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Reflexiones

Hay que entenderlo correctamente

Del número de abril de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Noviembre de 2014.


Esta conferencia en audio fue una conversación entre Chet Manchester, Co-Gerente del Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana, y Deborah Huebsch, practicista y maestra de la Ciencia Cristiana, quien vive en San Juan Capistrano, California, Estados Unidos. Deborah también ha sido conferenciante de la Ciencia Cristiana.

A nuestros oyentes les gustaría saber un poco de tu vida. ¿Te criaste en la Ciencia Cristiana?

No. La verdad es que conocí la Ciencia Cristiana cuando estaba en la universidad, y en momentos en que enfrentaba grandes apuros. Me dieron el libro, y dije: “¡Sí, claro, lo que me faltaba! Yo no necesito ninguna religión”. Empecé a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, porque quería probar que no podía brindarme ninguna ayuda. Pensaba que la religión no tenía nada para ofrecer. Para entonces, me había vuelto agnóstica, casi atea, pero empecé a leer el libro y transformó mi vida.

Cuando dices que enfrentabas “grandes apuros”, ¿a qué te refieres? 

Yo tenía 21 años, asistía a la Universidad de California en Berkeley; me iba bastante mal; era adicta a las drogas. Estaba casada y mi matrimonio era horrible. Estaba hecha un desastre.

¿Te interesaron de inmediato las ideas que presenta el libro Ciencia y Salud?

No, no, subrayé con rojo todo lo que pensaba que era descabellado. La materia no existe. “¿Qué quieres decir con que la materia no existe? Todo esto es materia, estoy sentada en la materia, yo soy materia”, fue lo que pensé. Pero luego encontré unas declaraciones que me llamaron la atención, así que saqué mi anotador donde tenía todas mis citas favoritas, y las escribí. La primera era “El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus concesiones” (pág. 13). Entonces pensé: “Ah, ¿qué tal si esto fuera verdad?” Así que la anoté.

La otra era: “… el Amor apoya el corazón que lucha hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar sus alas hacia el cielo” (pág. 57). Y pensé: “¡Bueno! Yo soy un corazón que lucha”, y la anoté. Continué leyendo porque me intrigaba mucho, y para cuando terminé el libro, era una Científica Cristiana. Nunca había querido serlo, ¡ni en broma! Mi abuelo era médico y mi familia estaba muy metida en la medicina; pero era la verdad.

Yo acostumbraba a leer la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana semanal, con un cigarrillo en una mano, y una taza de café en la otra. Dejé los cigarrillos muy rápido. Se produjo una transformación total, y tuve una curación física que fue lo que realmente me convenció.

Estaba bajando corriendo las escaleras para poner la ropa en la secadora, y me lastimé la mano en la pared de ladrillo. Me quedé parada en las escaleras (nunca me voy a olvidar), y me miré la mano. Los nudillos estaban sangrando. Entonces dije: “Sube a lavarte y a ponerte un poco de desinfectante”. Y pensé: “No, espera un momento. ¿Qué pasaría si fueras Científica Cristiana? ¿Qué harías?” Y dije: “Bueno, yo no soy Científica Cristiana, así que voy a subir a ponerme el desinfectante”. Y esa voz continuó diciendo: “¿Qué pasaría si lo fueras? ¿Qué harías?” Pensé: “Bueno, si fuera Científica Cristiana, sería muy simple. Dios es bueno; Dios es Todo: no existe nada más, ni nudillos raspados”. Me miré la mano, y estaba completamente sana. La verdad es que me asustó. Por primera vez en mi vida, supe que había un poder afuera de mí misma. Yo no sabía eso. Entonces comencé a leer el libro con mucho más cuidado.

Has dedicado tu vida a estar en la práctica de curación, a ser practicista de la Ciencia Cristiana. También eres maestra de Ciencia Cristiana. Entiendo que en los últimos años, como maestra, has dado a tus alumnos una serie de ponencias en la asociación sobre “Comprenderla correctamente” y luego “Comprenderla más correctamente aún”. Cuéntanos un poco lo que estás haciendo con este tema de “Comprenderla correctamente”.

Me he dado cuenta de que con frecuencia nuestros conceptos se tuercen un poco, se desvían un poco, y si no tenemos los conceptos correctos para empezar, si no trabajamos partiendo de la premisa correcta, no hay forma de que lleguemos a la conclusión correcta. Trabajar con la premisa correcta garantiza que nuestra metafísica es precisa.

