Conozco la Ciencia Cristiana desde hace más de veinte años. El estudio del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me ha ayudado a conocerme a mí misma, y a encontrar al Dios amable y bondadoso que yo había presentido desde niña. Un Padre-Madre que está siempre pendiente y cuidando a cada uno de Sus hijos.
Un día, pude comprobar Su presencia y protección de manera muy palpable, como indica este pasaje de la Biblia: “Jeohová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmos 121:8).
Iba sola manejando mi automóvil, cuando tuve que parar en un semáforo en rojo. De pronto empecé a sentir un dolor muy fuerte en el pecho. Traté de inspirar aire y no pude. Recordé comentarios de personas que habían muerto por problemas al corazón. Sentí mucho miedo, y pensé que iba a desmayarme. Empecé a respirar otra vez pero no podía inspirar profundamente. Sin embargo, después de unos momentos recordé la “declaración científica del ser”, la cual dice en parte: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468).
Logré aquietar mi pensamiento, y me detuve al costado de la calle. En ese momento la respiración era muy agitada. De inmediato, reforcé mi oración sabiendo que Dios es mi Vida y que Él es Todo-en-todo, de modo que nada malo podía ocurrirme; yo estaba bien porque estaba protegida por el Amor divino.
Reforcé mi pensamiento sabiendo que Dios es mi Vida y que Él es Todo-en-todo, de modo que nada malo podía ocurrirme.
De pronto, la situación cambió. Me tranquilicé un poco más y recordé “La oración diaria” que se encuentra en el Manual de La Iglesia Madre: “‘Venga Tu reino’; haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado; y que Tu palabra fecunde los afectos de toda la humanidad y los gobierne” (pág. 41).
Cuando terminé esta oración me tranquilicé. De nuevo traté de inspirar profundamente y esta vez pude hacerlo sin problemas. Me sentí muy contenta de poder respirar normalmente otra vez. El temor desapareció y con ello también el dolor. Luego de unos momentos me tranquilicé por completo, y continué mi trayecto a casa. El dolor no volvió a manifestarse. Esta curación ocurrió hace más de nueve años.
Esta experiencia ha sido muy importante para mí, pues, la respuesta de Dios fue inmediata. Esto me llenó de mucha gratitud a Dios por conocer la Ciencia Cristiana, por saber estas verdades y poder apoyarme en ellas en un momento tan difícil, estando sola en medio del tráfico y no poder pedir ayuda inmediata a nadie.
Estoy muy agradecida por haber comprobado que Dios es el único poder que existe, y está siempre presente y a nuestro alcance dondequiera que nos encontremos.
Delia López Aguilar, Culiacán
