hymn 148, © CSBD). Noté que a través de esos momentos de reflexión, gradualmente comencé a apartarme de la impaciencia, la envidia y la actitud de juzgar. En vez de eso, comencé a expresar más buena voluntad y generosidad hacia los demás.
La alegría es un reconocimiento del amor de Dios presente en nuestra vida.
Eddy dice en Ciencia y Salud: “La Ciencia divina … resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos del sentido material por ideas espirituales” (pág. 123). En mi oración pensaba en las ideas espirituales que representan los músculos y una espina dorsal, tal como flexibilidad y ductilidad, o balance, integridad y fuerza. Estas ideas siempre forman parte de mi ser espiritual verdadero; son permanentes, intactas y están siempre presentes; no se deterioran ni envejecen.
Yo estaba convencido de que el tratamiento en la Ciencia Cristiana sana. Sin embargo, después de unas semanas, empecé a sentirme desalentado porque todavía no se había producido la curación. Pero gracias a las oraciones de la practicista y su firme y constante confianza en la verdad, continué encontrando nuevos enfoques y motivación para mis propias oraciones.
Uno de estos enfoques fue comprender que la alegría es un don de Dios y una expresión de Su relación con el hombre. Dios se deleita con Su creación. Percibí que la alegría es el reconocimiento del amor de Dios presente en nuestra vida.
Cambié mi enfoque y glorifiqué a Dios, y el siguiente himno se transformó en mi compañero constante:
Ten mi vida, que estará
consagrada a Ti, Señor;
ten mis días, que se irán
sólo en Tu eternal loor;
Ten mis manos, que obrarán
al impulso de Tu amor.
(Frances R. Havergal, Christian Science Hymnal, No. 324, adapt. © CSBD)
Traje alegría a todo aspecto de mi vida diaria e hice esfuerzos conscientes para ser bondadoso y agradecido en mis interacciones con aquellos que me rodean, y cumplir con el deleite que Dios tiene por Su creación.
Entonces un día la practicista declaró enfáticamente y con toda certeza: “¡Eres libre! ¡Y eso es algo por lo que no tienes que esperar!” Esto me hizo comprender que la fuente de mi habilidad de moverme con libertad no podía encontrarse en la materia, sino más bien, en el amor de Dios por Su creación. De pronto, confié en este hecho divino y reconocí que Dios creó al hombre a Su semejanza, sin una larga lista de problemas. Pude aceptar este mensaje angelical y, como resultado, las persistentes dudas que había tenido simplemente se disolvieron y dieron lugar a una profunda alegría.
Con este cambio de consciencia, encontré el valor para realizar actividades físicas nuevamente, incluso la danza. Todo el dolor había desaparecido. Esta curación ocurrió hace varios años y ha sido permanente.
Estoy sumamente agradecido por el descubrimiento que hizo Eddy de la Ciencia Cristiana, así como también por la dedicada labor y apoyo de los practicistas.
Jürgen Schäfer, Estocolmo