Mi primera ponencia sobre este tema era “Comprenderla correctamente”. Pero después me di cuenta de que no era suficiente. Entonces tuvimos “Comprenderla correctamente, Parte 2”. Y todavía no fue suficiente. Así que el tercer año, el tema fue “Comprenderla más correctamente aún”. Sentí que necesitábamos aclarar nuestros conceptos, porque si no los comprendemos correctamente y no vemos que se produce la curación, entonces nos preguntamos: “¿Por qué no se produce la curación?” Yo sé que la gente anhela tener curaciones más eficaces en su vida, y siento que una de las razones por las que no las tenemos es que nuestros conceptos no son muy correctos.

Es posible que hayamos estado estudiando Ciencia y Salud y la Biblia, durante años y años, aprendiendo sobre la irrealidad de la materia, y la revolucionaria y valiente “declaración científica del ser” de Mary Baker Eddy, que por supuesto comienza diciendo: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468). Así que hablemos sobre algunos de estos conceptos —estos conceptos básicos— que sientes que necesitan ser revisados, y qué clase de ideas y oración has estado aportando acerca de ellos. ¿Por dónde quieres comenzar?

Comencemos por la materia. He encontrado que los Científicos Cristianos saben muy bien que “no hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia”, pero existe la sensación de que “no obstante, sigue habiendo materia”. No hay vida, verdad, inteligencia o sustancia en ella, pero sí existe. Ese es un pensamiento latente casi inarticulado.

Así que, si sentimos que hay materia, que la materia existe, entonces hemos dividido el reino; hemos aceptado el dualismo. Escucho a muchos Científicos Cristianos hablar sobre la materia. “Bueno, es mi manera de pensar material”. O, si les pregunto: “¿De qué estás hecho?” “Si bien, yo no estoy hecho de materia, soy materia, y bueno…”

“Tal vez algún día lo comprenda claramente, pero ahora mismo tengo este cuerpo, y este cuerpo duele y hay que arreglarlo. Y si realmente tengo que admitirlo, creo que es probablemente material”. Pero si tenemos ese concepto, entonces estamos tratando de que Dios pierda el tiempo y arregle mi materia y la mejore. Luego podrá Dios volver a ser Espíritu. De modo que tenemos dualismo, la creencia de que tanto la materia como el Espíritu son reales.

La Sra. Eddy dice: “…el Espíritu y la materia no coinciden ni en el hombre ni en el universo” (Ciencia y Salud, pág. 319). Así que si nosotros creemos que tanto la materia como el Espíritu existen, hay, desde el principio, un problema fundamental que a veces nos aparta de las sendas que conducen a la curación.

En una ocasión, fui a ver a mi maestra de Ciencia Cristiana, y ella me dijo: “Yo ni siquiera veo la materia. La materia no existe para mí”, y yo dije: “¿En serio?, ¿cómo lo lograste?” Me dijo que ella simplemente sabía que Dios es Todo, y que todos y todo es una expresión de Dios, y ella pensaba en todo como una idea espiritual, en lugar de un objeto o entidad material.

Después de tener esa conversación con ella, pensé mucho en eso, y tuvo mucha lógica para mí que si el Espíritu, Dios, es Todo, no puede existir su opuesto. Todo es bastante grande. Todo es todo. No puedes hacerlo diferente; no puedes agregar algo. Si todo es Espíritu, ese es entonces el hecho fundamental, así que recurro muchísimo a la totalidad de Dios. Voy a la omnipresencia, la omnipotencia, la omniciencia, la omniacción, y simplemente percibo la totalidad de Dios. Eso disminuye mi sensación de que la materia pueda ser una realidad, y veo que en la curación no estamos lidiando con la materia, sino con conceptos humanos errados. Aquí es donde la Ciencia Cristiana tiene su genialidad. Solo trata con el pensamiento, con la consciencia, y a medida que espiritualizamos el pensamiento para aceptar la verdad —las ideas de Dios, el amor de Dios— cualquier otro sentido es corregido y desaparece, entonces nosotros, por supuesto, tenemos una curación. Pero en realidad lo que tenemos es una espiritualización del pensamiento. O un despertar, o una transformación del pensamiento, la reforma.

