Era época de mangos, y yo estaba deseando comer algunos. En la subdivisión donde vivía, había un árbol de mango alto, y una mañana, vi que había dos mangos maduros en una de las ramas más altas, así que decidí trepar el árbol y recoger la fruta.
Me encontraba muy cerca de la fruta y a punto de agarrarla, pero tan pronto puse el pie en la rama más alta, sentí que algo no estaba bien y que probablemente no me sostendría. Entonces moví rápidamente la mano para agarrarme de otra rama cercana, pero esta se rompió y me caí. Durante la caída, las ramas me cortaron el labio y la espalda, y también me golpearon muy fuerte especialmente la espalda. Cuando caí al suelo, me desmayé.
Los vecinos llamaron a mi padre, quien me llevó de inmediato adentro de mi casa. Él empezó a orar por mí. Cuando recuperé el sentido y me sentía alerta, estuve de acuerdo en que él continuara dándome tratamiento en la Ciencia Cristiana.
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