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Artículo de portada

Dejé de fumar y beber

Del número de septiembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Comencé a fumar cuando tenía unos 11 años. Lo hice porque mis amigos en la escuela y la gente que conocía en mi barrio, fumaban. Visitaba con frecuencia a un vecino que me ofrecía caramelos duros, y entonces me decía que para disfrutar del caramelo duro, era mejor fumar primero. A mí realmente me gustaban mucho los caramelos después de fumar un cigarrillo. El deseo de complacer e imitar a otros contribuyó a que me volviera adicto al tabaco.

En aquella época, yo sentía que los cigarrillos eran tanto buenos como malos para mí. Buenos porque me daban placer. Malos porque yo sabía que eran la causa de muchas enfermedades. De hecho, para cuando comencé la universidad había estado fumando por tanto tiempo, que ya había empezado a sentir dolor en los pulmones. Pensé en dejar. Y probé diferentes métodos para liberarme de sus garras, como si el hábito de fumar se hubiera transformado en parte de mi naturaleza. Después entendí que la voluntad humana no sería suficiente para librarme para siempre del hábito de fumar.

A comienzos de 1997, conocí la Ciencia Cristiana, y a partir de allí las cosas cambiaron rápidamente en mi vida. Empecé a estudiar la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana. Un día, mientras leía Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, encontré el siguiente pasaje que me resultó muy esclarecedor: “No se necesita añadir que el uso de tabaco o de bebidas alcohólicas no está en armonía con la Ciencia Cristiana” (pág. 454). Me estaba sintiendo impulsado a aceptar la ética de la Ciencia Cristiana, y hacerla mía. Quería participar totalmente en este movimiento mundial. No obstante, mi deseo de fumar continuaba. ¿Qué podía hacer; cómo iba a dejar de hacerlo?

Lo que yo pensaba que me daba placer era, de hecho, una ilusión, una falsa seducción de la materialidad.

A medida que progresaba en mi estudio de Ciencia y Salud, comprendí más claramente la verdadera naturaleza de Dios, mi verdadera identidad espiritual como hijo de Dios, creado a Su imagen y semejanza, y mi relación con Dios. Cada vez que el deseo de fumar invadía mi pensamiento, pensaba el siguiente silogismo: “Dios no fuma; yo soy la imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, yo no fumo”. Continué orando. Sin embargo, el deseo de fumar continuaba. Hasta que una mañana, tomé Ciencia y Salud y leí: “No existe placer verdadero en los falsos apetitos” (pág. 404). Entendí que lo que yo pensaba que me daba placer era, de hecho, una ilusión, una falsa seducción de la materialidad.

Gracias a lo que estaba comprendiendo con mi estudio de la Ciencia Cristiana, me liberé completamente de todo deseo de fumar unos seis meses después de haber conocido esta Ciencia. El dolor de mis pulmones desapareció, y nunca regresó. Y es interesante, porque al mismo tiempo me liberé de todo deseo de consumir alcohol. Yo había bebido alcohol de vez en cuando durante años.

Estoy muy agradecido por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, y por todos aquellos que dan a conocer estas enseñanzas al mundo.

Nga Onana Fernand, Yaoundé

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