La Sra. Eddy define el templo como cuerpo (véase Ciencia y Salud, pág. 595), y pienso que obtener un concepto correcto del cuerpo es muy útil en relación a la curación. Cuando ella habla de los ojos y los oídos, no habla físicamente de ellos. Si pudiéramos comenzar a ver nuestro cuerpo, nuestra verdadera individualidad, como la incorporación de ideas, ese sería un paso de progreso. El cuerpo no puede ser material si Dios es Todo y Dios es Espíritu. En la totalidad del Espíritu, es inconcebible que pueda haber materia en algún lado, incluso en mi cuerpo, en mi identidad espiritual.

Reconocer que no somos seres materiales con ojos y oídos que envejecen, sino por siempre nuevos en el Espíritu, nos brinda una base sólida sobre la cual mantenernos firmes. De forma similar, si alguien está teniendo un problema, digamos, con la respiración, necesitamos apartar el pensamiento de la materia al Espíritu, aceptando la inspiración de Dios, y abandonando, o dejando de lado el sentido material de las cosas como es la exhalación, reconociendo en esencia que los falsos conceptos materiales no forman parte de nosotros. Me encanta la idea de la Sra. Eddy sobre traducir las cosas en pensamientos e intercambiar los objetos de los sentidos —un cuerpo enfermo, un trabajo aburrido, lo que sea— por la inspiración sanadora del Alma, que eleva el pensamiento a nuestra relación espiritual con Dios, a las ideas del Alma. La respiración es una idea del Alma, que luego nosotros expresamos de una manera externa que se manifiesta visiblemente. No obstante, no quiere decir que sea materia.

¿Tienes algún ejemplo en el que percibiste algo con mucha más claridad en relación al cuerpo, en términos de “idea” y de traducir cosas en pensamientos, donde hayas visto una curación decisiva?

Un día, iba por un sendero montada a caballo, y un ciclista prácticamente se estrelló contra la parte de atrás de mi caballo. Este se espantó y yo salí disparada y caí de espaldas con mucha fuerza sobre una roca; fue una lesión bastante seria. El guardabosque tuvo que venir y transportarme en un camión. Era obvio que me había quebrado una costilla, y una de las cosas que pensé fue: “¿Cuál es el propósito de las costillas?” Y me dije: “Las costillas son protección, y protegen las partes internas de nuestro cuerpo”. Me di cuenta de que por más útil que eso fuera, yo tenía que percibir un sentido más elevado de protección, uno que no pudiera quebrarse, ni agrietarse. Y esa protección es el hecho de que el hombre —la idea espiritual de Dios— es siempre uno con Dios, está eternamente dentro de los brazos infinitos del Amor. Esa estructura espiritual no puede ser quebrantada, y esta era y es la realidad para todos nosotros.

Creo que una de las cosas que me ayudan con el cuerpo es que nosotros no diríamos que tenemos cada uno una mente. Hay una sola Mente, y es la Mente divina que todos expresamos. Y pienso que lo mismo ocurre con el cuerpo; que expresamos el cuerpo, expresamos la idea divina de utilidad. En nuestra experiencia, esto se expresa como nuestra habilidad para escribir, caminar, abrazar, y así sucesivamente. De manera que, en lugar de pensar que poseo un cuerpo material, pienso más bien que expreso las cualidades espirituales del cuerpo, mediante mi identidad como idea de Dios. Entonces si tengo un desafío físico, en lugar de trabajar para solucionar algo malo que parece tener mi cuerpo, veo que yo soy espiritual y completa. Esta perspectiva espiritual me da más dominio cuando parece que hay algo malo por lo que tengo que orar. Es simplemente percibir que soy la expresión de Dios, y eso incluiría lo que llamamos cuerpo.

Correcto. Y Mary Baker Eddy resuelve el enigma del Alma en el cuerpo en la respuesta que da a la pregunta “¿Qué son el cuerpo y el Alma?” Ella dice: “La identidad es el reflejo del Espíritu…” (Ciencia y Salud, pág. 477).

Yo acostumbraba a desear que ella hubiera dicho: “El cuerpo es esto y el Alma es aquello”, pero ella dice: “La identidad es el reflejo del Espíritu, el reflejo en formas múltiples y variadas del Principio viviente, el Amor”. Me encanta esa percepción porque indica que somos formados. Nuestro maravilloso himno dice: “El hombre es nítida creación / de forma divinal” (Mary Alice Dayton, Himnario de la Ciencia Cristiana, Nº 51). Bueno, ese sería nuestro cuerpo.

