En abril del año pasado, poco después de regresar de un viaje, mi hijo de doce años empezó a tener síntomas que parecían ser de fiebre del dengue. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que nos ayudara a encontrar curación con la oración.
Como tenía fiebre alta y se sentía muy cansado, mi hijo dormía mucho. En cierto momento, se despertó recordando una clase de la Escuela Dominical a la que había asistido en el pueblo que acabábamos de visitar. Me dijo que la maestra de la Escuela Dominical le había enseñado que tenía que mantener su pensamiento siempre cerrado con llave cuando el temor golpeaba para querer entrar.
Mi hijo me pidió que llamara a esa maestra de la Escuela Dominical para que le recordara lo que le había enseñado en esa clase. Ella mencionó este pasaje que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, y que habían explorado juntos el domingo: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía” (pág. 495). Nos dio una sensación de seguridad y calmó nuestros temores saber que podíamos “aferrarnos firmemente a Dios y Su idea”.
Luego ella explicó que él podía trabar la puerta de su pensamiento contra cualquier argumento de la mente mortal que pudiera sugerir que el contagio y los síntomas del dengue, o cualquier pensamiento que se manifieste como una molestia física, pueda ser real. Pasamos ese día cantando himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana y cerrando firmemente nuestro pensamiento contra el temor. En nuestra oración también reconocimos la verdadera identidad de mi hijo como imagen y semejanza de Dios, quien es Espíritu y creó a todos Sus hijos espirituales y perfectos.
En Ciencia y Salud, leemos: “La enfermedad, la dolencia y la muerte proceden del temor” (pág. 260). Nos dimos cuenta de que trabamos nuestro pensamiento contra el temor cuando lo llenamos de verdades acerca de nuestra existencia espiritual, la cual, por ser el reflejo de Dios, es siempre armoniosa, jamás incluye nada funesto. A medida que hicimos esto, el temor desapareció, y con él, los síntomas de la enfermedad.
Mi hijo se recuperó por completo en dos días, y regresó al colegio. Como por donde vivimos los medios de comunicación describen con frecuencia los síntomas del dengue, nos dimos cuenta de que nuestro hijo pareció tener dichos síntomas. Reconocimos con mucha gratitud que había sanado exclusivamente mediante la oración.
Nuestra familia está muy agradecida por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, la cual nos permite comprender que estamos siempre seguros en la omnipresencia de Dios, y nos ayuda a liberarnos de todo pensamiento que trate de hacernos creer que la enfermedad o cualquier tipo de error es real. Este entendimiento elimina todo tipo de temor, y es nuestra protección más eficaz.
Ana Carla Vicencio, São Paulo
Quiero confirmar las palabras de mi mamá. Me sentía muy cansado, pero las ideas espirituales con las que estábamos orando, disiparon los pensamientos de temor y me dieron el apoyo que necesitaba para mejorar poco a poco. Muy pronto estuve totalmente sano, y volví a mi rutina diaria, y no quedó ningún pensamiento de temor a esa enfermedad. Lo que aprendo en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana es muy útil y me ayuda a sentirme a salvo y seguro.
Luigi Vicencio
Apareció primero el 5 de julio de 2016 como original para la Web
Original en portugués
