La proliferación y aleatoriedad de los ataques terroristas en el mundo han preocupado a los simples ciudadanos. Han hecho que nos preguntemos qué medidas podemos tomar nosotros, como individuos, para contribuir a la seguridad de nuestras familias, comunidades y el mundo.
Para mí es obvio que las tácticas terroristas tienen el propósito de confundir a la mente humana mediante el miedo y el caos para poder dominarla. De modo que, parece esencial que cada uno de nosotros mantengamos nuestra mente tan libre de miedo y confusión, que podamos pensar con claridad y estar alertas, ser receptivos y sabios. Para tal fin, la oración desempeña una función vital para mantenernos a nosotros y a los demás a salvo.
Mi estudio de la Ciencia Cristiana hace que constantemente vuelva mi atención hacia Cristo Jesús como el modelo de la oración y la acción eficaces. Él demostró para toda la humanidad que, cuando permitimos que Dios nos guíe, en lugar de un juicio mortal preconcebido de las cosas, podemos hacer todo lo que es beneficioso. Jesús probó que la protección contra el pecado, la enfermedad y todo daño que pueda amenazar la vida —todo lo cual tiende a aterrar a la mente humana— se encuentra en la Ciencia divina que sustenta nuestra relación espiritual con Dios. Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia divina que Jesús practicó, escribió: “Jesús demostró la incapacidad de la corporalidad, así como la capacidad infinita del Espíritu, ayudando así al sentido humano que yerra a huir de sus propias convicciones y a buscar seguridad en la Ciencia divina” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 494).
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