Así que la expresión del Alma supone ciertamente pensar que la identidad es mucho más que el sentido corpóreo del cuerpo, sabiendo que nuestra identidad, nuestra forma divinal, está intacta.

Tú tienes una identidad que yo puedo reconocer. Tal vez lo llamemos cuerpo, pero en realidad es identidad expresada, tangible, reconocible, y esa es una buena manera de pensar en el cuerpo, pienso yo.

Bueno, para decirlo lo más claro posible, ¿qué podemos decir de la oración y el tratamiento en la Ciencia Cristiana? ¿Cómo oramos para resolver situaciones?

Yo hice una búsqueda en las concordancias del uso que hace la Sra. Eddy de la palabra tratamiento, porque he notado que muchas veces escuchamos a la gente decir: “Bueno, yo le di ‘un tratamiento de la Ciencia Cristiana’ a este o aquel problema”.

Me sorprendió mucho comprobar que la Sra. Eddy no usa la palabra de esa manera. Ella usa tratamiento, más bien, para expresar cómo uno va a abordar la solución a un problema. ¿Vas a usar la Ciencia Cristiana, vas a usar la homeopatía, o vas a usar la medicina tradicional? Ella no habla ni una sola vez de “un tratamiento de la Ciencia Cristiana”. Tenemos la tendencia de pensar que esto que llamamos “tratamiento” es lo que sana, y yo no estoy segura de que eso sea correcto. Cuando leí Mary Baker Eddy: Christian Healer, me quedé pasmada al ver su obra de curación. Ella simplemente respiraba y sanaba, caminaba y sanaba. La curación era tan natural y tan rápida. No parecía envolver proceso alguno. Eso fue muy característico de sus primeras curaciones, como también de las curaciones de Jesús. Sabemos que Jesús sanaba mientras caminaba entre las multitudes.

De modo que, yo pienso que para poder sanar, el pensamiento tiene que estar en un lugar muy sagrado, tiene que estar al abrigo del Altísimo, y la Sra. Eddy estaba allí. Ella moraba allí, por así decirlo. Ella tenía que enseñarnos al resto de nosotros de alguna manera, cómo llegar ahí, porque es estar espiritualmente en ese  lugar lo que produce la curación.

Entonces, la gran pregunta es: “¿Cómo llegamos allí?” Ella empezó a enseñar el uso del argumento, la afirmación y la negación. Nos dijo que debíamos adherirnos constantemente a la verdad; ella nos dio muchas buenas instrucciones sobre cómo hacerlo. Pero pienso que lo que estaba haciendo era ayudarnos a llegar a ese lugar  —esa sensación de armonía perfecta con lo divino— a poner nuestro pensamiento de acuerdo con la Mente, con lo que la Mente está impartiendo, lo que Dios sabe acerca de una situación, y eso es lo que sana. No es el proceso de llegar a ese lugar lo que sana. Creo que tal vez hemos aceptado que eso es lo que sana en lugar de seguir avanzando. Ella tiene una cita poderosa, que para mí es una perfecta instrucción sobre cómo sanar. Dice así: “Al contemplar las infinitas tareas de la verdad, hacemos una pausa, esperamos en Dios. Luego avanzamos”, no nos arrastramos ni avanzamos tímidamente, sino que nos impulsamos hacia adelante, “hasta que el pensamiento ilimitado se adelanta extasiado, y a la concepción sin confines le son dadas alas para alcanzar la gloria divina” (Ciencia y Salud, pág. 323). ¡Es allí donde se produce la curación!

A mí me gusta definir el tratamiento como lo que sea necesario para que el pensamiento llegue allí. A veces es la lectura de la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana y tomar un pensamiento y reflexionar sobre eso. Otras, es caminar de un lado a otro y argumentar, declarar la verdad. A veces es ser muy enfático. Otras es simplemente permanecer muy quieto, escuchando lo que la Mente está revelando. No hay una sola manera de hacerlo.

A mí me parece que la mente humana quiere la letra para estructurar el argumento a fin de que este pueda producir la curación. Pero la curación en la Ciencia Cristiana consiste en renunciar a toda sensación de que pueda haber alguna mente separada de Dios, de manera que el razonamiento espiritual que puedas estar haciendo, es solo para llegar al punto en que tú reconoces que todo es la Mente infinita.

