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¿Crees que, en general, no se valora lo suficiente el trabajo de un practicista?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 24 de julio de 2014

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Noviembre de 2013.


P: ¿Crees que, en general, no se valora lo suficiente el trabajo de un practicista? Si es así, ¿cómo crees que podemos valorarlo mejor?

R: “Yo casi no termino de contarle el problema al practicista, que ya estoy escribiendo el cheque por el tratamiento en la Ciencia Cristiana que estoy a punto de recibir”.

Esa fue la agradecida respuesta de un amigo en una conversación que tuvimos recientemente. Ese es un punto de vista un poco diferente al del paciente que espera hasta que paga todas las otras cuentas a fin de mes, ¡para ver si aún le queda algo de dinero para pagarle al practicista!

Cuando era una joven madre de dos hijos, confieso que esa era la manera en que manejaba mis finanzas. Sin embargo, instintivamente sabía que era importante pagarle al practicista. Hoy en día, cuando llega el momento de pagar el tratamiento por medio de la oración, he aprendido a hacerlo a principio de mes o inmediatamente.

Mary Baker Eddy da una sabia recomendación a este respecto: “La Ciencia Cristiana demuestra que el paciente que paga lo que le es posible pagar por ser sanado tiene más probabilidades de recuperarse que aquel que retiene un insignificante equivalente por la salud” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 300). Esto nos lleva a preguntarnos honestamente: “¿Doy generosamente en otras áreas de mi vida sin pensarlo dos veces, mientras que, cuando se trata del tratamiento en la Ciencia Cristiana, me contengo? ¿Valoro realmente este tratamiento y pago lo que merece?”

Bueno, ¿puede acaso asignarse una cantidad concreta de dinero a esta obra consagrada? En realidad no. Pero eso no quiere decir que no debemos expresar nuestra más sincera gratitud efectuando un pago.

Respecto a valorar el tratamiento en la Ciencia Cristiana, el practicista podría plantearse la misma pregunta: ¿Valoro realmente el tratamiento? ¿Será tal vez que no aumento razonablemente mis honorarios porque no me siento digno de recibir un pago mayor? Si aumento mis honorarios, ¿será que algunos pacientes dejarán de pedir tratamiento? Sin duda, es cierto que la mayoría de los practicistas ajustan sus tarifas o reducen sus honorarios “en casos crónicos de recuperación”, como indica el Manual de la Iglesia (Mary Baker Eddy, pág. 46). Nadie debería quedarse sin tratamiento cuando necesita ayuda, y algunos practicistas tratan casos sin cobrar. Pero es posible preguntarnos: ¿Quién hace el trabajo de curación? ¿No es Dios, el Amor divino? Y ¿no es acaso este Amor el que provee para todo el mundo, incluyendo al paciente y al practicista?

Probablemente te hayas enterado de que hay practicistas que no cobran por el tratamiento, o que dejan que el paciente determine el pago, pero esa es una decisión totalmente individual. Esto no impide que alguien, incluso un practicista recientemente listado —quien quizás esté criando una familia y pagando una hipoteca— cobre una tarifa adecuada.

Ante todo, como paciente o practicista, tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿Esperamos una rápida y completa curación por el tratamiento de hoy? ¿O esperamos que este caso continúe día tras día? Eddy recomienda que cada uno de nosotros “se esfuerce por demostrar con su práctica que la Ciencia Cristiana sana al enfermo rápida y completamente” (Manual, pág. 92). Si alguien, por medio del poder de Dios, sana un cáncer con uno o dos tratamientos, ¿cuánto valdría eso? ¿Cuánto se debería cobrar por esos tratamientos? ¿Cuánto pagaría el receptor final de ese trabajo, por esos tratamientos?

Establecer una tarifa adecuada es algo entre Dios y el practicista, y nadie puede interferir con esa comunión santa. Es muy importante pensar profundamente y orar de todo corazón por este tema. El tratamiento mediante la oración en la Ciencia Cristiana es la esencia y el alma de la Ciencia Cristiana, y tenemos que asegurarnos de que los practicistas y los pacientes lo valoren sinceramente. Mary Baker Eddy escribe: “No se debe esperar de ellos, como tampoco se espera de otras personas, que dediquen todo su tiempo al trabajo de la Ciencia Cristiana sin recibir retribución alguna, dejándose alimentar, vestir y amparar por la caridad. Tampoco pueden servir a dos señores, dedicando solo parte de su tiempo a Dios, y aún ser Científicos Cristianos. Deben darle a Él todos sus servicios, y no deber ‘a nadie nada’. Para hacer esto, deben en la actualidad fijar una cuota adecuada por sus servicios, y luego concienzudamente ganar sus honorarios, practicando estrictamente la Ciencia Divina, y sanando a los enfermos” (Rudimentos de la Ciencia Divina, págs. 13-14).

Ser guiado a elegir al practicista adecuado para atender nuestro caso en particular, debe ser el resultado de nuestra más pura y profunda oración. A medida que permitimos que la actividad del Cristo
—la Mente divina e infinita— guíe nuestro pensamiento en cuanto a quién llamar en busca de tratamiento en la Ciencia Cristiana, podemos confiar en que la misma actividad amorosa del Cristo proveerá lo que sea necesario. Y los practicistas pueden saber y declarar que cada paciente que los llama siempre tiene suficiente provisión para satisfacer cada necesidad. Ningún hombre, mujer o niño queda afuera.

Bajo el título “Honorarios de los Practicistas” en La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, Eddy escribió: “Los practicistas de la Ciencia Cristiana deberían cobrar por sus tratamientos los mismos honorarios que cobran los médicos de buena reputación, en sus respectivas localidades” (pág. 237).

¿Podría haber dejado más claro el valor que ella misma le daba al tratamiento de la Ciencia Cristiana?

Connie Coddington, Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos

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