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Pruebas del amor de Dios en mi vida

Del número de septiembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Conocí la Ciencia Cristiana en 2011 por medio de una amiga que vive en mi barrio. Leíamos juntas la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana, y yo sentía una gran sensación de paz cuando hablábamos sobre los conceptos que estábamos estudiando en la Ciencia Cristiana.

En una manera tranquila y humilde, esta amiga, quien es practicista de la Ciencia Cristiana, me ayudó a entender mejor a Dios y a darme cuenta de que Dios es Espíritu infinito y Vida divina ilimitada. Empecé a ver que mi vida no está limitada y sujeta a fluctuaciones, sino que emana de Dios y, por lo tanto, es espiritual, eterna, balanceada y armoniosa. También me quedó claro que comprender la Ciencia Cristiana elimina las sugestiones erróneas que se manifiestan como enfermedades.

En una ocasión, a mediados de 2012, se me inflamó el tendón del pié y me dolía mucho. Le pedí a esta practicista que orara por mí y ella estuvo de acuerdo. Oramos con algunas ideas, y estas palabras de Mary Baker Eddy de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras me ayudaron mucho: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (págs. 476-477). Después de orar con la practicista por unos días, el dolor desapareció y nunca volvió a manifestarse.

Empecé a ver evidencias del amor de Dios en mi vida.

Esta curación fortaleció mi estudio de la Ciencia Cristiana. Empecé a ver otras evidencias del amor de Dios en mi vida, y una de ellas, en particular, fue muy importante para mí.

Una tarde, hace un año, comencé a sentir un fuerte dolor abdominal y de inmediato empecé a orar como estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana. Sin embargo, el dolor se hizo más fuerte y empecé a tener diarrea. Los síntomas llegaron a ser muy alarmantes. Así que le conté a la practicista lo que estaba pasando y le pedí que me ayudara por medio de la oración.

Ella me alentó a mantener en mi pensamiento solo lo que es verdad acerca de la existencia espiritual. Me recordó que mi vida refleja la Vida divina, Dios, la cual no incluye ningún mal que deba ser eliminado. No hay nada que agregar a la Vida divina, la cual ya es completa. La practicista también me dijo que mi ser es una idea de Dios, una expresión de Dios, siempre buena y armoniosa. Me recomendó que leyera este pasaje de la Biblia: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11). En el momento en que lo leí, sentí un gran consuelo y alivio, y percibí el inmenso amor de Dios por mí. Sané en menos de 24 horas. Estaba muy agradecida y me di cuenta de la importancia y la eficacia de la oración para la curación de todas las enfermedades.

“El poder de Dios libera al cautivo. Ningún poder puede resistir el Amor divino” (Ciencia y Salud, pág. 224). Como una luz, la Ciencia Cristiana ilumina mi camino hacia la comprensión espiritual, trayendo confianza, fortaleza y alegría a mi experiencia.

Ana Cristina Moraes Azevedo, Cotia

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