Correcto, porque ¿quién está haciendo el razonamiento si nosotros estamos argumentando? ¿Quién es el que argumenta? Yo no pienso que la Mente tenga que argumentar, de modo que la pregunta es, “¿Qué está haciendo eso?” Bueno, es el pensamiento que se está esforzando por elevarse y salir de esa sensación de enfermedad, dolor, discordia, o lo que sea. Es ese esfuerzo por liberarse de esto y entrar en lo divino.

Cuando se trata de la atención a la salud, existe el predominio de una forma muy materialista de ver el cuerpo y la salud. Sé que has estado pensando en esas imposiciones, o esos temas fundamentales que puede que sea necesario enfrentar con la oración y la curación. ¿Por qué no comentas un poco al respecto?

Cuando me caí del caballo, estuve en mi silla durante cinco semanas, con un dolor terrible la mayoría del tiempo, sin casi poder moverme. Un día, estaba hablando con una paciente, y le dije: “¿Por qué no leemos juntas del capítulo ‘La ciencia, la teología y la medicina’ en Ciencia y Salud la sección sobre la medicina?” Yo estaba pensando en ella cuando le di esa tarea, pero yo también la leí.

Había una página en esa sección sobre la medicina que realmente se destacó para mí. Es la página 155, y no sé si la había leído antes. Me impactó mucho, me gustaría leer una pequeña parte.

“La creencia universal en la física pesa contra las elevadas y poderosas verdades de la metafísica cristiana. Esta creencia general errónea, que sostiene la medicina y produce todos los resultados médicos, actúa contra la Ciencia Cristiana; y el porcentaje de poder del lado de esta Ciencia tiene que preponderar en gran manera sobre el poder de la creencia popular a fin de sanar un solo caso de enfermedad”.

Eso me impactó porque yo no había pensado mucho en ello. Yo manejaba todo tipo de otras cosas, pero no había tratado la creencia general. Así que sentada allí escuchando para saber qué debía hacer, tres cosas me vinieron al pensamiento. Eran comentarios de personas que sabían que yo tenía este problema y me dijeron lo que pensaban. Una de ellas era enfermera médica, quien expresó su preocupación por el aspecto horrendo y doloroso del problema, y cuánto tiempo podía tomar la curación debido a mi edad.

Yo en realidad no había enfrentado esos pensamientos, pero estando sentada allí aquel día, los afronté totalmente. Tomé la pretensión y encontré el hecho que la contrarrestaba. La Sra. Eddy dice que se requiere el hecho contrario para poder sanar (véase Ciencia y Salud, pág. 233).

El hecho contrario para la vejez es el ser eterno. Yo no soy un mortal que envejece; yo soy eterna. Siempre lo he sido; siempre lo seré porque coexisto con mi creador. Luego, tomé la creencia de que lleva tiempo sanar. Bueno, para empezar, Dios no sabe nada de días y semanas, ni siquiera sabe de accidentes, sino que la Mente ciertamente no tiene relación alguna con el tiempo. La Mente es el eterno ahora, el único ahora. Todo lo que tenemos está presente en este mismo momento.

La otra pretensión era que es muy doloroso. Decidí que tampoco tenía por qué aceptar eso. No tenía que aceptar que cualquier causa y efecto podía existir fuera de Dios, y que me había quebrado una costilla, y por lo tanto, estaba sintiendo dolor. ¡No, no, no, no, no! No me quebré una costilla, por lo tanto, lo único que podía experimentar era armonía. Enfrenté esas cosas concienzudamente.

Esa noche pude acostarme en la cama por primera vez en cinco semanas. Antes, en medio de la noche, de pronto sentía un dolor muy agudo. No podía inspirar con profundidad, y me dolía. Pero esa noche después de haber manejado esas creencias generales, sentí que el dolor se disolvía y desapareció. En tres días, estaba nuevamente montada en un caballo. Para mí fue un sorprendente recordatorio de que tenemos que estar alertas y que tenemos que manejar la imposición de las creencias generales. Las tenemos a todo nuestro alrededor.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice que tenemos que tener en cuenta el pensamiento de la gente que rodea al paciente (véase pág. 424). Los pensamientos que nos rodean a todos, todo el tiempo, son pensamientos sobre la preocupación por el físico, la materialidad, las enfermedades y curas para las enfermedades, o mejor dicho, no curas, sino más bien el tratamiento de esas enfermedades.

