Supe de la existencia del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy a través de una sobrina. Ella me dijo que lo había escrito una señora que sanaba como Jesucristo, y de inmediato quise adquirirlo. Ella me dio la información de una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Cuando llamé para averiguar, me invitaron a una conferencia que se ofrecería la semana siguiente. Después de escuchar la conferencia, quedé tan entusiasmada que regresé a mi casa deseosa de comenzar con la lectura del libro.
En esos momentos yo sufría de muchas enfermedades y tomaba muchas pastillas. Padecía de hipotiroidismo (condición por la que debía tomar medicinas de por vida), sufría de presión arterial alta, y estaba bajo tratamiento porque como consecuencia, me daban derrames en los ojos. También padecía de asma bronquial, dermatitis, tenía dos vertebras soldadas en la columna, problemas en las rodillas y una complicación en la vejiga. Estas enfermedades me impedían hacer los quehaceres del hogar y otras actividades.
Comencé a leer el libro y a asistir a los servicios religiosos en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Me di cuenta que eso era lo que yo estaba buscando. Entonces la lectura persistente y el apoyo amoroso de los miembros de la iglesia, hicieron que de a poco, las enfermedades comenzaran a desaparecer. No puedo precisar cuándo ocurrió, pero de repente me encontré teniendo la misma agilidad que cuando era más joven. Podía realizar las labores en mi hogar cada vez con más facilidad. De manera muy natural, abandoné las medicinas porque ya no las necesité más, y no volví a padecer de ninguna de esas condiciones.
El estudio de la Ciencia Cristiana cambió mi vida por completo. No solo me sanó, sino que mejoró la relación en mi hogar, y cambió totalmente muchos de los conceptos equivocados que tenía acerca de Dios, como la idea de que Dios estaba muy lejos de mí.
La lectura del libro fue maravillosa y me enseñó a orar. Aunque no tengo muchos estudios, me gusta leer, y al leerlo, obtuve una comprensión muy grande de Dios. Uno de los conceptos que más me gustaron fue entender que solo existe Dios y Su creación perfecta. Muy pronto pude despojarme de las imágenes de yeso y otras cosas que representaban figuras religiosas.
Fui aprendiendo que Dios es nuestro Padre y Madre, y que nosotros somos ideas espirituales puras y perfectas. Estamos hechos a Su imagen y semejanza. Me di cuenta que al orar debía mantener en el pensamiento estas verdades, y no reconocer ningún otro poder ni presencia. Pude entender que Dios está conmigo todo el tiempo, es decir, que siempre puedo contar con Él.
Las personas en la iglesia me fueron explicando que tenía que cambiar mi manera de pensar. En lugar de ver, por ejemplo una enfermedad, tenía que ver la creación perfecta de Dios, donde todo es armonioso y bueno. Y comprender que Él jamás había creado la enfermedad. Razoné que si Dios lo creó todo bueno y ocupa todo el espacio, no había lugar donde pudiera estar la enfermedad.
Cuando oro, me gusta recordar lo siguiente: “Tu luz Divina me alumbra, siempre está conmigo, me guía, me da toda la fortaleza que necesito”.
El cambio en mi manera de pensar también se manifestó en un cambio en mi forma de ser, porque yo solía tener mal genio, tenía un temperamento muy fuerte. Ahora me siento muy bien ayudando a los demás, y dando una sonrisa a todo el mundo.
Descubrir la Ciencia Cristiana también ayudó a mi familia. Oro a diario por todos los miembros de mi familia. Y se han producido varias curaciones. Mi hija padecía de los riñones, entonces le pedimos ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien me sugirió que leyera unas páginas de Ciencia y Salud. Enseguida empecé a leer como ella me indicó, y al día siguiente le pregunté a mi hija si quería que le leyera de las páginas que estaba estudiando del libro. Ella aceptó y me puse a leer en voz alta. Mi hija me escuchó muy tranquila. Más tarde, ella decidió dejar de tomar el medicamento porque ya no tenía dolor; y de ahí en adelante fue mejorando, hasta que no volvió a tener más problemas en los riñones. Esta curación ocurrió hace ya más de seis años.
Mi hijo, por su lado, padecía de una sinusitis crónica de muchos años, y un día dejó de tener ese problema.
Mi esposo también está contento y me alienta a seguir estudiando la Ciencia Cristiana. Él ha cambiado su carácter y ha dejado de ser celoso. Está feliz con que yo vaya a la iglesia y también le da gracias a Dios; antes él no era así conmigo.
Estoy muy agradecida por haber conocido la Ciencia Cristiana. Como muchas veces me dicen los miembros de la iglesia, “¡La conocí en el momento que Dios me llamó!”
Aselia Hernández, La Habana
Original en español
