En junio de este año, La Iglesia Madre celebró su Asamblea Anual mediante una transmisión por Internet desde Boston. Lo que impulsó esta reunión fue el renovado llamado a cada uno de nosotros para que consideremos profundamente nuestro propio compromiso con la curación y con el desarrollo espiritual, la regeneración y el amor desinteresado que sustenta toda curación verdadera.
No tenemos que mirar muy lejos para darnos cuenta de cuánto necesita el mundo la luz sanadora de la Ciencia Cristiana. No necesita tanto las palabras de esta Ciencia, como nuestra oración individual y silenciosa por el mundo y nuestra demostración diaria de la Ciencia Cristiana.
Cada vez que oramos por el mundo y discernimos espiritualmente la consumada unicidad de la Mente divina que gobierna todas sus ideas universalmente, producimos un impacto en el mundo. Además, cada curación que tenemos —destruyendo la enfermedad, el pecado, la escasez o el pesar— tiene un efecto que va más allá de nuestra propia vida.
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