Todas estas cosas están en las ondas aéreas. Pienso en el televisor, y en que uno ahora puede tener muchísimos canales en su televisor. Esas ondas aéreas siguen estando presentes aunque ni siquiera hayamos encendido el aparato. Pienso que necesitamos estar alertas a todo esto.

Yo diría que en mi práctica probablemente el 85 por ciento de los casos que trato están directamente relacionados con las creencias generales que no han sido manejadas. Cuando enfrentamos las creencias generales, cada vez que oramos, cada vez que declaramos la verdad, estamos ayudando a la humanidad colectivamente porque el pensamiento colectivo, o la creencia general, está compuesta por individuos, y cada uno de nosotros tiene que hacer una contribución. Podemos hacerla del lado de la curación, podemos hacer una oración que tiene poder para realmente sanar, porque es la verdad. Y así oramos por nuestro mundo; amamos nuestro mundo y afirmamos que el Cristo está presente en todas partes, en todo lugar donde hay problemas, en todo lugar oscuro. La Sra. Eddy dice: “La ‘voz callada y suave’ del pensamiento científico se extiende sobre continentes y océanos hasta los confines más remotos del globo”. (¡Esta es la parte que realmente me encanta!) “Se oye en el desierto y en los lugares tenebrosos del temor” (Ciencia y Salud, pág. 559). ¿No es maravilloso que cada oración que ofrecemos se oiga en algún lugar en el desierto, en los tenebrosos lugares del temor, con ese Cristo sanador?

Hablemos un poco de Dios, y ante todo del tremendo amor que Mary Baker Eddy tenía por Dios, cuán cerca se sentía de Dios. A medida que has percibido las cosas más correctamente en tu práctica y en las charlas y disertaciones a tus estudiantes, hablemos de cómo progresa esa percepción de Dios, y tu profundo deseo de sentir más la presencia de Dios de una forma muy real.

Es muy fácil lanzar frases oportunas como: “Bueno, eso no es verdad”, o “Simplemente velo como Dios lo ve”. Pienso que hemos permitido que la cabeza se haga cargo, y siento que nuestro corazón tendría que estar mucho más comprometido en ello; y esto se aplica a mí también.

Cuando empecé a estar en la práctica, me escuchaba a mí misma lanzar esas frases. Recuerdo un día en que estaba hablando con la jerga que usamos como Científicos Cristianos, y pensé: “Yo no creo que a mí me gustaría que me hablaran de esa forma; alguien sufre y yo le digo: ‘Tú eres el hijo perfecto de Dios’”, y lo digo casi sin pensarlo. Así que a partir de ese día hice el esfuerzo de no hacerlo más. Si le estoy hablando a alguien acerca de quién es, es mejor que esté comprometida con la idea, por lo menos mentalmente. He trabajado para hacerlo a lo largo de los años.

El compromiso mental es ciertamente importante, y es necesario comprender correctamente los conceptos desde el comienzo mismo. Sin embargo, también está la cuestión del corazón, y es allí donde he tenido recientemente la experiencia más maravillosa, porque he anhelado acercarme a Dios. Pensar acerca de Dios no es la misma cosa. Eso es maravilloso y es importante, y necesitamos hacerlo, pero también está esta otra cuestión del corazón.

Cuando hablamos del corazón y hablamos de la transformación del pensamiento, el carácter y la perspectiva, este es el tipo de curación que Jesús realizaba y que indicó que el Cristo eterno siempre traería a la humanidad.

La Sra. Eddy usaba la Biblia como su único libro de texto, y específicamente aquella maravillosa curación que ella tuvo al principio se produjo como consecuencia de leer una de las curaciones de Jesús; así que ella experimentó esa percepción del Cristo. Esta presencia del bien, este poder discernible y palpable en nuestras vidas, es la presencia del Cristo con nosotros.

