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Sana de fuerte dolor en el pecho

Del número de septiembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


 Conozco la Ciencia Cristiana desde hace más de veinte años. El estudio del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me ha ayudado a conocerme a mí misma, y a encontrar al Dios amable y bondadoso que yo había presentido desde niña. Un Padre-Madre que está siempre pendiente y cuidando a cada uno de Sus hijos.

Un día, pude comprobar Su presencia y protección de manera muy palpable, como indica este pasaje de la Biblia: “Jeohová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmos 121:8).

Iba sola manejando mi automóvil, cuando tuve que parar en un semáforo en rojo. De pronto empecé a sentir un dolor muy fuerte en el pecho. Traté de inspirar aire y no pude. Recordé comentarios de personas que habían muerto por problemas al corazón. Sentí mucho miedo, y pensé que iba a desmayarme. Empecé a respirar otra vez pero no podía inspirar profundamente. Sin embargo, después de unos momentos recordé la “declaración científica del ser”, la cual dice en parte: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468).

Logré aquietar mi pensamiento, y me detuve al costado de la calle. En ese momento la respiración era muy agitada. De inmediato, reforcé mi oración sabiendo que Dios es mi Vida y que Él es Todo-en-todo, de modo que nada malo podía ocurrirme; yo estaba bien porque estaba protegida por el Amor divino.

Reforcé mi pensamiento sabiendo que Dios es mi Vida y que Él es Todo-en-todo, de modo que nada malo podía ocurrirme.

De pronto, la situación cambió. Me tranquilicé un poco más y recordé “La oración diaria” que se encuentra en el Manual de La Iglesia Madre: “‘Venga Tu reino’; haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado; y que Tu palabra fecunde los afectos de toda la humanidad y los gobierne” (pág. 41).

Cuando terminé esta oración me tranquilicé. De nuevo traté de inspirar profundamente y esta vez pude hacerlo sin problemas. Me sentí muy contenta de poder respirar normalmente otra vez. El temor desapareció y con ello también el dolor. Luego de unos momentos me tranquilicé por completo, y continué mi trayecto a casa. El dolor no volvió a manifestarse. Esta curación ocurrió hace más de nueve años.

Esta experiencia ha sido muy importante para mí, pues, la respuesta de Dios fue inmediata. Esto me llenó de mucha gratitud a Dios por conocer la Ciencia Cristiana, por saber estas verdades y poder apoyarme en ellas en un momento tan difícil, estando sola en medio del tráfico y no poder pedir ayuda inmediata a nadie.

Estoy muy agradecida por haber comprobado que Dios es el único poder que existe, y está siempre presente y a nuestro alcance dondequiera que nos encontremos.

Delia López Aguilar, Culiacán

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