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Envenenamiento neutralizado

Del número de marzo de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Hace unos años, un grupo de amigos y yo fuimos invitados a la celebración de un casamiento. Inmediatamente después de asistir, cada uno de nosotros recibió una llamada anónima informándonos que habíamos sido envenenados por error. Nosotros no éramos el blanco que habían planeado. En el último momento, se había hecho un cambio en la ubicación de los invitados, y nosotros habíamos ocupado la mesa  —e ingerido la comida— destinada para las víctimas. Lamentablemente, el envenenamiento es una práctica común en mi país. Las celebraciones son a veces el lugar donde las familias rivales intentan arreglar hostilidades. La llamada telefónica tenía el propósito de advertirnos para que tomáramos las medidas necesarias para evitar lo peor, puesto que el veneno era lo suficientemente fuerte como para matarnos.

Yo estaba muy asustado. De inmediato, empecé a tener síntomas de envenenamiento muy alarmantes. Mis amigos y mi familia se preocuparon mucho, y algunas personas cercanas me sugirieron que tomara medicinas o fuera al hospital de inmediato.

Yo tenía el derecho divino de ser sano.

Sin embargo, de pronto, recordé una promesa que se encuentra en la Biblia, donde Cristo Jesús dice: “En mi nombre… tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:17, 18). Basado en esta promesa, decidí encontrar curación dándome un tratamiento como había aprendido en la Ciencia Cristiana.

Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Toma consciencia por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales —ni están en la materia ni son de ella— y el cuerpo entonces no proferirá ninguna queja” (pág. 14). Cuando tomamos consciencia de un hecho espiritual, nuestro pensamiento se abre y comienza a aceptar este hecho, comienza a confiar en él. Yo, realmente, estaba tomando cada vez más consciencia de que lo que había comido no podía afectarme de ninguna forma. Empecé a orar para comprender quién era yo realmente: la imagen y semejanza perfecta de Dios, e incluía todas las cualidades divinas, sin un solo elemento capaz de hacerme daño. Yo sabía que cuando confiamos en Dios, comprendemos que Él siempre responde a todas nuestras necesidades. Él siempre nos sana y nunca nos defrauda. Esta consciencia espiritual nos libera de la creencia en cualquier forma de mal.

También oré con otro pasaje de Ciencia y Salud: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261). La vida, la salud, la benevolencia, el amor, la abundancia, la verdad, la bondad, la alegría, la fortaleza, la mansedumbre, la humildad, la honradez, la dignidad, la inocencia, la paz, son parte de nuestra verdadera naturaleza y de nuestra filiación divina. Tú y yo podemos saber que bajo ninguna circunstancia pueden quitarnos estas cualidades. Son por siempre nuestras, ahora y por toda la eternidad.

Yo estaba tomando cada vez más consciencia de que lo que había comido no podía afectarme de ninguna forma.

Yo tenía el derecho divino de ser sano, y el veneno no tenía ningún derecho ni poder para dañarme. Gradualmente, a medida que fui reclamando este derecho, los síntomas disminuyeron, hasta que desaparecieron totalmente. Aunque la curación completa tomó unos dos meses, quiero señalar que pude asistir al trabajo durante todo ese tiempo. Todos mis parientes y amigos se regocijaron con mi curación.

Estoy agradecido a nuestro Padre-Madre, Dios, por la Vida, la Verdad y el Amor, y por la “libertad gloriosa” (Ciencia y Salud, pág. 227) que hemos divinamente recibido, y que es por siempre nuestra por derecho divino, por ser hijos del Altísimo.

Mokoko Ndumbo Noss, Kinshasa

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