Te voy a contar una experiencia que tuve. Yo siempre supe que Dios ama a Su creación, y siempre estuve agradecida por ese amor. Podía ver los efectos del amor de Dios a todo mi alrededor, y siempre me sentía muy agradecida por ello. Comprendía el amor del creador por la creación, sentía profundo amor por otros, y podía sentir el amor de los otros por mí, pero faltaba un elemento. Yo sabía que lo necesitaba, y era, francamente, que yo no sabía cómo amar a Dios. Es muy importante, y yo continuaba leyendo sobre esto: “¿Amas ‘al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente’?” (Ciencia y Salud, pág. 9). Bueno, yo no podía contestar eso. Quería hacerlo, pero no podía.

Escuché a una amiga comentar que Dios estaba con ella en el auto, que Dios estaba con ella cuando iba de compras. Ella hablaba del amor que sentía por Dios —era parte integral de su existencia—  y yo realmente quería eso. Sabía que no lo tenía. Decía algo como: “Bueno, yo sé que los rayos de luz del sol no tienen una relación con el sol. Ellos realmente expresan al sol, emanan del sol. De manera que el hombre no tiene una relación con Dios; él realmente expresa a Dios”. Pero eso no era suficiente.

Así que empecé a orar por esto. Oraba en las mañanas antes de salir de la cama: “Padre, guíame. Quiero conocerte. Quiero amarte. Ayúdame. Muéstrame cómo”. Oré de esta manera quizá por un par de semanas. Realmente quería lograrlo.

Entonces, una tarde recibí una llamada de alguien desde el otro lado del país, con una necesidad muy urgente. Me senté (como siempre hago), y le pregunté a Dios: “Padre, ¿qué necesito saber?”, que es muy a menudo la forma en que comienzo mi oración, y luego escucho.

Lo que me vino al pensamiento es que yo me sentía muy agradecida porque Dios era su Padre y porque Dios estaba cuidando de él. El paciente se encontraba muy lejos de mí, y no había forma de que yo pudiera estar allí, pero Dios estaba allí. Y yo estaba muy agradecida por eso.

Entonces, de repente, sucedió algo muy inusual —jamás me había ocurrido algo así en mi vida— escuché que Dios me hablaba, en voz alta. Escuché una voz, y la voz dijo: “Él es Mi hijo. Yo voy a cuidar bien de él. Está a salvo”. De pronto, amé a Dios por esto, y esto ha sido una prueba increíble para mí. Fue un cambio de paradigma.

Me sentí muy agradecida, y las lágrimas simplemente me corrieron por el rostro. Sentí una nueva percepción, una sensación más plena, de Dios. Yo tenía una caja de herramientas metafísicas, pero este instrumento no estaba allí. Era un hueco en mi rompecabezas que necesitaba llenarse. Yo quería que se llenara, y pienso que el aspecto más importante de esto fue mi deseo. Era muy profundo y sincero.

Dos semanas después de eso, me estaba simplemente regocijando en el hecho de que amo a Dios como Padre. Entonces recibí una llamada pidiéndome ayuda, muy temprano por la mañana. Era de una señora cuyo esposo padecía de un dolor terrible. Tenía bloqueados los intestinos, y no podía comer. Me pidió ayuda. Por supuesto, le dije que la ayudaría.

Me senté, y nuevamente dije: “Padre, ¿qué necesito saber?” Esta vez la respuesta no vino como una voz, sino como una muy clara indicación de conocer a Dios como Madre. Simplemente me quedé allí sentada y escuché la manera en que Dios estaba atendiendo a ese hombre como una madre. Dios lo estaba sosteniendo con ternura y manteniéndolo a salvo, porque él era la expresión misma de Dios. Y el amor que Dios tiene por él se estaba manifestando de la manera que se necesitaba humanamente, mediante el Cristo. Dios lo estaba alentando, Dios estaba aquietando sus temores, y Dios lo estaba alimentando. Su Madre Dios lo amaba tanto. Fue muy conmovedor, y él sanó, creo que en dos días.

Después ocurrió otra cosa interesante. Yo estaba pensando en Cristo Jesús, quien con frecuencia era movido por la compasión. Siento como que he comprendido esto, he tocado el borde del manto. Un día, muy tarde por la noche, recibí la llamada de una mujer que era enfermera de la Ciencia Cristiana retirada. Su esposo, quien no era Científico Cristiano, tenía un problema, y ella me dijo: “Mi esposo no responde. Algo está muy mal. ¿Podría usted orar?” Y yo le dije: “Por supuesto”. Así que nuevamente: “Padre-Madre Dios” (esta vez) “¿qué necesito saber?” Bueno, él necesitaba el cuidado de una madre. Este hombre necesitaba el cuidado de una madre. Yo me sentía, una vez más, muy agradecida por el poder y la presencia de Dios como Madre, que estaban a nuestro alcance para ayudar a este hombre.

Ella me llamó nuevamente una hora después, y dijo: “Su mano derecha está paralizada y no puede articular palabra y no puede hablar”. Yo dije: “Oh, eso es simplemente una creencia en un ataque de apoplejía”, y dije: “Voy a continuar orando”, y colgué el teléfono. Por supuesto, yo normalmente hubiera orado específicamente por la creencia material en la apoplejía, pero en este caso en particular no manejé eso de ninguna manera, porque ese no era el punto. El punto era que este hombre necesitaba simplemente sentir el amor de la Madre. Me llamó cinco minutos después. “Está sano, totalmente sano, puede hablar, mover sus brazos”. Al día siguiente, él me llamó y hablaba perfectamente. Cuando hablé con la esposa, ella me preguntó: “¿Con qué trabajó usted?” Yo le dije: “Para serle sincera, oré sabiendo que Dios lo estaba cuidando como una madre”. Hubo una larga pausa en el teléfono, y ella dijo: “Él tuvo una infancia terrible”.

De manera que, esta sensación de estar en el lugar secreto, es la esencia de la oración. Es ese “abrigo del Altísimo”. Es allí donde se produce la curación. Es allí donde el corazón es uno con la percepción divina del Amor, con el Amor mismo, con el Amor como Padre-Madre.

Yo le digo a la gente que ha trabajado mucho y ha orado por mucho tiempo por algo y no ha obtenido los resultados sanadores que buscaba: “Ten una relación más íntima con tu Padre-Madre Dios. Acércate”. Y la única forma en que sé hacer esto es realmente queriendo hacerlo.

 En el capítulo sobre la oración en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy indica varias veces que el deseo es oración. Y se trata de cultivar ese deseo, de invitar al Espíritu a que entre en nuestros corazones. Se trata de abrir nuestros corazones.

Cuando oro, abro mi pensamiento de par en par y digo: “¡Muy bien, Dios mío, dímelo! Quizá no quiera escucharlo, pero realmente lo necesito. Dime qué preciso saber, y más que nada permíteme tomar consciencia de la presencia de Tu amor. Permíteme sentirlo, permíteme conocerlo, permíteme simplemente ser abrazada por él, y, a propósito, muchas gracias. Estoy muy agradecida”.

Mis oraciones han cambiado desde que tuve esta experiencia. Mis oraciones ya no son tan vehementes; no son tan intelectuales. No se trata tanto de reunir buenas verdades, por más que se necesita comprender qué es la verdad, por supuesto, pero se trata más bien de sentir esta abrumadora sensación de gratitud y amor por Dios.

Antes de que fuera Científica Cristiana, mis oraciones eran totalmente de petición: “Por favor, Dios mío, puedo sacarme buenas notas en la escuela. Por favor, Dios mío, me puedes dar un coche”. Trataba de negociar con Dios. Pero cuando me hice Científica Cristiana y aprendí todas estas verdades, y comprendí la importancia de aferrarse a la verdad y mantener la verdad en el pensamiento orando con la verdad, y aplicando las verdades a una situación, pensé que la oración de petición era una especie de oración al nivel de guardería infantil. Ya no lo veo así, porque pienso que la oración de petición prepara mi pensamiento para recibir más de lo divino y experimentarlo en mi vida.

Vuélvete como un niño pequeño, dijo Jesús.

¡Exactamente! Así que este cambio de paradigma ha sido para mí un anhelo de encontrar ese corazón del Amor con este sincero deseo: “Permíteme comprender esta presencia del Amor. Permíteme verla en todas partes, y estoy muy agradecida, Padre-Madre Dios, por todo lo que Tú eres y todo lo que Tú haces y Tu amor por Tu creación”.

¡Qué hermoso, Deborah! ¡Por qué travesía nos has llevado como sanadora y como cristiana! Ha sido una profunda travesía espiritual.

Realmente es una travesía, Chet. Es una travesía para todos nosotros. He estado haciendo esto por décadas, y estoy descubriendo que se renueva cada vez más, es cada vez más poderoso. ¿Cómo podría uno estar envuelto en algo más espectacular que sentir la presencia de Dios en su vida?

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